Darse cuenta
El Gobierno comunal no ha logrado, con el correr de los días, quitarse el pesado sayo que le significa la ahora omnipresente acción de familias que han usurpado, eso claro está, viviendas del por décadas demorado barrio Smata.
Como una piedra en el zapato del pediatra que trabaja de Intendente, están por todos lados: Cortes de calles y escraches a dirigentes sindicales de por medio, llevaron hasta las barbas de opositores y oficialistas su reclamo por los servicios, en especial la luz.
Su actitud ha despertado, de acuerdo a las opiniones explicitadas vía internet, carta o el más popular corrillo de café, lo más reaccionario de una comunidad a la que le sobran antecedentes en la materia.
Sin embargo, ellos siguen estando por aquí, por allá, por todas partes. Víctimas de la exclusión, primero, su nueva impronta ?materia opinable en todo caso- para hacer oír sus padeceres jamás merecería alcanzar los calificativos deshumanizantes que les vienen inflingiendo.
Quizá, sin proponérselo, en su desesperada búsqueda de un techo, como piso de eventuales pero poco probables futuras oportunidades, han puesto al desnudo las llagas de una sociedad enferma.
De otro modo no se explican las reacciones y comentarios del tenor de los que vienen ofreciendo lectores y cibernautas indignados por el espacio que se le brinda a la cobertura de la noticia.
El Estado, en todos sus niveles, con sus distintas responsabilidades y capacidades, está obligado a ofrecer respuestas.
Y la sociedad toda, a hacer el ejercicio ?si no es mucho pedir- de mirarse piadosamente su ombligo.
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