Dibujos
Más temprano que tarde, lo que el Gobierno nacional se empecinó en negar, o al menos en ocultar tras la cortina humeante de los chacareros en rebeldía, se manifiesta ahora con toda su vital elocuencia.
La gestión K pretendió distorsionar la realidad con un prepotente y no menos ingenuo mecanismo de destrucción del Indec. Algo así como intentar tapar el sol con un harnero. Como era lógico, no pudo ser. Y pese a la insistencia en mantener funcionarios y perseverar con su rancia receta, se le quemó el estofado.
El fantasma de la inflación se descorrió la sábana y apareció corporizado en cada actividad del devenir cotidiano. Entonces, añicos quedó hecho el argumento de la redistribución de la riqueza, cuando el que menos tiene es el que más caro paga, siempre, sus consecuencias.
Todo se le hace cuesta arriba a la Presidenta, aferrada a un matrimonio que le ha traído más problemas que soluciones, y divorciada de una buena parte de la sociedad que, en el mejor de los casos, le ha perdido la confianza. Para colmo de males, los números macroeconómicos navegan sobre una superficie de flotación cada vez más dudosa.
Pero volviendo a la cotidianidad, los síntomas de la enfermedad inflacionaria se manifiestan cada día con mayor virulencia. Esta semana, sin ir más lejos, la lucha por la recomposición salarial, imprescindible para vastos sectores, desnudó la fragilidad de los fundamentos kirchneristas. Docentes de todos los niveles, judiciales y estatales, por caso, multiplican en sus provincias y municipios los reclamos elementales para su subsistencia. Los gobiernos satélites, mendigos del poder central por obra y desgracia de una coparticipación injusta, hacen malabares para atender esas demandas.
Más allá de las particularidades de cada uno, entre las que se inscribirían la capacidad de administrar y la transparencia en los actos de gestión, la tarea parece de bajo rédito y alto riesgo.
Tandil, como se ha reflejado en estas páginas durante las últimas y muy agitadas jornadas, no escapa al fenómeno. Basura en la calle, salud en emergencia, aulas y despachos tribunalicios vacíos, son apenas la foto de la realidad que, se ha escrito, el Gobierno K pretendió distorsionar con su patético dibujo, ése al que denomina relato. Y que, sin solución de continuidad ni de otra especie, se desdibuja.
Recibí las noticias en tu email
Este contenido no está abierto a comentarios