El aumento de los delitos instaló la desconfianza como vínculo entre los tandilenses
El psicólogo Adolfo Loreal analizó la situación delictiva actual desde una perspectiva social vinculada a aquello que provoca que se desencadenen estos hechos en la sociedad, pero también a la sensación de inseguridad y desconfianza que se instala en la población y cómo eso cambia la vida cotidiana de todos.
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En diálogo con El Eco de Tandil, el concejal por la UCR explicó que “esta cuestión del delito es un fenómeno que va en ascenso y que puede verse tanto en una ciudad intermedia como la nuestra como en otras más pequeñas y, sin dudas, en las más grandes. A medida que pasa el tiempo, esto va creciendo; no es una situación que esté detenida, ni menos que decrezca”.
“Los que vivimos acá contamos, no sin asombro, cómo ha cambiado la ciudad. Yo recuerdo un Tandil verdaderamente de puertas abiertas. Llegué hace 32 años. Atendía en un consultorio que estaba en la parte de atrás de mi casa, y tanto la reja de la calle como la puerta del consultorio estaban permanentemente abiertas. El paciente tocaba el timbre e ingresaba”, rememoró.
En consecuencia, “la ciudad se ha llenado de algo que antes no había: rejas y alarmas, e incluso últimamente se han visto alambres de púa”.
Lo opuesto a la amistad
Advirtió que se trata de un fenómeno que “cada día recrudece más y que sin duda lo que produce es un estado de inseguridad y desconfianza. Pasamos a vivir en una ciudad, en un país y hasta en un mundo, en el que hay mucha violencia y agresividad”.
Analizó que “ese estado de inseguridad y desconfianza es lo opuesto al estado de amistad. Cuando uno piensa en la vida en comunidad se supone que debe vivir en estado de amistad, se supone que el otro es confiable. Esto es el punto opuesto, hace que un humano se acerque al otro y que el sentimiento inicial sea de desconfianza. El otro no me otorga seguridad. Esto es más grave que el hecho del robo en sí, es una matriz que se inserta en la cultura y que de alguna manera marca una forma diferente de relacionarnos”, expuso.
Sumado a ello, Loreal indicó que “vemos a diario la cantidad de trasgresiones de lo que podemos llamar el orden moral, el respeto por las normas, los valores y la conducta antisocial, delictiva, perversa que llegan a situaciones como el femicidio, las violaciones, los abusos sexuales”.
Ruptura social
El psicólogo marcó que existen “conductas mucho más graves que el robo, y otras más sutiles pero todas ingresan en el campo de la ruptura social: es lo que transforma al otro en peligroso”.
“Hasta hace un tiempo atrás una señora quedaba viuda o separada, podía armar una pareja y este nuevo señor sería alguien confiable con quien compartir la crianza de los hijos. Hoy prendemos la tele y vimos en estas semanas tres homicidios de niños pequeños de 2, 3 y 4 años provocados por el nuevo novio de la madre. Me parece que hoy cualquier muchacha que queda sola lo primero que siente es una sensación de desconfianza antes de dejar ingresar a este señor a su casa. Basta que aparezcan algunos ejemplos de esta envergadura para que instalen una sensación de desconfianza”, señaló.
En ese marco, manifestó que buscamos protegernos, lo cual provoca una “ruptura del lazo social, la ruptura del otro como un amigo y se establece una relación penosa que nos aleja de la humanidad. Esto provoca aislamiento porque no puedo confiar en el otro. Va en contra de la naturaleza humana”.
Asimismo, sostuvo que “se ven muchos más robos y con consecuencias más graves, con mayor nivel de violencia. La cosa parece iniciarse con el robo en una casa que está vacía; luego es el robo con gente dentro de casa y luego con violencia hacia la gente. Entonces en ese sentido, el fenómeno no sólo va creciendo en cantidad sino también en calidad de la agresividad”.
Fenómenos identificatorios
Por otra parte, explicó lo que en psicología se llaman “fenómenos identificatorios”.
“Así como en determinado momento se produce un suicidio y se ve que en las semanas siguientes eso se repite dos o tres veces, luego se detiene y vuelve a producirse; ocurre lo mismo con los robos. En general se dan esos suicidios como en cadena, eso quiere decir que alguien ve esto que hace otro y lo toma como modelo. Es lo que nosotros llamamos fenómenos identificatorios. Alguien hace identidad con la actitud del otro”, indicó.
Y sostuvo que esto ocurre “tanto para bien como para mal, de pronto en una determinada comunidad hay un gran futbolista y aparece una cantidad de jóvenes que quieren ser futbolistas. También esto ocurre para el mal, entonces se instala el bullying, la violencia entre jóvenes mujeres, aún la mala conducta puede ser ejemplo para alguien”.
“Esta cuestión de la pérdida del orden moral, el aumento de la conducta antisocial, a perjudicar al otro, es una conducta que resta y divide, a veces incluso provocando muertes físicas o emocionales. Hay gente que queda dañada con infartos emocionales de por vida, como en el caso de violaciones, igual que la violencia de género”, ejemplificó.
El rol de la sociedad
Por otra parte, Loreal consideró necesario pensar estos hechos en “el marco de la cultura, la crianza de los hijos, qué transmitimos a las nuevas generaciones como sistemas de valores”.
“Cuando pensamos en un sujeto delincuente no alcanza con pensar la reclusión, pena y castigo. Eso tiene que ver más con una actitud de venganza. Hay que pensar porqué hay un sujeto que no pudo ingresar en la cultura humana del amor, del afecto, y provoca hechos que van en contra de los lazos sociales”, reflexionó.
Y argumentó que “la cuestión es más profunda, hay que pensar en la organización familiar, la responsabilidad de las funciones paternales, el rol de la escuela, la salud. En psicología el desarrollo de lo humano lo entendemos desde recién nacido hasta la adolescencia. La función del Estado y de los padres es hasta el final de esa formación de persona. Tenemos que asumir como sociedad la responsabilidad que nos compete a todos”.
Y planteó que “el límite entre lo tuyo y lo mío se da, en principio, con los valores que transmite una familia, luego con la responsabilidad del Estado a través de las instituciones, luego es la Justicia la que establece lo que está bien o mal. Hay que revisar desde la responsabilidad de la familia hasta del Estado”.
“Yo escucho muy a menudo en mi consultorio en los últimos años papás de chicos de 12 o 13 años que dicen ´no sé qué hacer con mi hijo´. Quiere decir que el padre se ha caído del rol de padre y no puede seguir ejerciendo su función. Esto no es malo sólo para el padre sino que es más grave para la crianza del hijo, que se ha quedado sin referente. El niño necesita la figura del referente hasta el fin de su crecimiento. Eso va a permitir que el hijo permanezca en la cultura con una conducta sociable”, indicó.
Sumado a eso, “escuchamos historias atroces, de mujeres embarazadas con niños de 2 o 3 años y que no pueden parar de consumir cocaína, hay que imaginarse a esa criatura que va a nacer. También escuchamos en medios nacionales que nacen chicos adictos al paco. Es difícil imaginar que una criatura que nace en este contexto con un padre que no sabe qué hacer o que lo maltrata pueda buscar su lugar en una comunidad del lado del lazo social, del vínculo amoroso”.
“El ser humano para crecer sanamente necesita del afecto y de la transmisión de valores, saber que hay cosas que se pueden y cosas que no se pueden. En el delito, el robo, hurto, en la violación, lo que encontramos es que está rota, fracturada, debilitada, esa cadena que tiene que ver con lo afectivo, en cómo pienso el mundo y con la cadena de valores”, concluyó. u
“El hecho delictivo le otorga un momento de importancia” al ladrón
Adolfo Loreal también reflexionó sobre lo que le ocurre internamente al delincuente cuando concreta un asalto o robo. “En esa persona que suponemos con una carencia, que le faltó una escuela que lo pudiera contener, un padre o una madre, un sistema de salud, las instituciones para respaldar lo que a veces una familia no puede, entonces se crió un sujeto con una carencia de pensamiento, de afecto, de valores y este sujeto luego delinque”, señaló.
Pero lo que ocurre en muchos casos de acuerdo a estudios en la materia es que “a veces se producen más delitos como una forma de desafío a la autoridad y hasta el hecho de quedar filmado o poder verse en un periódico, en muchísimos casos de aparecer unos segundos en televisión o de estar en una nota en el diario, o de poder decir ´eso lo hice yo´ le da a ese sujeto un momento de importancia”.
“A una persona que de alguna manera siente que no es nada y que no va a poder hacer nada importante en su vida, ese hecho delictivo le otorga la posibilidad durante dos minutos, un día, poder tener una notoriedad”, sintetizó.
Y aseguró que “a veces esto mismo ocurre, salvando distancias, con los grafitis, esto de ir y
producir una marca y decir ´esto lo hice yo´. En los hechos delictivos más allá de la intención concreta de quedarse con algo que es del otro, en muchos de estos casos, también lo que siente dentro de sí es un momento de reconocimiento. El ser humano necesita el reconocimiento, que el otro sepa quién es uno”.
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