El juego de la memoria
Desde el 2006 funciona en Tandil el Museo del Juguete. Un grupo de personas se congregó con un objetivo común: rescatar de la memoria aquellos juegos y objetos que alegraron la infancia de varias generaciones. En estos tres años han logrado atesorar más de 300 piezas. A pesar de no tener un lugar físico, continúan adelante con su trabajo que no sólo se limita a recolectar objetos, sino también a rescatar vivencias, relatos de infancia y a propagar la importancia del juego en la niñez.
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?Yo tenía uno como esos…? Me lo dije con una alegría tan intensa como efímera. Al segundo siguiente me pregunté (me sigo preguntando y mucho sospecho que lo voy a seguir haciendo) dónde habrá quedado.
Es una autobomba. Un carro de bomberos de plástico (de los plásticos de antes, de los que se te caían en el pie y había que sacar turno al traumatólogo…) de un rojo inexplicable. Tenía escaleras blancas a los costados, un capuchón azul sobre el techo, a manera de sirena y cuatro ruedas renegridas que supieron recorrer patios de tierra, mosaicos y baldosas vainillas.
No sé dónde habrá quedado. Tal vez se perdió en alguna mudanza, me lo olvidé en algún rincón del patio o lo presté y no me lo devolvieron nunca. Prefiero creer que por algún lado andará aquel camioncito colorado, apagando los imaginarios fuegos de infancia.
Ilda y Silvana saben de estas sensaciones. Ambas integran el Museo del Juguete que desde hace tres años viene recolectando no sólo juguetes, sino también historias relacionadas con aquellos juegos. A lo largo de este tiempo han atesorado (y nunca mejor expresado el término) más de 300 objetos y miles de vivencias.
Juegos de ayer y hoy
Todo surgió allá por agosto de 2006, cuando Ilda Canelas y un grupo de quince amigos decidieron darle forma a esa vocación de preservar antiguos juegos y juguetes. El Museo del Juguete es una ONG que tiene como objetivo la preservación de la memoria de lo mejor de nuestra infancia: el espacio para el juego.
Ilda sabe que en este tema, las diferencias con el pasado son notables. ?Antiguamente se creaba mucho, había una mayor inventiva a la hora de jugar. Además, se compartía, se jugaba colectivamente?, reflexiona, pero no abre juicios de valor respecto a la actualidad. Simplemente marca las diferencias: ?hoy la computadora o la play movilizan otro tipo de pensamiento y creatividad?.
Varios han sido los factores que motivaron estos cambios. Desde cuestiones vinculadas al avance tecnológico, como a la influencia de la publicidad o las modificaciones en el paisaje urbano y doméstico. Y hasta la inseguridad. ?La ciudad de antes no es la misma que la de ahora ?remarca Ilda-. Antes se podía jugar en la calle, en los terrenos que había en todas las cuadras. Hoy los padres están más seguros si los chicos se quedan en casa. Y otro tema que también tiene que ver con las características físicas, es la conformación de las casas: ahora son más pequeñas, entonces pueden albergar menor cantidad de chicos. Además, por ejemplo, un juego de los años cuarenta como era el aro, no se podría jugar dentro de una casa actual porque no hay suficiente lugar para mantener el equilibrio y llegar a la meta?.
Silvina Williams completa la idea, remarcando que una situación paralela se traslada a los espacios escolares. ?Tal vez los establecimientos que más privilegian el juego son los jardines de infantes. Pero cuando pasamos a otros niveles, la superpoblación de las escuelas, los espacios más reducidos, hacen que muchas veces en los recreos los juegos no tengan la misma caracterización que han tenido en algún momento. Es decir, la descarga física o la unión con juegos cooperativos o de destreza. Hoy las actividades son más estáticas porque hay una cantidad de población de gente que están en espacios muchos más reducidos?.
Ilda no puede disimular su pasión por estas cuestiones del juego. Y habla de los aspectos interesantes en el desarrollo de los juguetes, tanto desde el punto de vista de la industria, de la cultura, y hasta de la política.
Una historia detrás de cada juguete
Pero no sólo de objetos se trata este oficio de preservar los juegos. En tal sentido, Silvina enfatiza que desde el Museo ?también tratamos de abarcar el derecho al juego en la niñez. Además de esta vertiente de recolectar juguetes y objetos antiguos, de preservarlos como parte de nuestra memoria, apoyamos el derecho de los chicos a jugar?.
Un punto de inicio del Museo del Juguete puede remontarse a la Feria del Libro del 2006. ?Nos invitaron a participar ?recuerda Ilda- y allí tuvimos la oportunidad de difundir nuestros objetivos, comenzamos a recibir donaciones y a hacer socios?.
Se detiene en un punto fundamental, en lo que constituye una premisa del Museo: ?La idea es que los juguetes tienen que ser donados. Nosotros no adquirimos juguetes. Porque lo que nos interesa es la historia `personal` del juguete. Tampoco aceptamos juguetes nuevos: solamente recibimos juguetes usados con sus historias?.
Pero no sólo estamos hablando de juguetes ?sino de todo lo que implique juego ?aclara Silvina-. De objetos lúdicos. Como hablaba Ilda del aro, si uno lo ve no es un juguete y sin embargo es un objeto que traslada una acción lúdica. Es decir, todos aquellos objetos que han sido usados en una década anterior a la nuestra y que ha servido de juego en la infancia?.
Tanto Ilda como Silvina mencionaron el aro. Y se trata de uno de los objetos más antiguos que se exponen en el Museo, junto a una máquina de cocer del año 20. Una verdadera maravilla, que funciona, a lanzadera, de manera perfecta.
?Yo tuve uno así… Yo no?
Los integrantes del Museo del Fuerte saben las sensaciones que generan en ?los grandes?, esos objetos ?de chicos?. Pero ellos ya están acostumbrados. Ya no se sorprenden cuando les acercan un juguete en donación. Sin embargo, para Silvina lo más gratificante ?es la forma en que nos entregan los juguetes, cómo los preparan ?algunos vienen hasta en sus cajas originales. Y como nos los encargan: `sé que ustedes lo van a saber cuidar`, nos dicen?.
No es para menos. Se trata de un desprendimiento de un objeto amado, deseado, superó el paso de los años, de los avatares propios del juego, de las mudanzas y los olvidos. ?Eso de desprenderse de parte de la historia personal es difícil. Porque si han logrado conservarlos hasta grandes, quiere decir que es algo verdaderamente importante?, razona Silvina.
Entre las sonrisas y anécdotas que genera en el público el ?reencuentro? con sus alegrías de infancia, Ilda recuerda la visita de los abuelos del Centro de Día que funciona en la Capilla de Guadalupe. ?Fue muy emotivo, porque cada uno contaba sus historias con los juguetes. Muchos de ellos decían `yo tuve uno así`. Pero había otros que no los habían podido tener, que lo deseaban pero no se los podían comprar. Los abuelos nos contaron sus juegos y prometieron traernos cada uno una historia de cómo habían vivido con sus juguetes?.
Mucho trabajo para unos pocos
Justamente, el relato oral también forma parte de este oficio de preservar la memoria lúdica. En tal sentido, Silvina explica que ?hemos comenzado con una línea de indagación. Estamos trabajando en estas tres líneas: recolección y conservación de objetos; por otro lado una línea sociocomunitaria, a través de la cual tratamos de llegar a los espacios más necesitados, a aquellas infancias que son robadas por la situación socioeconómica y dar algunas oportunidades de juego y por otro lado, lo que es la línea de indagación sociohistórica. Tratamos de indagar sobre esas historias?.
La tarea, además de loable, es enorme. Y los integrantes del Museo, pocos. ?Tratamos de hacerlo con el mejor empeño ?puntualiza-, pero no somos tan rápidos como quisiéramos. Ni tenemos el tiempo que se necesita?,
Ilda completa el razonamiento, explicando que cada uno de los integrantes de esta ONG tiene otras ocupaciones y muchas veces le quitan horas al descanso, al ocio o al tiempo con la familia para dedicárselo al Museo?.
En busca de un lugar
En este momento, el Museo del Juguete expone sus maravillas en la sede de El Hormiguero (Paz 440). Es un lugar que les cedieron, porque por ahora no tienen un lugar físico para el funcionamiento del Museo.
La falta de un lugar es una complicación, porque son más de 300 los objetos que integran el patrimonio, pero no todos pueden ser expuestos. ?Actualmente, la muestra está integrada por unos 50 ó 60 juguetes ?explica Ilda-. Los vamos rotando cada tres meses, porque la gente que nos dona sus cosas, también quiere verlas?.
Y así como un chico espera con ansiedad el juguete deseado, la gente del Museo del Juguete aguarda la aparición de un mecenas, que les ofrezca un lugar. ?Pero sabemos que hoy los mecenazgos ya no existen?, confiesa Ilda, que además aclara que la ONG no cuenta con ningún tipo de subsidio oficial o privado. El sueño de la sede propia permitiría, entre otros beneficios, incorporar nuevas piezas a las más de 300 que actualmente hay en inventario.
?En algún momento llevábamos nuestra muestra a las escuelas. Lo hicimos tres o cuatro veces, pero decidimos cesar con esa modalidad porque estos juguetes son muy delicados y hay que tratarlos con sumo cuidado?
?Cuando vimos que era muy difícil conseguir un espacio físico ?agrega Silvina-, comenzamos a trabajar otras vertientes porque si no, nos quedábamos. Si el único objetivo era el espacio físico, no lo íbamos a poder lograr?.
?A la medida que nos desarrollábamos como asociación, íbamos limando algunos aspectos que tienen que ver con nuestros objetivos. Por ejemplo, no comprar juguetes, como hacen otras asociaciones. Nosotros tratamos que sean objetos de la gente de Tandil, con historias de Tandil. Nuestra convicción es que estos objetos forman parte de nuestro patrimonio cultural?.
Consultadas acerca de si conocen la existencia de otros museos de juguetes, Silvina cuenta que Saben ?tuvimos contacto con un museo que está en Buenos Aires que en ese momento era virtual, pero después nos llegó la información que a través de un auspiciante habían conseguido un espacio físico. En su momento tenían el mismo problemas que nosotros: la falta de un lugar, entonces desarrollaban todo su programa virtualmente?.
?El Museo de la Ciudad de Buenos Aires ?agrega Ilda- tiene un sector dedicado a los juguetes. También está el Museo de los Jugueteros, de la asociación que agrupa a los fabricantes. Pero lo que exponen son juguetes nuevos. Cada fábrica separa una pieza de las nuevas partidas y lo destina al museo?.
Talleres y conferencias
La actividad del Museo del Juguete se completa con la organización de talleres y cursos destinados a padres, docentes y público en general. ?Ya en el 2006 ?recuerda Ilda- hicimos el primer encuentro con profesionales de acá de Tandil. Fueron talleres, conferencias, mesas redondas y espectáculos para chicos. Luego de esa primera experiencia, saltamos a una nueva jornada brindada por profesionales de Buenos Aires, reconocidos a nivel nacional e internacional?.
La idea de cada uno de estos encuentros es poner el acento en la preservación del derecho del juego. Para octubre está programado un encuentro con la Organización Mundial de Educación Preescolar, en tanto que al mes siguiente se realizará una jornada de capacitación a cargo de la licenciada Ruth Harf. El encuentro ?en el que se abordará el tema ?Juego y educación, ¿dos campos en conflicto??- estaba previsto para junio pasado, pero debió ser suspendido por el brote de gripe.
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