“’El limonero real’ nos hace comprender que la vida está en un estado de fragilidad permanente”

Pasaron muchos años entre el momento en el que Gustavo Fontán adolescente leyó por primera vez “El limonero real”, de Juan José Saer, y el momento en que Gustavo Fontán cineasta decidió darle una vuelta más de realidad a la historia, a los personajes, a las negaciones y a las ausencias que plasmó en su libro el narrador y poeta argentino. Y luego de apropiarse de su esencia, de su núcleo narrativo central, Fontán creó con un lenguaje propio, con imágenes, con gestos, con sonidos y con la belleza de los cuerpos que hablan por sí mismos, una película muy personal. “El limonero real” se proyectará hoy en la sala del Espacio Incaa, Yrigoyen 662, a las 22.
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Accedé a las últimas noticias desde tu email“Amanece. Y ya está con los ojos abiertos”
“El limonero real” cuenta la historia de una familia de pobladores del río Paraná se dispone a compartir el último día del año. Se trata de tres hermanas, con sus maridos e hijos, que viven en tres ranchos, a la orilla del río, separados por espinillos, algarrobos y sauces. Pese a que Wenceslao trata de convencerla, su mujer se niega a participar del evento: está de luto, dice. Su único hijo murió hace seis años. Pese a que sus hermanas y sus sobrinas se desplazan para convencerla, ella no sale de su negativa. Insiste. Está de luto.
El río omnipresente, las variaciones de la luz, el baile festivo, el sacrificio del cordero y la comida, el vino y los cuerpos, todo es atravesado, desde la percepción de Wenceslao, por las dos ausencias: la de su mujer y la de su hijo muerto, cuya figura emerge cada tanto, otorgándole al relato una densidad creciente. Desde el alba –“Amanece. Y ya está con los ojos abiertos”- hasta el regreso de Wenceslao al rancho después de la medianoche, cada acción cotidiana se vuelve ceremonia y el tiempo una espiral de sensaciones y recuerdos.
El Eco de Tandil charló con el director sobre el desafío de adaptar a Saer, la construcción de la realidad y el espacio que envuelve al espectador cuando se encuentra frente a la pantalla grande.
-¿Por qué elegiste llevar al cine una obra de Saer, y por qué en particular El limonero real?
-En principio, El limonero real es una novela que leí hace muchos años, que dejó una huella en mí y que me puso ante un interrogante de manera permanente cuando empecé a hacer cine muchos años después: ¿qué significa narrar? Poner en cuestión el concepto de lo narrativo, entender que el concepto de lo narrativo es algo más amplio, y hay como una empatía con una idea que Saer maneja: en un momento dado, él decide romper las fronteras entre lo que se entiende por narrativa clásica y poesía. Entonces, de algún modo, hay un acercamiento pero también hay una reflexión personal en ese sentido, y la apropiación de lo que podríamos llamar el carozo de la novela nos permitía seguir explorando por esos territorios y esas formas poéticas.
-Con la prosa y la poesía de Saer, ¿fue un desafío llevar el libro al cine? ¿Poner el texto en imágenes y palabras o, incluso, en silencios?
-Efectivamente la novela es increíble, pero también uno entiende que es inadaptable si se la piensa en su totalidad. Entonces, nosotros sabíamos que lo que estábamos haciendo era apropiarnos de algo, que es ese núcleo narrativo central: el de las hermanas, el festejo de fin de año y la negación permanente de ella, una negación que permanece y provoca la negatividad a asistir a la reunión del 31 de diciembre porque está de luto, porque su único hijo murió hace seis años. Tomamos ese núcleo y la conciencia de algo que está en Saer pero que nosotros ya habíamos trabajado mucho en otras películas. Rodeamos eso, abismamos eso con fragmentos robados a la realidad: la luz, la vegetación, un silencio, el movimiento del río, dos camalotes estancados… Todo eso, de algún modo, no como una descripción, un paisaje o algo que se mira para contemplarlo sino como elementos puestos al servicio de la narración.
-Al presentar el film hablás de un interrogante que subyace en la película de modo permanente, esto de cómo acceder a lo real y expresarlo. Esos fragmentos robados de la realidad o los silencios, o el sonido del río, ¿tienen que ver con hacer más real la historia?
-Para nosotros las estrategias de tomar fragmentos de lo real y apropiarnos de esos fragmentos, ponerlos al servicio de la narración, es como una clave de la construcción general. Y hay algo en esa pregunta de entender, y yo estoy convencido filosóficamente si se quiere, que no puede haber discursos cerrados. Que los discursos, y que incluso el cine, deben promover o contener, en relación al mundo, a los discursos poéticos. Es decir, el mundo con la conciencia del enigma.
-El hecho de elegir trabajar con personas que no son actores, ¿tiene que ver con lo real?
-Justamente…. Cuando uno piensa la puesta en escena, todos los elementos del lenguaje están al servicio de una misma idea. Entonces en la elección de esos actores hay que entender que lo que tienen en su rostro, lo que poseen personalmente y lo que es de ellos es único. Intentamos que la película capture esa belleza, en el sentido más profundo del concepto de belleza, de un ser humano en una mirada, en un rostro. Y esto no tiene que ver estrictamente con la capacidad de actuación o de representación, sino que tiene que ver con aquello que le es personal y que es lo que dona de alguna manera a la película.
-El espacio donde transcurre “El limonero real” es un espacio muy conocido por vos.
-Es la tercera película que hacemos en el río Paraná. “El limonero real” cierra el ciclo del río que empezó con “La orilla que se abisma” y siguió con “El rostro”. “El limonero real” es la que completa la serie. Era el desafío más grande por la adaptación de Saer, porque era una película de otra dimensión. Y estamos muy felices.
-¿Cómo definirías la película?
-La película es como la conciencia de la intemperie. Comprender que la vida está siempre, por más seguridades y por más cosas que tengas, en un estado de fragilidad y de vulnerabilidad permanente. De algún modo el territorio, el espacio y la historia nos ponen ante esa evidencia.
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Espacio Incaa: funciones del día
Las entradas 2D tienen un valor de 30 pesos y 15 para jubilados y estudiantes. Las de 3D, 50 pesos y 25 para jubilados y estudiantes. La sala se encuentra en Yrigoyen 662.
“La era de hielo: Choque de mundos”
Dirección: Mike Thurmeier y Galen T. Chu.
Aventuras, Animación – ATP – 90min
“El limonero real”
Dirección: Gustavo Fontán
Intérpretes: Germán de Silva, Patricia Sánchez, Rosendo Ruiz y Eva Bianco.
Drama – SAM13– 77min
“Una segunda madre”
Dirección: Anna Muylaert
Intérpretes: Regina Case y Michel Joelsas.
Drama – SAM13– 110min
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