El ?Moyanito? interior
Si sólo se tratara de nombres propios y sectores en particular, quizás la sensación sería distinta. Pero ocurre que por momentos desde las más diversas posiciones ideológicas y lugares de la sociedad, todos, nos mostramos propensos a transitar al borde de la Ley y afectos a encontrar buenos argumentos para transgredirla.
Esta semana y con razón, el cuestionamiento social se posó sobre el bloqueo de Camioneros en el Parque Industrial, que desató la inmediata reacción del gobierno de Miguel Lunghi y las entidades empresariales que lograron, en pocas horas, un fallo favorable de la Justicia.
Aunque resulta claro que cuando una empresa deja de pagar los salarios y contribuciones que indica la normativa, aunque esgrima argumentos atendibles, también deja de transitar por el borde y directamente violenta la Ley, origen en este caso puntual de un conflicto de difícil resolución, que se extendió más allá de los límites a los que estamos habituados los tandilenses.
Pero el desapego a la norma se nos muestra, como se sostiene aquí, desde las más diversas posiciones ideológicas y más allá del lugar que ocupe cada uno en la sociedad.
Un conductor que al momento de ser infraccionado le señala al inspector de tránsito que a media cuadra transita un motociclista sin casco ve sólo en el otro el incumplimiento de lo dispuesto, antes de asumirse como infractor.
Y de igual manera debemos reflexionar, pero advirtiendo efectos más profundos por los roles institucionales que están en juego, cuando la trasgresión a la Constitución se ostenta a la vista de todos y las condenas no son tan contundentes como las que se escucharon esta semana.
Ni las entidades empresariales ni el intendente Miguel Lunghi entendieron y condenaron de igual modo el lock out empresarial ni los prolongados cortes de ruta durante el conflicto entre el Gobierno nacional y los chacareros, cuestión que se originó al borde y culminó mucho más allá de la Ley.
Es más, en el punto más caliente de esa discusión económica e ideológica el jefe comunal -que es la personalidad política más avalada en la sociedad por sus márgenes de popularidad- se subió a la cosechadora y respaldó esa demanda sectorial que, sin dudas, tensaba lo permitido por el orden constitucional.
El desapego a la norma y la búsqueda de argumentos para transitar por el borde o directamente más allá de lo permitido, entonces, se nos presenta por encima de los nombres propios o sectores de manera puntual, y nos amerita distintos rangos de repudio.
Diversas investigaciones demuestran que la mayoría de los habitantes del país reconoce dificultades para respetar la Ley y, por ejemplo, la Universidad de Belgrano viene siguiendo el asunto desde hace casi diez años. Y los datos prácticamente no cambiaron. La última medición señala, por ejemplo, que el 44 por ciento de los consultados afirma que si tuviera la oportunidad de cometer un único acto de corrupción que creyera que no perjudicará a nadie pero que le significaría una gran diferencia económica, lo cometería. Ipsos, de igual modo, descubrió que el 88 por ciento cree que somos transgresores o desobedientes y que el 41 por ciento consideró que hay momentos en que es necesario desobedecer la Ley.
Todos tenemos un ?Moyanito? dentro, que dominamos más o menos según la circunstancia, pero muy pocos estamos dispuestos a asumirlo.
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