El papa Francisco beatificó a 124 mártires coreanos ante miles de personas en Seúl
Primer papa que visita Asia desde 1999, Francisco llegó a la Puerta de Gwanghwamun en un pequeño auto Kia descubierto, especialmente fabricado para la ocasión, para celebrar una misa solemne en memoria de los primeros cristianos del país.
Así como lo hizo la víspera en su advertencia contra la sociedad de consumo, responsable a su parecer de una “desesperanza” que induce a consumir drogas y al suicidio, nuevamente pregonó la fe y el sacrificio de Jesucristo como un camino de salvación frente a lo que presentó como el deterioro de los valores humanos.
“Los mártires nos llaman a reubicar a Jesucristo por encima de todo y a ver todo en este mundo relacionado con El y Su reino eterno. Esto nos lleva a preguntarnos si hay alguna cosa por la que estaríamos dispuestos a dar nuestra vida”, dijo en este tercer día de visita al “país de la mañana tranquila”.
El ejemplo de los mártires coreanos, que aceptaban “la igual dignidad de todos los bautizados” y privilegiaban “una forma de vida fraternal que desafiaba a las estructuras sociales rígidas de su época”, tiene mucho que decir “en una sociedad donde, al lado de inmensas riquezas se desarrolla la más abyecta pobreza, donde raramente el grito de los pobres es escuchado”, añadió.
El catolocismo fue introducido en Corea del Sur por laicos letrados, iniciados a esta nueva “sabiduría” por las enseñanzas recibidas de los jesuitas en la vecina China, y no por los misioneros europeos.
La vocación
de los laicos
“Esta historia nos dice de la importancia, la dignidad y la belleza de la vocación de los laicos en la Iglesia”, subrayó Francisco, quien pronunció la beatificación de Pablo Yun Ji-Chung y los otros 123 mártires, ejecutados a partir de fines del siglo XVIII.
Pablo y su primo fueron martirizados por haber querido organizar un funeral católico para su madre, sin respetar los ritos del confucionismo. Todos los nuevos bienaventurados eran laicos, con excepción de un sacerdote, James Mun-mo, llegados desde China.
Repartidos por diócesis, decenas de miles de hombres y mujeres aguardaron pacientemente desde las primeras horas de la madrugada, tocados con gorras de colores en cartón. En un gran recogimiento y con una disciplina muy surcoreana, repitieron cánticos en latín, rezaron, escucharon música de piano.
La jornada
El Papa argentino, de 77 años de edad, comenzó su jornada bautizando, en la nunciatura de Seúl donde se hospeda, al padre de un chico víctima del naufragio del ferry Sewol, ocurrido en abril pasado. Un gesto altamente simbólico en un país en el que unas 100 mil personas son bautizadas en el catolicismo cada año.
Francisco había evocado el viernes otro capítulo doloroso de la historia contemporánea de Corea del Sur, con la división de la península tras la guerra de 1953.
En tanto Corea del Norte no permitió a los católicos atravesar la frontera para acudir al encuentro del Sumo Pontífice, éste llamó a los coreanos a considerarse como “una sola familia”.
La esperanza, había dicho, reside sobre todo en la lengua común, que permite aspirar a una reunificación “sin vencedores ni vencidos”.
Francisco se trasladó posteriormente a Kkottongnae, a un centenar de kilómetros de Seúl, para visitar un centro pastoral y social de la Iglesia. Allí se encontró con minusválidos, miembros de las comunidades religiosas y laicos voluntarios. El Papa acostumbra, en cada uno de sus viajes, consagrar parte de su tiempo a visitar centros sociales y a encontrarse con fieles de las bases. (AFP-NA)
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