El recuerdo al ilustre campeón
Han pasado 54 años, y el automovilismo lo sigue recordando. El primer domingo de marzo, se marchaba al más allá el máximo símbolo teceísta, quien más veces triunfó en el Turismo Carretera. Había caído el inolvidable Juan Gálvez, el ilustre campeón, mientras ganaba la décima Vuelta de Olavarría, cuando tenía a la vista a los Emiliozzi, con quienes peleaba por la gloria teceísta.
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La caja de cambios lo traicionaba en la “Curva de los Chilenos”, frente a la estancia de Aramburu, provocando el vuelco del Ford de Juan Gálvez, y la muerte de quien dio tantas veces su nombre al Campeonato Argentino.
Ganó cinco grandes premios, nueve campeonatos y cincuenta y seis finales. Su taller era el “santuario de la velocidad”, el lugar donde a las cuatro de la tarde el mate cocido era una tradición, o ese sitio con extraños trofeos, clavos y tornillos.
Juan, como Oscar, eran ídolos indiscutidos. Intocables. La vuelta de Olavarría conformaba uno de los clásicos de la categoría más popular del país. La capital del cemento era el hábitat de la velocidad. Era la casa de los Emiliozzi. No era fácil ir de visitante a doblegar a los “gringos” en su terruño. Juan se tenía fe para esa carrera. Diecisiete días antes había cumplido 47 años.
Se fue ganando, como los grandes, como el máximo exponente de los carreteros. El camino y la ruta, aún sienten la nostalgia, y el recuerdo del zumbido triunfador del notable campeón.
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