Esperanza e ideales
A un mes de la celebración de las elecciones, se vislumbra ya cierta desilusión en el proceso de diálogo al que citó la Presidenta de la Nación el pasado 9 de julio. Una nueva oportunidad se perdió en orden a la ansiada recuperación del rumbo colectivo.
Una nota común surge de las diferentes respuestas y reacciones en la mayoría de los dirigentes convocados al diálogo, tanto de partidos de oposición como de la dirigencia gremial de los sectores económicos. Esa nota es la debilidad democrática.
Desde la organización de los trabajadores, se observó que las pujas internas en la CGT y la frágil paz acordada hace días, el avance de una maratón de reclamos salariales y la dudosa ausencia de la CTA como central obrera alternativa, ya sesgaron negativamente la conformación del Consejo Económico y Social.
La crisis interna en el Acuerdo Cívico y Social también hizo tambalear la mesa del diálogo para la reforma política. Las fuertes tensiones entre los sectores liderados por Elisa Carrió y Margarita Stolbizer, además de las ya existentes con el vicepresidente Julio Cobos, se descubrieron públicamente cuando discutían cómo responder a la invitación cursada por el Gobierno.
Al sumar los legisladores de la UCR, la Coalición Cívica y el Partido Socialista, a partir del 10 de diciembre, el ACyS conformaría la segunda minoría parlamentaria después del oficialista Frente para la Victoria. Pero la crisis no resuelta en el llamado ?panradicalismo? prenuncia que la fractura interna llegará hasta la conformación de bloques de trabajo distintos en el ámbito legislativo.
Finalmente, la rechifla expresada la semana pasada en la Exposición Rural de Palermo, con el presidente de esa entidad estimulando a más de mil productores a abuchear contra el Gobierno, en medio de la ?tregua? iniciada tras la derrota electoral del oficialismo, ensombreció también la reciente convocatoria hecha por la Casa Rosada para reunirse con la dirigencia rural.
Parafraseando el saber popular, podría afirmarse que ?dos no dialogan si uno no quiere?. Fue el kirchnerismo quien, hasta el 28 de junio y durante seis años, se negó a dialogar sobre la marcha y la conducción del país. Por el contrario, hoy son las faltas y fallas internas de varios de los interlocutores convocados, las que socaban el mismo debate que la sociedad reclamó con su voto.
Las entidades gremiales pueden colaborar, como órganos de consulta, en la toma de decisiones que afectan a su órbita de trabajo. Pero ni la Mesa de Enlace agropecuaria, ni la Unión Industrial Argentina, ni tampoco la CGT existen para decidir sobre los destinos generales del país. A la oposición, por su parte, el electorado le asignó el rol de alternativa legislativa y la pretensión de que articule, desde sus órganos partidarios, un proyecto distinto para el futuro.
La falta de cohesión ?hacia adentro? en estos actores, como así cierta irresponsabilidad ?hacia afuera?, han detallado que en la actual crisis política argentina las responsabilidades son compartidas.
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Coyuntura o estructura
Por otra parte, si bien los dirigentes recibidos por Florencio Randazzo, Aníbal Fernández y Daniel Scioli lideran fuerzas políticas o agremiaciones económicas diversas, casi todos plantearon exigencias similares: es notoria la necesidad que existe por rescatar el Indec, limitar los superpoderes, reordenar las cuentas fiscales, adoptar una política agropecuaria sostenible, salvar el Consejo de la Magistratura, y un largo etcétera.
Pero un día la circunstancia actual será superada y estos temas abandonarán las tapas de los diarios. Así planteado, cuando llegue ese día, el diálogo será entonces sólo un mero recuerdo.
La sociedad exige al Gobierno soluciones a las exigencias de circunstancia. Sin embargo, para que esas políticas generen confianza y brinden sostenibilidad, se requiere que sean siempre consecuencia de tres premisas fundamentales: de objetivos propuestos, de un plan estratégico, así como extensivamente de las convicciones y valores partidarios que los gobernantes electos profesan.
A la mesa de diálogo convocada por el oficialismo, hasta ahora sólo se acercaron ?las necesidades del momento? como urgencias primarias. La situación actual, empero, puede reconvertirse en un positivo escenario de construcción, tanto para el ordenamiento de la vida partidaria como para el fortalecimiento del sistema político en general.
Cuidando por no entorpecer la libertad de asociación, hasta el límite en que el ejercicio de la misma se dirija en contra de la misma convivencia social, hoy la oportunidad del diálogo abre cierto margen para inducir esbozos de una estrategia nacional. Abordar el intento por un proyecto de país supone un camino de intercambio que comienza en los objetivos generales y las convicciones de raíz (en torno a los cuales las opciones políticas colectivas se estructuran en partidos), hasta las mismas polémicas cotidianas.
Un diálogo que atienda a los problemas de coyuntura, sólo ofrecerá resultados de coyuntura. Pero un compromiso con el tratamiento de las cuestiones estructurales brindará resultados tanto para la coyuntura, como proyecciones para el largo plazo.
Para sortear los obstáculos que entorpecen un nuevo pacto social, es necesario neutralizar rencillas internas y aquellas urgencias de coyuntura, encuadrándolas en la discusión global por un proyecto de país. Sólo un factor aglutinante, sin ánimo de utopismo, puede ser lograr esa síntesis. Ese factor es la esperanza en los ideales.*
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