?Gané porque sabía?
En la misma jornada de grabación del programa “Los Ocho Escalones” quedaron en el camino, entre otros, y sin poder llegar al último peldaño para medir cultura general con Gerardo Sofovich, una profesora de la UBA, una directora de escuela secundaria y un agrimensor.
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Para sorpresa de Sofovich, el conductor Guido Kaczka, Iván de Pineda y cientos de miles de televidentes, el sábado a la noche la que logró hacerse de 10.000 pesos y competir con el casi imbatible Sofovich fue una tandilense de 20 años recién cumplidos: Karen Wagner, modelo, azafata y estudiante de profesorado de inglés ahora decidida a buscar un lugar en la pantalla.
-¿Tuviste suerte con las preguntas?
-No sé si suerte, no me tocaron cosas sencillas, pero tuve suerte en que me tocaron preguntas cuyas respuestas sabía. Me hablaron de la Revolución de los Claveles, en Portugal, cosas que por ahí no todo el mundo sabe y por alguna razón yo sí.
-Sos muy estudiosa.
-No, pero estoy siempre muy atenta, retengo lo que leo y veo muchas películas. Sé un poco de todo. Igual, para ir a ese programa además de saber tenés que tener otra cosa: viveza para elegir, sacar conclusiones, ver las caras del jurado. Y manejar los nervios. Yo los usé para concentrarme.
-¿Cómo es eso?
-Y, soy media cholula y por ahí me hubiese distraído mirando las caras, los carteles que ponen al costado, las luces; pero no: me concentré en las preguntas.
-¿Hay una prueba para elegir a los participantes?
-Sí, claro. Yo estaba almorzando, sonó el teléfono y me dijeron “hablamos de Los Ocho Escalones, te vamos a hacer un par de preguntas. Y me tuvieron 20 minutos haciéndome preguntas de cultura general. Ahí mismo me dijeron “acertaste un 75 %. Bien. Te esperamos mañana”.
-¿Sabías que ibas a hacer un buen papel?
-La verdad es que la única expectativa que tenía, lo único que quería, era no pasar vergüenza, no equivocarme con una pavada. Si perdía con cosas difíciles no pasaba nada, pero acá doy clases de inglés, tengo mis alumnos y no me hubiese gustado perder con una pavada.
-Algo que suele suceder en ese programa.
-¡Sí! Mientras esperábamos para que nos llamen desde el estudio había un médico, un agrimensor y yo los escuchaba hablar de historia, del peronismo, revoluciones, ¡Sabían un montón! Y yo decía “ay, yo no sé nada…”.
-Y al final la que se fue felicitada fuiste vos.
-Sí. Me fui tan feliz que tomé un taxi y le conté, de la felicidad que tenía. Pero más que el premio, a mí lo que me gustó fue la forma en que me trataron, todo el tiempo diciéndome que era brillante -obviamente por mi edad-, que los había sorprendido…
-Muchos dicen que Sofovich sabe las respuestas de antemano, ¿qué te pareció?, ¿es así?
-Yo siempre decía dos cosas: que sabían las respuestas y que Gerardo se ponía medio pesado con sus explicaciones, no entendía porqué no decía su respuesta y listo. Pero ahí mismo descubrís que no saben las respuestas.
-¿Por?
-Por cómo las piensan y el análisis que hacen (además nunca cortan). Y con respecto a esas explicaciones que agrega Gerardo, cuando me hablaba a mí, ahí me di cuenta que realmente son interesantes.
-Ahora te encantó la pantalla. ¡Quién te saca!
-Sí, me encantó (risas). Siempre dije que cuando terminara el profesorado iba a estudiar periodismo en Buenos Aires para poder hacer televisión y ahora me gustó más todavía, porque no es que fui porque tenía un chimento o estuve con un famoso: fui y gané porque sabía, porque era inteligente y eso me hizo sentir muy bien. No me gustaría ser famosa diciendo “estuve con éste, con el otro…”. Esto fue por mi propio mérito.
-¿No se habló del futuro?
-Cuando me iba y me estaban firmando un pagaré, alguien de la producción me dijo: “Ahora preparate para la fama. Te hablo en serio. Acordate”. u
Con todos los astros a favor
Después de dos años sin ir a Buenos Aires, Karen Wagner viajó a buscar castings, “a ver qué había” por el lado de una veta que, reina de un concurso mediante hace un tiempo, ya le dio resultados: el modelaje.
Sin embargo el destino venía por otro lado esta vez. Esperando en una cola alguien le dijo que unas personas andaban por ahí buscando “gente que sepa” para participar del programa “Los Ocho Escalones”. Pensó “soy muy chica”, pero al final se decidió y se anotó.
Apenas dos días después la estaban llamando. Tras una prueba de conocimientos, le confirmaron que participaría. Pero ella no había viajado para lucirse en TV: “Fue todo muy raro -contó- porque se dio que justo estaba en Buenos Aires y había llevado plata para comprarme unos zapatos. Cuando me llamaron salí a comprarme ropa, pensaba en un vestido más o menos económico, entro en un negocio y me encuentro con una profesora de la facultad de Tandil, del ISER. Le confesé que estaba muy nerviosa porque tenía que ir a la TV. Me dijo “te acompaño” y anduvimos por millones de negocios y elegimos un vestido en el que me gasté toda la plata.
Después mi prima me prestó unos zapatos”.
El vestido dio resultados: Iván de Pineda elogió su “elegancia” y luego la buscó y siguió por twitter, y la producción, mientras tanto, eligió la imagen de la tandilense concursando para publicitar ese capítulo durante más de dos semanas.
Desde entonces no paran de llegar los saludos y los pedidos de amistad a su facebook, pero eso, evalúa la muy desenvuelta rubia que no sabe en qué va a gastar los 10.000 pesos cuando los cobre dentro de un mes. Ya no es casualidad: orgullosa, dice que se ganó en buena ley su lugar en esos diez minutitos de fama que el destino le puso en el camino.
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