Juicio por el crimen de Nito Rodríguez: La disputa entre dos jóvenes por una mujer que terminó con la víctima menos pensada
El caso no reviste mayores misterios: dos jóvenes orillando la marginalidad (Raúl Baigorria y Miguel Orojovac), con sus propios códigos disputándose el orgullo por una mujer embarazada de uno de ellos. Jurándose terminar sus enconos a mano limpia o como generalmente ellos andaban, calzados con facas o un arma de fuego.
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Accedé a las últimas noticias desde tu emailAquel juramento y sinfín de amenazas finalmente llegaron a la realidad, con el colofón menos pensado. Quien terminó de la peor manera era otro joven -Rodríguez-, que por el solo hecho de solidarizarse con uno de ellos recibió en su rostro la ferocidad de los perdigones disparados desde una escopeta.
Quedó tendido en el suelo, respirando entre vómitos de sangre pero sin poder hablar. A los cinco días de internado en el Hospital moriría sin más, dejando una familia destrozada que ahora, desde el público no le quitarían la mirada a ese muchacho que apenas superó la mayoría de edad y ya está entre rejas, empezando a cursar los primeros años de estudio de la primaria y aguardando simplemente cuántos años más deberá purgar, a criterio de los jueces.
No hay misterio porque el propio imputado reconoció ser el ejecutor del gatillo de aquella escopeta calibre 12 que nunca se halló. La duda, el debate entre las partes, versa sobre su intención de matar y, en todo caso, que el blanco de aquel disparo mortal era otro, no el protagonista de una historia que comenzó a ventilarse en la audiencia y, paradójicamente, es el único que no está, porque fue asesinado.
Lineamientos
Abriendo el juicio, el fiscal Damián Borean, como lo hizo en la requisitoria, plantearía dos hipótesis de acusación. La principal versa sobre aquel 7 de noviembre, alrededor de las 20.45, en calle Laprida y Santiago del Estero, donde Baigorria circulaba en bicicleta y al cruzarse en plena calle con Orojovac y Rodríguez les disparó, con la intención de matar al primero, pero terminó asesinando al segundo. En este caso, calificó el suceso como “Homicidio agravado por el uso de arma de fuego”.
Como segunda teoría, subsidiariamente hablaría que no tenía intenciones de disparar contra Rodríguez sino contra el compañero, calificándolo entonces como “Homicidio agravado por el uso de arma de fuego en grado de tentativa y homicidio culposo”.
El letrado Marcelo Argeri, representante del particular damnificado, adhirió lo expuesto por el ministerio público.
En cuanto a la defensa, el doctor Diego Araujo adelantó sobre la posibilidad de encuadrar los hechos en el artículo 84 del Código Penal, que alude a una pena sensiblemente inferior (de seis meses a cinco años e inhabilitación especial, en su caso, por cinco a diez años) el que “por imprudencia, negligencia, impericia, causare a otro la muerte”.
Subsidiariamente, coincidiría con el planteo del fiscal, sobre un homicidio culposo.
Testigos
La jornada deparó un par de testigos clave en la pesquisa, justamente los jóvenes que presenciaron el hecho, Miguel Orojovac y José Miranda (ver aparte). Además, desfilaron otros allegados, policía y perito balístico que intervino en el caso.
Quien primero atestiguó fue la hermana de la víctima fatal, Anabela Rodríguez, que aportó sobre el conflicto previo que había entre Baigorria y Orojovac a partir de aquella tortuosa relación con Daiana Pugni, la mujer en disputa.
Contó que ambos eran conocidos del barrio y que su hermano tenía nula relación con el acusado. Sí una relativa amistad con Orojovac, con quien incluso ella mantuvo una relación amorosa de unos meses.
Al respecto confió que dicha relación se cortó a partir del pedido de su hermano como sus padres, siendo que el señalado tenía problemas con la policía, fuerza a la que pertenece precisamente su padre.
Posteriormente desfiló por la audiencia el perito balístico Sergio Ricardo, cuyo aporte resultaría significativo a la hora de buscar dilucidar cómo sucedió el impacto fatal y desde qué distancia (a más de cinco y no más de 12 metros de distancia).
Sus conclusiones partieron tras el recogimiento de los vestigios hallados en la escena del crimen como de los propios impactos en el cuerpo (el rostro) de la víctima.
También declaró el primer policía que arribó a la escena, José Luis Rafecas, y el vecino Javier Sosa, quien se topó con el cuerpo tendido en la calle (escasa iluminación en la cuadra) y detalló que el joven respiraba fuerte pero no se movía ni tampoco podía hablar.
Cerró la jornada el mayor de los seis hermanos del acusado, Félix Abel Baigorria, quien contextualizó sus vidas de sacrificio y cierta soledad a partir de que sus padres se separaron y consecuentemente se ausentaron, para luego reseñar que de oídas supo que su hermano sufría las amenazas de Orojovac, incluso contra su hermano más chico, en plena escuela, con un cuchillo.
Sin más por aportar, el testigo cerraría la primera de las jornadas (continuará mañana) y se retiraría de la sala. Afuera lo esperaban los familiares y allegados de Rodríguez y le recriminaron el dolor padecido frente a lo que había hecho su hermano. El intercambio no pasó a mayores. Entre lágrimas coincidirían en que fue el desenlace menos pensado, al menos en quien debía ser la víctima fatal.
“El disparo era para mí”
Visiblemente molesto e incómodo de tener que estar donde estaba y evidenciando pesar por quien resultó asesinado, siendo que el problema era con él, Miguel Orojovac se sentó frente al Tribunal y respondió el interrogatorio del fiscal como defensor, en pos de dilucidar qué pasó aquella noche y porqué.
Reseñó sobre el encono que había con Baigorria y Daiana Pugni, quienes por esos días mantenían un noviazgo mientras que ella esperaba un hijo suyo. Reconoció sus enfrentamientos verbales como amenazas que se profirieron ambos, como así también sentenció que si lo hubiera cruzado antes hubiera sido él el que mataba a Baigorria, dejando en claro que poco y nada le interesaba lo que la Justicia ahora buscaba dilucidar y resolver. Más bien se manejaba con otros códigos, de hecho, algo de eso dejaría en claro una vez que se despidió de la sala: “Vos hiciste algo malo loco, ya la vas a pagar…”, le dijo a Baigorria cuando se iba del juicio delante de todos los actores judiciales y público que allí presenciaba el acto.
Más allá de los detalles y recuerdos de aquella disputa previa que derivó en la tragedia, Orojovac en todo momento quiso demostrar cierto coraje, una “guapeza” que lo llevaba a querer demostrar que él quiso -y quiere- arreglar las cosas a sus modos, a sus formas.
“¿Para qué me pregunta tanto? ¿Por qué me taladra la cabeza?, loco… Esto es muy doloroso… si todos saben lo que pasó, si fue él”, se quejó ante las preguntas del fiscal, desconociendo la necesidad de dilucidar actos y circunstancias para determinar el grado de responsabilidad penal del acusado.
“El disparo no era para Nito, era para mí, se confundió”, soltaría en medio de un arrebatado relato el testigo que siempre mantuvo la guardia, y a la defensiva.
Sobre la escena puntual, recordó que estaba caminando por la calle junto a Nito y Josesito, cuando éste se adelantó unos metros para orinar en el terreno baldío. En el paso iban caminando a la par y departían uno de los cuatro “fernanditos” que habían ingerido durante la tarde. Que allí advirtieron la venida en bicicleta de Baigorria y que él estaba dispuesto a pelearse, pero que Nito le dijo que no, que él (Orojovac) ya tenía problemas con la policía, que lo dejara a él arreglar el entuerto.
Cuando Nito le dio el vaso ahí escuchó el balazo y su amigo caía desplomado al lado suyo, tras lo cual salió corriendo hacia su casa para pedir socorro ambulatorio.
Aclaró que no hubo intercambio de palabra alguna, mucho menos forcejeos, coincidiendo así en las distancias entre el ejecutor y donde estaban ellos. Dijo no haber visto cuando Baigorria disparó, pero sí que portaba una escopeta y que circulaba en una bicicleta playera.
“Josesito” vio todo
José Miranda, más conocido como “Josesito”, fue el otro testigo presencial de los hechos, clave en esta triste y violenta historia, siendo que era muy amigo de Nito y justo ese día lo fue a buscar y se lo encontró junto a Orojovac, con quienes salieron a caminar por la calle Santiago del Estero hasta el desenlace fatal.
Paradójicamente, el testigo presenta dificultades motoras como así también a la hora de hablar, empero resultó el que mejor comunicó las circunstancias y el suceso, colocando al acusado como quien disparó sin miramientos contra la humanidad de sus dos compañeros, desde la distancia ya citada.
Muy concreto y con claridad confió cómo Baigorria empuñó el arma y disparó, descartando que se haya trastabillado con la bicicleta. “Ni ´a´ dijo, disparó nomás”, sentenció el joven, que reiteraría la profunda amistad que mantenía con el fallecido.
Fue muy preciso también a la hora de graficar las distancias y las respectivas ubicaciones, como también aclararía con gestos cómo disparó el agresor y cómo reaccionaron ellos ante tamaña agresión. Cómo encontró a su amigo en el piso ensangrentado y fue a pedir ayuda a la casa de la madre de Nito.
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Más de 142 años escribiendo la historia de TandilEste contenido no está abierto a comentarios