La automedicación se transformó en un problema sin remedio
La práctica masiva del consumo de fármacos mantiene en alerta a los profesionales de la salud que advierten los riegos que genera la ingesta de medicamentos sin consulta previa. Analgésicos, antiinflamatorios y antibióticos lideran la lista de los más adquiridos por la población.
La automedicación es parte del autocuidado realizado por los seres humanos desde el inicio del uso de medicamentos en la atención de la salud. En el pasado, esa acción se llevaba a cabo a través de cuidados personales, uso de hierbas u otro tipo de medidas terapéuticas, con el fin de aliviar síntomas o de curar ciertas patologías. Tal conocimiento empírico se transmitía verbalmente de una generación a otra.
Actualmente la práctica es un acertijo para quienes conforman el sistema de salud, debido a que su origen y resolución son complejos, al igual que los beneficios y perjuicios que esta costumbre diaria genera.
Diversas organizaciones alrededor del mundo intentan posicionar a la automedicación como el primer paso en la atención primaria, sin embargo, el puente entre la seguridad y la presencia de eventos adversos es muy frágil.
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Con el objetivo de promoverla se han creado programas de educación, lineamientos para definir los fármacos que puedan ser expendidos sin receta y se han publicado los costos económicos de su práctica a los sistemas de salud.
En un sentido amplio, la automedicación implica el consumo de cualquier tipo de medicamento, sin importar su origen (sintético u homeopático). Abarca todo aquello que afecte la prescripción hecha por un médico, es decir, la adquisición, uso de medicamentos de casa u otro lugar, interrupción o prolongación de un tratamiento o el incremento y disminución de las dosis.
Desde esa óptica, la práctica genera un problema social que es llevado a cabo por un alto porcentaje de la población cada día, en todo el mundo y a veces, incluso, con la ayuda de un profesional de la salud.
Parámetros nacionales
Un estudio realizado en 2018 por la Universidad UADE y la consultora Voices revela que la mitad de las personas que consumieron medicamentos se automedica.
Entre las conclusiones más relevantes, en primer lugar la muestra indica que los medicamentos de mayor consumo en el último año fueron los analgésicos y antiinflamatorios (6 de cada 10 argentinos). En segunda instancia, se ubicaron los antibióticos, con el 43 por ciento, y el tercer puesto fue para los antigripales, consumidos por el 35 por ciento de la población testeada.
De los datos se desprende que los medicamentos más comprados son precisamente los que se adquieren en mayor medida sin receta médica. Sólo el 53 por ciento de quienes consumieron analgésicos y antiinflamatorios utilizó prescripción de un profesional de la salud, al igual que quienes consumieron antigripales.
En el caso de los antibióticos, el 74 por ciento del consumo se originó por indicación de un médico. Un 16 por ciento declaró que los ingiere por el hecho de hacerlo siempre y el 6 por ciento dijo utilizarlos bajo consejo del farmacéutico.
Entre algunos de los factores que condicionan y favorecen el consumo de medicamentos sin prescripción se encuentran la imposibilidad de acudir al centro sanitario, la familiaridad con el producto, el conocimiento del medicamento por una prescripción anterior o la escasa accesibilidad al personal facultativo.
Para conocer cuál es el riesgo de la automedicación y cómo debemos actuar a la hora de ingerir fármacos, El Eco Multimedios dialogó con el profesional Pablo Díaz Cisneros, especialista en Clínica Médica y Terapia Intensiva.
-¿En qué difieren la automedicación y autoprescripción?
-Es necesario partir de la base de que los conceptos difieren sobre todo desde la práctica. La automedicación se refiere a un uso de medicamentos por parte de la persona, normalmente cuando reconoce tanto los síntomas de su enfermedad como el medicamento para combatirla, aunque no haya consultado a un profesional médico que previamente pueda diagnosticar la sintomatología que presenta. La autoprescripción es el uso indiscriminado de fármacos sin el diagnóstico ni la receta del personal sanitario. Esta práctica puede tener consecuencias negativas para la salud por más que se adquieran insumos de venta libre.
-¿Cuál es el riesgo para quienes consumen sin asesoramiento?
-Tomar medicamentos de venta libre tiene sus riesgos, aunque estos se pueden acrecentar si se opta por el consumo de un medicamento bajo receta. Hay casos en los que se puede dar un agravamiento en una infección y pueden existir efectos no previstos por desconocer todas las alternativas. Hay riesgo de toxicidad por características propias de esa droga o por interactuar con otros medicamentos que se están utilizando de manera simultánea. También, puede quedar ‘disfrazado’ un problema mayor y entonces el profesional llega tarde con un tratamiento adecuado como por ejemplo, la ingesta de analgésicos o antiespasmódicos en casos de apendicitis o de antigripales frente a una neumonía. Algo que es muy común, es la resistencia bacteriana al antibiótico por mal uso o por no ser el adecuado.
-¿Existe la automedicación responsable?
-Es un tema que pasa más por la educación que por otras cuestiones. Cuanto más educado o informado está, mejor preparada se encuentra una persona para poder discernir. Puede aceptarse aquella que se realiza con medicamentos de venta libre, para afecciones leves, por períodos muy breves de tiempo. En mi opinión, es mejor consultar siempre, pero si esto no es posible, el paciente debe estar atento a que luego de ingerir una primera o segunda dosis, si no se advierte una mejoría, debe consultar inmediatamente o acudir a un centro de salud.
En este punto, cabe destacar, que la ‘automedicación responsable’ implica el uso de un medicamento de acuerdo a las instrucciones y leyendas que aparecen en sus cajas o etiquetas, especialmente aquella que establece que ‘si las molestias persisten, consulte a su médico’. Se trata, en consecuencia, del uso informado de un medicamento que responde al derecho y la responsabilidad que tiene toda persona por cuidar de su salud en un ámbito que le es propio y que en nada interfiere con aquel que tiene el médico.
-Los farmacéuticos ¿están autorizados a prescribir?
-Los farmacéuticos tienen una tarea de gran responsabilidad, ya que son quienes deben asesorar sobre medicamentos de uso libre, controlar, incluso sustituir una marca de un medicamento con receta médica u odontológica, siempre y cuando la marca que entregue en reemplazo contenga exactamente la misma fórmula que la receta original y en conformidad con el destinatario. Si la receta tiene la leyenda ‘marca insustituible’ o ‘justificación de prescripción por marca’, no la puede sustituir. También pueden preparar las recetas magistrales en su farmacia, que son preparados de forma artesanal según receta médica.
-Por lo general en los hogares se cuenta con un pequeño stock de remedios ¿Cuáles aconseja?
-Siempre recordando que son medidas que pueden sacar del paso en lo inmediato o en caso de que una persona no pueda consultar a un médico, hay medicamentos que se pueden conservar para pequeñas dolencias en los hogares. Igualmente, insisto en este punto ya que siempre si una o dos dosis no resultan, se debe acudir a un profesional y realizar una consulta. Bajo mi criterio, los más recomendados son el paracetamol para fiebre o dolor, los antiácidos en tabletas para disolver en la boca, las pastillas de carbón por algún tipo de diarrea y también los elementos antisépticos para desinfectar heridas como el alcohol, agua oxigenada, gasas, vendas y tela adhesiva.
Los más adquiridos
Según un relevamiento realizado por el Programa de Medicamentos de Venta Libre de la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (Anmat) y la Cámara Argentina de Medicamentos de Venta Libre (CapemVeL), los medicamentos de venta libre más consumidos son los analgésicos, antigripales y antialérgicos. En general, la elección se hace en función de marcas conocidas, que transmiten confianza y garantía de calidad.
Analgésicos: son percibidos como universales y multipropósito. Es la categoría que más se compra previamente, porque las personas saben que los van a necesitar en algún momento. Su consumo es durante todo el año. Si bien por lo general es para dolores, también se utiliza ante malestar general asociado a un resfrío y en dosis más altas bajo prescripción médica. La cápsula blanda suele ser una prioridad, porque se percibe mayor rapidez de acción y más tolerancia gástrica.
Malestares digestivos: este es un rango muy amplio en el que los usuarios suelen conocer únicamente el nombre comercial del producto y en gran medida gracias a la publicidad. Incluye desde productos para el “dolor de panza”, “antiácidos”, “protectores del hígado”, para la “resaca” y “otros”. Por lo general, los consiguen previamente para prevenir una urgencia. Muchos priorizan las presentaciones que tienen un mecanismo de acción rápido y con mejor tolerancia.
Antigripales: los consumidores perciben que hay drogas de distinta intensidad según la forma farmacéutica de la presentación: algunos productos más suaves, como los tes con analgésico, y otros más fuertes como los comprimidos. A su vez, destacan algunos como “específicos”, como el jarabe para la tos. Suelen utilizarse de manera estacional. La mayoría los conoce por recomendación familiar o por la publicidad. Es una categoría que no se compra preventivamente, pero que puede estar en el botiquín porque “sobró” de una toma anterior. La elección se da mayoritariamente por marca, ya que en general no se conocen los principios activos.
Antialérgicos: si bien a que son usados por menos cantidad de gente, quienes los necesitan aseguran que son indispensables, ya que la alergia es un padecimiento muy molesto que interrumpe su rutina. Cada usuario conoce únicamente el producto que utiliza, que puede ser en comprimidos, en gotas o spray. Por lo general, comenzaron a utilizarlos por recomendación del médico, de algún conocido o del farmacéutico. Muchos los compran preventivamente porque para los que padecen alergia, su uso es bastante frecuente.
Las bocas de expendio
Para conocer el hábito de los tandilenses a la hora de recurrir a las farmacias, este Diario consultó a Romina Fernández Badaloni, profesional dedicada a la actividad.
-¿Qué tipo de medicamentos recetados se busca adquirir sin prescripción médica?
-Bueno, el común de la gente lo que busca con mayor frecuencia son los medicamentos para migrañas, analgésicos para todo tipo de dolor, antiácidos y antibióticos. En su mayoría, se venden bajo una guía médica, ya que ningún medicamento es inocuo. Por ejemplo, el paracetamol, ampliamente utilizado para quitar el dolor y bajar inflamación, puede genera daño (toxicidad hepática) si uno lo consume de manera habitual. Cuando comienza la época de frío se piden los antigripales, pero no todo el mundo los puede consumir ya que por contener descongestivos, muchos aumentan la presión arterial y por lo tanto, no son recomendables para hipertensos.
En cuanto a los antibióticos, a veces las personas se molestan cuando uno como farmacéutico no se los quiere dispensar ya que al indagar el cuadro clínico que presenta realmente, se percibe que no necesita tomarlo. La gente no tiene en cuenta que al dosificar un antibiótico de manera irresponsable, no se distingue qué bacteria atacar y ocurre un barrido con la microbiota habitual, además de generar resistencia bacteriana.
-¿Cuáles son los más solicitados dentro de los que se comercializan como venta libre?
-Los medicamentos más solicitados son sin duda los analgésicos como el ibuprofeno o el diclofenac. Luego le siguen los antiácidos que sirven para calmar los espasmos y molestias en el momento y los llevan en gotas o perlas de rápida absorción. Los chicles laxantes también tienen mucha demanda y luego, con los primeros cambios estacionales, sobre todo en otoño, los jarabes para la tos.
-Aquellos que vienen a comprar un medicamento específico, ¿lo hacen por recomendación, por influencia publicitaria?
-Mucha gente se deja llevar por la publicidad y pide ‘el de la caja roja’ o ‘el que toma tal conductor’, y uno como agente sanitario ve de manera preocupante que las personas no sepan lo que van a consumir.
En otros casos, ese consumo se debe al consejo de un conocido al que ‘le hizo bien’ sin tener en cuenta que aunque somos de la misma especie, cada organismo es un mundo distinto. De aquí, surgen que haya personas alérgicas al diclofenac o la dipirona, por citar algunas drogas. Hay que entender que lo que para uno le hace bien, no significa que tenga el mismo efecto en todos.
Por ejemplo, el hecho de consumir azitromicina para un dolor de garganta cuando no hay infección es como querer matar a una hormiga con una bazooka. A su vez este efecto genera que se acabe con la propia flora intestinal y como consecuencia, se produzcan diarreas.
Cada persona como individuo tiene que tomar conciencia de lo que ingiere porque no hay nada más valioso que saber cuidarse uno mismo.
Los medicamentos no son golosinas, no se compran en los kioscos ni comercios que no sean oficinas de farmacia. Si bien el medicamento está catalogado en nuestra legislación como un bien social en donde toda persona tiene derecho al acceso, no hay que abusar de ellos. Hay que recordar que el farmacéutico no puede prescribir, pero sí puede velar por la salud de los pacientes a través de la guía, de evacuar dudas respecto de la toma de dosis o sobre interacción con otros medicamentos. En definitiva, nuestra tarea es la de acompañar a ese paciente o aconsejar a aquel que se acerca a la oficina de farmacia.