Las defensas pidieron la absolución de los acusados del crimen de Marito

Ayer se cerró el penúltimo capítulo de la extensa crónica judicial que buscó esclarecer lo ocurrido en la madrugada del 3 de marzo, cuando Marito Maciel quedó moribundo, tendido en plena avenida Del Valle tras recibir varias puñaladas. Según el fiscal, Matías Concha y Angel Jesús Molina fueron quienes empuñaron el o los cuchillos que terminaron con la vida del joven. Por ello, pidió severas condenas. Once años de prisión para Concha por homicidio simple, y reclusión perpetua para Molina, por el agravante del homicidio con alevosía.
Aquel sólido y prolijo alegato del ministerio público ventilado, ayer encontraría la también solvente como apasionada apelación de los defensores oficiales, quienes, a sus modos y sus formas, lograron su cometido a la hora de buscar poner en crisis la prueba que cimentó la acusación. Ya la suerte procesal de los imputados está echada. Será el turno del Tribunal, integrado por los jueces Guillermo Arecha, Pablo Galli y Gustavo Echeverría, que dispuso el próximo viernes por la tarde, como instancia para dar a conocer su veredicto y eventual sentencia.
Cuatro horas demandaron las exposiciones de los defensores Carlos Kolbl y Diego Araujo, respectivamente, quienes supieron imprimirle una dinámica discursiva que atemperó las largas horas utilizadas para buscar desarmar aquel rompecabezas que supo construir el ministerio público y rearmarlo a su consideración, con la particular ponderación de la prueba producida a lo largo de las audiencias que duró el debate.
Ambos letrados, por distintas vías e incluso con el recurso de tener que apelar a la culpabilidad del pupilo que representaba el otro, concluyeron en el pedido de absolución de sus representados. Uno -Kolbl- apelando a la legítima defensa en la que incurrió Concha. Otro -Araujo- porque al decir de él no había elemento alguno para endilgarle la responsabilidad del crimen a su defendido.
De no aceptar el citado criterio, sendos defensores apelarían al homicidio en riña, cuya figura contempla una pena en expectativa sensiblemente menor a la pretendida por el fiscal y el particular damnificado.
Tras las respectivas alocuciones, aquel ánimo, humor que acompañó a los familiares de víctimas y presuntos victimarios el miércoles, con el alegato fiscal, rotaría 180 grados.
Ahora se irían de la sala los Maciel masticando bronca por lo que creen injusto por lo que expusieron los verborrágicos defensores, quienes, incluso, tampoco tuvieron empacho en decir con mucha prudencia y diplomacia que los propios Maciel ayudaron a la pesquisa, más bien aportaron a la confusión y, sobre todo, a la contaminación de los testigos.
“Aquí hubo una falta de compromiso esencial de varios vecinos en la reconstrucción de los hechos; hay además una actividad impropia por parte de algunos familiares de la víctima, que además de búsqueda del loable fin de justicia, se han encargado de incidir en varios de los testimonios”, supo inferir Araujo en su posterior alegato.
Los Concha, en tanto, conformes con el rol y la vehemencia de Kolbl para tutelar las garantías de su ser querido, quien siguió toda la jornada mirando el suelo, sin más.
Los Molina mucho más aliviados tras recibir la crudeza de la acusación fiscal. Ahora se sintieron cabalmente defendidos por un Araujo que tampoco dejó escapar detalle alguno en pos de intentar hacer trastabillar la aparente solidez de la acusación.
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Accedé a las últimas noticias desde tu emailLa legítima defensa
de Matías Concha
Carlos Kolbl fue quien dio el puntapié inicial de los alegatos, admitiendo que de su dilatada trayectoria en la que le tocó afrontar miles de causas y juicios, la que ahora estaba en debate resultó una de las más complejas. “Nunca vi algo tan enrarecido como esta causa”, infirió, a la hora de contemplar, especialmente, la calidad de la prueba, los testigos que desfilaron en la instrucción como por la sala, quienes precisamente merecieron ser cotejados por las notables variaciones, contradicciones y vacilaciones en las que incurrieron. “Hubo denodados esfuerzos de las partes para tener algo de verdad en los dichos de varios testigos”, espetó.
Al decir del abogado, hubieron tres testigos que mantuvieron la coherencia en sus dichos primeros y los expuestos en el debate: el propio acusado Concha, Kevin Cuadra y Marengo.
Va de suyo aclarar que precisamente el trío de testigos citados son los que aludieron a que Marito Maciel empuñaba un cuchillo, ergo, se cimienta la hipótesis de la legítima defensa.
Ya achacando la acusación fiscal, el defensor criticó que se endilgara a dos sujetos la muerte de una misma persona. “O lo mató Concha, o lo mató Molina”, apelando para ello al sentido de la lógica y el sentido común.
Atacando el rol de Molina en defensa de su pupilo, citó bibliografía de Dona que alude a la responsabilidad del autor y la teoría del dominio del hecho. “Será autor aquel que tiene el dominio final del hecho”, leyó, en clara pretensión de que fue Molina el de las estocadas finales y mortales.
Kolbl señaló como otra paradoja del acusador público cuando encuadró el suceso violento como una gresca entre varias personas, incluso calificándola de una pelea de pendencieros potenciados por el consumo del alcohol y las drogas. Así, el defensor, entonces, hablaría de un homicidio en riña.
Se detuvo en varios párrafos para dedicarle a las observaciones realizadas por el médico de policía, Roberto Leitao, sobre las características de las heridas que presentaba el cuerpo de Marito. Con dicha información el letrado buscó acreditar que los primeros cortes son precisamente de lo que describió Concha en la pelea, y que el resto de las heridas, las mortales, ya formaron parte de la agresión de Molina.
Kolbl arremetería luego con la testigo “estrella” del fiscal, la mujer sobre la que se pidió guardar su identidad y resultó la que categóricamente identificó a Concha, primero, y Molina, después, con el cuchillo asesino. Testigo con la cual el propio abogado mantuvo un fuerte contrapunto.
Para la defensa, la mujer incurrió en severas contradicciones e incongruencias y la cual merecía que se le abra una investigación por la comisión del delito de falso testimonio. Y allí volvió a arremeter contra la acusación, quien sí pidió investigar a Cuadra por falso testimonio, cuando en definitiva siempre mantuvo la misma versión de los hechos.
Retomando la figura subsidiaria emulada, se extendió sobre jurisprudencia y documentación sobre cómo opera la duda en una situación de riña, aunque Kolbl insistiría en su profunda convicción que Concha actuó en legítima defensa y debía ser absuelto.
Cerrando, dirigiéndose a los jueces admitió la posibilidad de que su representado haya incurrido en un exceso de legítima defensa. De ser considerado culpable por el homicidio en riña, apeló a la condena de lesiones graves, que apunta a una pena en expectativa de cinco años, cuando hace ya dos que está privado de su libertad.
Como corolario, sugirió que de ser considerado culpable bajo las figuras que él propuso, el reproche penal no justificaba que Concha estuviera un día más tras las rejas. u
El acusador, invadido por el prejuicio
Diego Araujo, en representación de los intereses de Angel Jesús Molina, se tomaría un par de horas para también desarmar el rompecabezas expuesto por el fiscal y reubicar las piezas a su criterio, desestimando en especial aquellas piezas-testigos, que en definitiva fueron los que colocaron en escena a su pupilo y, fundamentalmente, a la “extraña” testigo a la que se le concedió un trato privilegiado por encima del resto de los deponentes cuando, a su entender, resultó una mujer mendaz.
Precisamente Araujo antes de emprender la embestida que buscaría desacreditar técnicamente las pruebas de cargo, aludiría a los prejuicios que invadieron al acusador público contra Molina, por el simple hecho de ser un hombre con fama de peleador.
Subrayó con convicción que el caso (el crimen) resultaba sencillo de resolver con la primera y única imputación de Concha, pero por razones que hacen a la intervención de testigos mendaces que se fueron acomodando en el curso de la instrucción y, principalmente, en el propio debate, terminaron involucrando a Molina y transformando el hecho en muy complejo de resolver y dilucidar.
“El acusador público no pudo resolver la problemática que presentó el caso. mantuvo una hipótesis confusa, contradictoria y parcial” en pos de sostener una imputación contra Molina, en medio de una recurrente postura prejuiciosa de teñir a Molina y los suyos como gente que amenazó y atemorizó a los testigos, cuando ninguno de éstos lo manifestó en todo el juicio.
Respecto a la parcialidad del fiscal, Araujo detalló sobre la demora injustificada en la evacuación de citas. Así también se detuvo en los reconocimientos en rueda de la testigo y Concha luego de tres meses, y luego que la Cámara hiciera ver dicha circunstancia.
También subrayó la falta se evacuación de citas de hechos esenciales como la limpieza del cuchillo que admitió el mismo Concha una vez cometido el hecho en la casa de la hermana de Molina.
Dicha parcialidad, sostuvo, le hizo incurrir al fiscal en un error en la apreciación de la pericia médica de Leitao y en su declaración testimonial, la cual analiza de modo claramente insuficiente.
Sobre las contradicciones, el defensor dijo que la acusación se sustentó en que Concha le dio al menos una puñalada a Maciel, pero Araujo se preguntó sobre qué base. Y se respondió que obviamente por la declaración de Concha, aunque sin embargo refiere que descree en la versión de la legítima de defensa porque Maciel tenía las heridas en la espalda, para luego afirmar que le cree a la testigo “estrella” cuando afirma que le dio las puñaladas a Concha por la espalda.
Otro de los tantos cuestionamientos esgrimidos por el defensor fue referente a la producción de las heridas a Maciel, por la que el fiscal explicó que a su criterio estando frente a frente no le podía causar las heridas en la espalda, sin embargo en la pelea intervinieron varios protagonistas en contra de Maciel, lo que lo obligaba a mantener distintas posiciones necesariamente, y que además en el desplazamiento de la pelea desde calle Lisandro de la Torre hasta la vereda de enfrente “es natural y hasta esperable que también asuma posturas corporales diversas”.
Las mentiras de Concha
Araujo no escatimó en criticar y poner en crisis la credibilidad de los dichos del imputado Matías Concha. A su entender, aquellas manifestaciones acomodaticias en el transcurso de la instrucción y el juicio, fueron producto de la necesidad procesal de autoexculparse del hecho que se le endilga, “pretendiendo acomodar en forma infantil su versión a la de la mujer testigo, en su calidad de testigo privilegiado que detentó durante el desarrollo del debate al poder presenciar las manifestaciones de los deponentes, sin embargo contradecirla en lo que a su responsabilidad le cabe”.
Sobre la mendacidad de Concha, el defensor citaría a la Sala Penal del Superior Tribunal de Justicia de Córdoba, en causa Pérez Aragón Raúl Alberto sobre Asociación Ilícita”, en la que dijo que “(…) en relación a los dichos inculpatorios de un imputado respecto de otro, se discute acerca del significado probatorio que puede otorgársele, advirtiendo sobre su peligrosidad o su escaso valor conviccional, cuando quien formula la declaración lo hace para excusar o aminorar su responsabilidad penal. Para que el llamado en codelincuencia adquiera verdadera gravitación en el proceso penal, se necesita la concurrencia de requisitos, tales como que el imputado denunciante con sus dichos no trate de atenuar su propia responsabilidad y menos aún excluirse de la imputación. Y aún en el caso de que se den estas circunstancias, ese llamado “en codelincuencia‟ requiere de hechos positivos e independientes que la corroboren.”
Para desacreditar la presunta credibilidad del relato de Concha, Araujo dedicaría varios minutos para desgranar las distintas versiones –tres- que fue dando el imputado a lo largo de la instrucción, agregando información que, al entender del defensor de Molina, lo hacían para exculparse de su responsabilidad y endilgarle a su “colega” toda la culpa.
La testigo clave
Severos reparos mantuvo la defensa también para desacreditar a la testigo clave que sostiene la acusación fiscal, sobre la cual Araujo se encargó de decir a los presentes que no era una testigo de identidad reservada (se mantuvo en reserva su identidad por pedido expreso del ministerio público) y que se tuvo un trato preferencial, privilegiado por sobre el resto de los testigos.
Al respecto, Araujo se preguntó de qué tenía miedo la testigo, cuando se presentó espontáneamente. Declaró con total libertad frente al fiscal, con todas las garantías de cualquier testigo y más, siendo su testimonio claramente incriminante.
Luego reprodujo su testimonio en los reconocimientos en fila de personas, señalando a personas en forma específica.
Araujo subrayó que nunca recibió amenazas. Nadie la agredió, ni la intimidó de ninguna manera.
Por otro lado describió que no se la vio nerviosa en el debate, ni con miedo alguno.
Tampoco obvió señalar lo que sostuvo la Cámara con relación a la mujer. Que “era poco creíble porque relató un grupo desmedido de personas golpeando sólo a una; reconocimiento en fila de personas fue menguado en su valor convictivo; reconocimiento de personas ajenas a la pelea; contrapunto con el testimonio de Villalba; sin embargo se destacó que ambos son contestes que el agresor se retiró en moto”.
Para el defensor, la declaración de la mujer no resultó apta para acreditar el homicidio calificado por alevosía, y tampoco para acreditar la existencia del delito de homicidio simple respecto de Angel Jesús Molina.
Asimismo, buscando desestabilizar los dichos de la testigo, indicó su vinculación con la familia, y la notable publicidad del caso en los medios que “la contaminaron decisivamente para afirmar conceptos que no fueron nunca parte de su patrimonio”. u
Alevosía
Uno de los tópicos que Araujo refutó versó sobre la alevosía que alegó el fiscal y que complican sensiblemente la situación procesal de su defendido. Al respecto, el letrado aclaró que quedaba fuera de la agravante el ataque que no fue solapado sino sólo fruto de la alteración del ánimo, de un impulso espontáneo, del puro temor, de la dinámica de una pelea previa, o de la acción de un ebrio.
“Es importante aquí entonces contextualizar la situación de esa gran pelea que se generó entre varias personas, la acción agresiva recíproca, de varios integrantes por lado, la violencia desplegada con golpes de puño, cintazos, patadas, y aún utilización de cuchillos; con más la propia dinámica que implica el tumulto que se ha visto ilustrada en el debate por los testigos como el permanente desplazamiento de la pelea de un lado hacia el otro”, alegó Araujo.
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Más de 142 años escribiendo la historia de TandilEste contenido no está abierto a comentarios