Maru
Por Marcos Gonzalez
(marcosggonza@gmail.com)
"Yo necesito saber qué ha sido de mi hija. Mis deseos de abrazarla, de oírla, de verla, tienen la misma intensidad desde ese primero de diciembre del 76. Hoy oigo pasos en la escalera y aún me digo `¿y si fuera?`. Pero también está la necesidad cada vez más grande de saber qué fue de ella, dónde está lo que pudo quedar de ella, por eso les pido ayuda a todos… Les pido ayuda a todos por favor, ayúdenme a saber, a encontrar. Nada más".
(marcosggonza@gmail.com)
"Yo necesito saber qué ha sido de mi hija. Mis deseos de abrazarla, de oírla, de verla, tienen la misma intensidad desde ese primero de diciembre del 76. Hoy oigo pasos en la escalera y aún me digo `¿y si fuera?`. Pero también está la necesidad cada vez más grande de saber qué fue de ella, dónde está lo que pudo quedar de ella, por eso les pido ayuda a todos… Les pido ayuda a todos por favor, ayúdenme a saber, a encontrar. Nada más".
La voz de Eva Fanjul de Sanllorenti se quebró. Los jueces de la Cámara de Apelaciones platense guardaron un prudencial silencio ante el sollozo de esta mujer que, en febrero de 2000, daba testimonio sobre la desaparición de su hija María Eugenia Sanllorenti.
Maru tenía 23 años cuando fue secuestrada en La Plata. Cursaba el cuarto año de arquitectura. Allí había conocido a Carlos, con quien se casó. Tuvieron un hijo, Manuel, que nació 16 días antes de la desaparición de su mamá.
Eva Sanllorenti nunca va a olvidar aquellos días de noviembre del 76. Había viajado a La Plata para estar con su hija y conocer a su nieto. Antes de regresar a Tandil se despidió con esa resignación -que nunca llega a ser tal- de dejar a una hija que ya ha emprendido su propia vida, que ya era madre.
Pensó, pero no se atrevió a decírselo. Sólo lo pensó: "¿cuándo volveré a verte, Maru?".
María Eugenia fue al Jardín de Infantes 901, de calle Maipú. Terminó la primaria en la Escuela 1 y paralelamente al bachillerato que cursó en el turno mañana de Normal, aprendió artes visuales en el Museo de Bellas Artes.
Su vocación era la arquitectura; su destino, La Plata; sus ganas, cambiar el mundo, hacerlo mejor. Y como tantos chicas y chicos de los setenta encontró en la militancia el camino para lograrlo.
En la facultad integró la Juventud Universitaria Peronista, donde además de la política encontró el amor. La palabra compañero tuvo en Carlos su acepción más completa: la del que comulga con las ideas y la del que comparte el pan, las noches, los días, las luchas.
La vida misma.
El año 76 llegó con el presagio de que aquel mundo mejor de los ideales estaba cada vez más lejos. Pero, a su vez, también vino con la esperanza de la vida. Traer un chico al mundo es siempre una apuesta al futuro. Y en el vientre de Maru comenzó a crecer esa promesa.
Se llamó Manuel y nació en noviembre de ese año.
La tarde del 1 de diciembre, Maru terminó de amamantar a su hijo y salió a hacer las compras. Nunca más se supo de ella.
Con el paso de las horas, Manuel comenzó a sentir la ausencia de su madre, su alimento. Carlos, el papá, intentó calmarlo con una mamadera de leche de sachet. El bebé hizo una reacción y hubo que llevarlo al hospital. Cuando el médico que lo atendió escuchó la historia, hizo lo suyo: salvar vidas. Le aconsejó a Carlos irse con su hijo inmediatamente. Salir de La Plata y buscar un lugar seguro. Ambos se refugiaron en el hogar familiar de Olavarría. Allí se salvaron.
Tres días más tarde, Eva Sanllorenti recibió la noticia de la desaparición de su hija. Sin pensarlo viajó a La Plata. Encontró la casa de Maru saqueada y comenzó su peregrinar por comisarías, dependencias militares, juzgados, organismos internacionales.
Durante 35 años transitó el duelo eterno de no saber qué había pasado con su Maru. Temiendo lo peor, pero fantaseando con los pasos en la escalera.
Hace algunas horas, la Justicia confirmó que uno de los siete cuerpos sepultados como NN en los cementerios de San Martín y Vicente López y hallados entre 2002 y 2007, era el de María Eugenia Sanllorenti.
Por esas extrañas coincidencias -o más bien por nuestro calendario plagado de aniversarios de horrores y desgracias-, la noticia trascendió a pocas horas de recordarse La Noche de los Lápices, que se conmemora hoy.
Por Maru y por Eva, por Manuel y por Carlos, por los que están y por los que no están, por los que hay que seguir buscando, Nunca Más.
Más de 142 años escribiendo la historia de Tandil
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