Más testimonios buscaron avalar los indicios contra las dos acusadas del asalto a Marzocca
Como se detalló, Paola Carrosio (hija de la empleada doméstica de la familia damnificada) y Ninosca Arias Agüero quedaron sindicadas como las dateras del los asaltantes, quienes ayer sentadas en el banquillo de los acusados escucharon nuevos testimonios aportados por la fiscalía, que busca acreditar su responsabilidad penal.
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De dichos testimonios, los más relevantes resultaron los de otras dos mujeres. Una, la ex pareja de uno de los jóvenes que dijo que recibió la propuesta de Ninosca para cometer el ilícito. La otra, la madre de Paola Carrosio, quien trabajó por una década en la casa asaltada como empleada doméstica.
El resto, declaraciones de otros protagonistas colaterales de una causa que, se insiste, está plagada de indicios, cabos atados por el fiscal Marcos Egusquiza, que intenta convencer al juez Pablo Galli que la sumatoria de todos terminan siendo prueba suficiente para endilgarles el delito enrostrado, partícipes primarios del “Robo agravado por el uso de arma sin aptitud, en poblado y en banda con efracción”.
El primero en prestar declaración fue el policía Relli Tifner, quien en los días del suceso se desempeñaba como servicio de calle de la comisaría Primera.
El policía relató sobre su intervención. El haber concurrido a la casa asaltada y entrevistarse con una de las hijas del matrimonio Marzocca, quien le refirió sobre las sospechas sobre Carrosio, siendo que llamativamente había pasado por la farmacia durante aquella jornada, como así también podía tener conocimiento del dinero que el matrimonio guardaba en el ropero bajo llave.
Tifner reseñó sobre una recorrida que esa misma noche hizo con la hija de los Marzocca y que observaron, pasada la medianoche, que el auto de la ya sospechada ingresaba a la casa. Luego, corroborarían con las imágenes de las cámaras del club Talleres -a metros de la casa asaltada- que se trató del mismo auto: un Fiat Spazio color rojo.
También declaró frente al juez Diego Ruffa, amigo de Carrosio y su pareja, quienes le presentaron a Ninosca, a quien le vendió primero una moto, luego un auto y luego otro.
Precisamente el interés del fiscal fue saber en qué momento le vendió dichos vehículos. Antes o después del asalto ventilado, con la clara intención de demostrar que la sospechosa contó con un dinero extra que antes no poseía, bajo la conjetura que dicho dinero podría haber provenido del millonario atraco a los Marzocca.
El testigo no pudo -o no quiso- brindar precisiones de las fechas pretendidas por el ministerio público.
La delatora
Luciana Núñez fue una pieza clave del expediente que ayer debía ratificar lo expuesto oportunamente. Se trataba de la mujer, ex pareja de uno de los hermanos Fontes, que confió a la pesquisa que ellos habían recibido la propuesta de Ninosca para cometer el asalto en cuestión.
No sin esfuerzo e insistencia de las partes recordó, a medias, aquellas conversaciones que protagonizó. Primeramente confió que en verdad dicha propuesta no la había escuchado personalmente, sino por dichos de su ex. Que sospechaba de algo raro siendo que cuando ella ingresaba a la casa, ellos -su pareja y Ninosca- dejaban de conversar o lo hacían susurrando.
Dicha reseña motivó insistentes preguntas y repreguntas de las partes como del propio magistrado, lo que mereció incluso un tenso cruce de opiniones entre el defensor Diego Araujo y el propio juez Pablo Galli, siendo que al entender del represente de una de las acusadas el magistrado con sus preguntas iba más allá del rol de imparcialidad que le compete. Galli no se quedaría atrás en el entuerto y hablaría de intervenir con preguntas aclaratorias que buscaban acercarse a la verdad.
Más allá del debate meramente técnico e interpretativo de los actores judiciales, la insistencia en la requisitoria hizo que finalmente la mujer reconociera que escuchó, cual murmullo, una de las conversaciones en la que Ninosca refería a una casa en la que había mucha plata.
La testigo también confió que frente a la posibilidad que su pareja cometiera el ilícito ella lo amenazó con que lo iba a “mandar al frente” con la policía. Es más, aquel día del atraco, temiendo que igualmente lo podía cometer, le hizo tomar una pastilla para dormir.
Luego también referiría por comentarios de terceros e impresiones suyas, sobre cierta mejora económica que evidenció Ninosca tras perpetrado el asalto, como por ejemplo avanzar significativamente en la construcción de su casa o adquirir un auto. Así también haber oído de parte de otros vecinos el intenso movimiento que hubo aquella noche del atraco en la casa de la sospechosa.
Como otros tantos testigos, también afirmó que tras el suceso delictivo el hijo mayor de Ninosca dejó la ciudad con rumbo desconocido, todo bajo la hipótesis del fiscal que pudo haber sido uno de los autores del robo a mano armada.
Sus dichos primeros y posteriores, con sus contradicciones a cuestas, merecieron más de un reproche de las partes, incluso el defensor particular Claudio Castaño amenazó con la posibilidad de iniciarle una denuncia por falso testimonio.
Sin más, a la espera del comparendo de la madre de una de las acusadas (ver aparte), el juez dio por culminada la audiencia, resolviendo un cuarto intermedio hasta el próximo martes, tiempo de más testimonios por escuchar, aportados por las respectivas defensas y la posibilidad de arribar a la exposición de los alegatos.
Una madre despechada con sus ex empleadores
Con la salvedad de que no podía declarar contra su hija, María Graciela Rodríguez expuso en la sala de debate su experiencia laboral en la casa de los Marzocca, como así también buscó desligar a Paola de un suceso que hasta aquí el fiscal la cree como responsable.
Recordó que trabajó por una década en la casa de la familia, primero en el country y luego cuando se mudaron a la casa asaltada de la calle Alsina. Que su hija sólo trabajó allí cuando la reemplazaba y los sábados, hasta el primer sábado de noviembre. Luego nunca más estuvo por la vivienda.
Confirmó que el día del robo ella había viajado por cuestiones personales y que se enteró a la vuelta de lo ocurrido.
Luego de explayarse ampliamente sobre su relación laboral y contractual con sus empleadores, sobre lo que dejó en evidencia cierto encono o resentimiento por cuánto ganaba, luego reconocería que hasta el momento del hecho tenía un buen trato tras tantos años de trabajo y que lo mismo pasaba para con su hija.
De todas maneras lanzaría sus preguntas al aire sobre el robo, pretendiendo dejar un halo de sospechas sobre qué y quiénes pudieron haber sido.
“¿Cómo no se dieron cuenta que había alguien adentro? ¿Por qué no pusieron la alarma? Eso me extraña mucho…”, expresó a modo de conjetura sobre una posible complicidad de algún integrante de la familia (principalmente una de sus hijas) para con el cuantioso faltante.
Recordaría luego que dejó de ir a trabajar frente al hostigamiento que sufría, ya que la familia insistía en la autoría de su hija. Asimismo, afirmó que ni ella ni su hija sabían del dinero que tenían guardado la familia, y mucho menos dónde.
Sí reconoció la amistad que tenía su hija con la otra co imputada y que en alguna oportunidad ella le pidió -vía mensaje de texto- que Ninosca en su rol de “vidente” le tirara las cartas para saber si sus empleadores le iban aumentar el sueldo.
Descartó que le haya pedido a la “vidente” hacer “un trabajo” en la casa, contradiciendo así lo que las imputadas oportunamente declararon en la pesquisa. Detalle que tomó muy en cuenta el fiscal. Cabe consignar al respecto que a la hora de responder sobre el dibujo del plano de la casa que habían confeccionado, respondieron que era para hacer un trabajo “espiritual”.
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