Necrológicas
JUAN ANGEL BARRAGAN
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Accedé a las últimas noticias desde tu emailEl pasado domingo 2 del corriente falleció Juan Angel Barragán, de 76 años de edad, tras soportar los procesos de una prolongada enfermedad.
Juan nació en Ayacucho el 19 de junio de 1936, desempeñando durante muchos años su actividad laboral en tareas rurales; para luego radicarse en esta ciudad percibiendo su merecida jubilación.
Había conformado su familia junto a su esposa Julia Brackman, sus hijos Jorge, Stella, Ceferino y Pablo; su yerno Abel Ramírez y sus nietos Ezequiel, Franco e Iván, quienes lo recordarán por siempre con mucha alegría. ¡Papá estarás siempre en nuestro corazón, te amamos!
Sus restos, previo velatorio, recibieron inhumación en el Cementerio Municipal.
ATILIO ISAAC CHACON
Con hondas muestras de pesar y tristeza fue recibida la noticia del fallecimiento de Atilio Isaac Chacón, un querido y respetado hombre que contaba con 81 años de edad.
Atilio nació en Coronel Pringles el 29 de marzo de 1933; luego vivió varios años en Azul hasta que se radicó en esta ciudad.
De profesión transportista, muchos fueron los años que recorrió kilómetros tras kilómetros viajando sin descanso. Abuelo alegre y generoso, infaltable al asado de los domingos que compartió junto a su hijo, nietos y bisnietos, contando anécdotas pasadas.
“¡Abuelito, cómo te vamos a extrañar!”
Sus restos, previo velatorio, recibieron inhumación en el Cementerio Municipal.
Dedicatoria:
“Abuelito querido:
La fuerza divina es cómplice tuya
que vence a la enfermedad.
Abuelo y padre te has ganado respeto,
ejemplo viviente de fuerza cabal.
de sangre, de estirpe valiente,
ése es mi abuelo un ser ideal.
Sólo tú sabes lo que llevas por dentro,
si es dolor o felicidad,
abuelo querido te quiero y respeto,
tan sólo yo tomo tus manos cansadas,
abuelo querido yo debo decirte,
que vives por siempre en mi corazón.
Abuelo querido, yo llevo tu nombre
que por siempre en la vida
sabré respetar.
Hijo y nietos: Luis, Graciela, Natalia, Luciana, Agustina, Bernardita, Fernanda, Marcelo y Mariano; bisnietos: María Emilia, Lautaro, Victoria, Benjamín y Joaquín”.
CARLOS ISAAC OLMEDO
Cuando contaba con 67 años de edad, el pasado viernes 31 de mayo se apagó la vida de Carlos Isaac Olmedo, causando dolor y angustia entre sus seres queridos.
Carlos nació en Los Cajones (San Luis) el 20 de septiembre de 1945; allí fue criado por sus padres hasta los once años en que debió salir a trabajar, para mantener a sus seis hermanos menores, junto a su hermana mayor tras quedarse sin papá.
Para ganarse la vida recorrió varias provincias, entre ellas Entre Ríos, donde conoció a Delia García, su ex esposa, con quien tuvieron sus cuatro hijas mujeres.
Ya separado, trabajó durante 14 años en la estancia Bella Vista como parquero, retirándose luego por problemas de salud y tras lograr su merecida jubilación se vino a Tandil para vivir junto a su hija Claudia, su yerno Sergio y sus tres nietas: Antonella, Mariela y Jesica, donde estuvo seis años, para después partir tranquilo y en paz en la presencia de Dios.
“Lo recordaremos por siempre, sus hijas, nietas, yerno, hermanos y sobrinos”
Sus restos, previo velatorio, recibieron inhumación en el Cementerio Municipal.
JOAQUIN RAUL AREGAY
El pasado sábado 25 de mayo falleció Joaquín Raúl Aregay, un querido y respetado hombre que contaba con 81 años de edad.
Joaquín nació en Rauch el 6 de enero de 1932; desde muy joven desarrolló su actividad laboral como molinero y trabajos de campo; se radicó en Tandil y estuvo relacionado con el turf.
Actualmente, ya jubilado, vivió junto a su madre de 104 años de edad.
Sus familiares y amigos lo recordarán con cariño ¡Que descanse en paz!
Sus restos, previo velatorio, recibieron inhumación en el Cementerio Municipal.
HILDA MAGDALENA VALLEJOS de POGORZELSKI
“Mami, Abu, Chichita, Hilda: cuando oías cualquiera de estas palabras, te ponías en acción. Siempre dispuesta a lo que los demás necesitasen; como cuando desde pequeñita, ayudabas en el tambo antes de ir a la escuela en el sulki de la familia con tus hermanos.
Siendo la mayor de los cinco hijos de Micaela y Juan, la cocina siempre fue uno de tus fuertes e hiciste de ese sitio el lugar desde donde construiste el centro de tu reinado.
Hermanos, hijos y nietos jamás dejarán de extrañar el olorcito a salsa casera y los ñoquis del domingo.
Desde muy jovencita tus habilidosas manos daban vida a los más bonitos trajes de novia que se hacían en Tandil. No dejabas de soñar con el día en que fueras vos quien lo pudiera lucir. Solo faltaba conocer al hombre que te llevase de su mano al altar.
Así conociste a tu compañero de toda la vida, Ricardo Esteban Pogorzelski, quien compartió más de cuarenta años de lucha, hijos, nietos y hasta fuiste bendecida con bisnietos.
Tus tres hijos llevaran de por vida tus enseñanzas y valores que siempre respetaste.
75 años no pueden resumirse en pocas frases que expresen lo que fuiste para muchos en esta vida, pero fueron más que suficientes para que te recuerden con cariño y respeto. Caminar por la vida te llevo a tropezar muchas veces pero otras tantas tuviste la fuerza para volver a empezar. No pocos te recordaran como alguien dispuesta a tender su mano cuando un familiar o amigo lo necesitaba. Tu carácter explosivo y vehemente tiñeron tus días, esto nos permitió que en el resumen de tu vida, todos sacáramos una enseñanza imprescindible, una actitud destacada para copiar, un guiño cómplice cada vez que no sabias como hacernos olvidar los problemas del día anterior.
Es muy difícil expresar en palabras lo que fue alguien que te genera tantas emociones juntas, de quien nunca quisieras despedirte, sin embargo sabemos que debemos soltarte para que puedas seguir tu camino, éste es sólo un desvío que nos mantendrá alejados físicamente por algún tiempo pero seguiremos caminando por esta tierra -quienes tuvimos la oportunidad de recorrer algún tramo con vos- sabiendo que las 4 palabras iniciales no te definen, ni harán que te recuerden, sino que todo lo que hiciste y nos diste en este tiempo permanecerá por siempre en los que te conocimos y disfrutamos tu cercanía. Por todo esto sólo podemos simplemente decir: ¡Gracias, hasta pronto!”.
Sus restos, previo velatorio, recibieron inhumación en el Cementerio Municipal.
TERESA ANGELICA SCORNAIENCHI de FAGGIONI
Cuando contaba con 92 años de edad, el pasado miércoles 22 de mayo se apagó la vida de Teresa Angélica Scornaienchi de Faggioni, causando un gran dolor entre familiares y amigos.
Fue madre de Alberto y Olga, a quienes les brindó todo su amor. Abuela de Claudia, Graciela, Gustavo, Maximiliano y Mariano; además, tuvo la suerte de disfrutar a sus bisnietos y estar lúcida hasta sus últimos días.
Su objetivo en la vida era ver a su familia siempre unida. Sus últimos cuatro años recibió la contención, amor y cariño del geriátrico “El Angel” que la cuidaron con mucho amor y hoy la recuerdan.
“Abuela: siempre te recordaremos aunque hoy ya no estés. Quedan entre nosotros recuerdos que nunca olvidaremos.
Que descanses en paz y desde el Cielo guíanos siempre”.
(Tus hijos, hija política, nietos y bisnietos).
Sus restos, previo velatorio, recibieron inhumación en el Cementerio Municipal.
NILDA ZULEMA BUSCICCHIO de ANDUJAS
“Viejita: el domingo 26 de mayo te fuiste dejándonos a tus hijos y nietos con un profundo dolor. Nos dejaste para ir al lado de tu viejo que tanto extrañabas.
Tus hijos: Jorge, Julio, Tino, Alejandra y Marcela te aman y no te olvidaremos jamás. Fuiste una mamá ejemplar, nos llenaste de amor y cuidaste siempre, rezando para que nada nos pasara.
Mamita sabemos que junto a papá nos van a seguir cuidando ¡Los amaremos por siempre!”.
Sus restos, previo velatorio, recibieron inhumación en el Cementerio Municipal.
HORACIO NICOLAS BRONZOVICH
A la edad de 72 años, el pasado viernes 24 de mayo falleció Horacio Nicolás Bronzovich, causando dolor y tristeza entre sus seres queridos.
“Bronzo”, como lo llamaba todo el mundo, nació en Tandil el 3 de agosto de 1940; era hijo de Nicolás Bronzovich y María Malinarich; pasó sus primeros años en Cantera San Luis, donde cursó la escuela primaria junto a sus hermanas Clotilde “Porota” e Isabel.
Ya adolescente inició el secundario en la Escuela Fábrica, pero a raíz de ser sostén de hogar debido a la ceguera accidental de su padre, comenzó a trabajar en distintas actividades relacionadas principalmente a los talleres mecánicos.
A los 23 años se casó con el amor de su vida, Delia Márquez, con quien tuvo dos hijos: Silvia Cristina y Daniel Horacio. Trabajó en Metalúrgica Tandil durante siete años y en Buxton durante 25.
Lamentablemente su compañera lo dejó muy joven y a partir de ese momento siguió adelante con el apoyo de sus hijos políticos (Daniel Lemma y Andrea Conforti), y sus nietos Aldana, Bruno, Iara, Florencia e Ivo.
Sus últimos años laborales fueron como remisero, actividad que realizó hasta que alcanzó su merecida jubilación.
Terminó su vida junto a su actual compañera Delia González y su hijo Guillermo Rodríguez, hasta su imprevista y sorpresiva despedida de este mundo.
Párrafo aparte merece la actividad deportiva que desarrolló: las bochas, deporte que no sólo compartió juegos con su hijo, a quien le inculcó esta actividad tan sana, sino también le sirvió para cosechar infinidad de amigos con los que vivió hermosos momentos.
A pesar del dolor recordamos de él sus anécdotas que fueron varias y casi todas terminan provocando una sonrisa.
Cascarrabia, Rezongón, de carácter fuerte, pero por sobre todo un buen tipo que supo ganarse el afecto de gran cantidad de personas que hoy lamentan su partida.
Descansa en paz Bronzo… te vamos a extrañar pero te recordaremos con el esbozo de una sonrisa en los labios. Tu familia”.
Sus restos, previo velatorio, recibieron inhumación en el Cementerio Municipal.
JOSE ALBERTO COTABARREN
“Te fuiste Abuelo, pensar que el sábado pasado había ido a tu casa a dormir y estabas bien.
Te extraño mucho, pero sé que vas a estar bien, estabas sufriendo mucho, con tus piernas y con esa úlcera de mier… que te estaba matando.
Fuiste y serás un abuelo muy bueno, la mejor persona del mundo, un abuelo con todas las letras. Gracias por acompañarme en todos los momentos, buenos y malos.
Siempre estuviste ahí para darme tu mano y ayudarme. Te amo con toda mi alma.
Voy a extrañar tus churrasquitos y los caramelos de todos los mediodías, llevarme el jugo y después comer todos juntos con la abuela.
Pasaste por mucho y te las bancaste. Me despido con mucho amor y sé que vas ayudar desde allá arriba. Y no es un adiós, es sólo un hasta luego.
¡Te amo! Tu nieta Jazmín y toda tu familia. Te extrañamos mucho.
Sus restos, previo velatorio, recibieron inhumación en el Cementerio Municipal.
JULIA OLGA VALLS de FRONTINI
Cuando contaba con 88 años de edad, el pasado miércoles 22 de mayo, falleció Julia Olga Valls de Frontini, dejando dolor y tristeza entre sus seres queridos.
Julia nació el 18 de octubre de 1924 en Rauch y desde muy chica se vino a vivir a Tandil con sus padres y hermanos.
En plena juventud contrajo matrimonio con Armando Frontini y tuvieron tres hijos: Daniel, Juan Carlos y Marta, quienes le regalaron la alegría de disfrutar de diez nietos y cinco bisnietos.
Terminó sus días rodeada de todos ellos, especialmente durante el año que estuvo enferma, siempre la acompañó el más auténtico amor.
Sus restos, previo velatorio, recibieron inhumación en el Cementerio Municipal.
MANUEL VICTORIO CAAMAÑO
“Un hombre con todas las letras, como pocos… trabajador incansable desde chiquito, que con su personalidad fue más que un gran esposo.
Fue un guardián para mami, fue más que un excelente padre y proveedor. Fue un maestro para nosotros, sus hijos. Nos enseñó a valorar y cuidar lo que tenemos, a ser honrados, a tener palabra, ser trabajadores, en fin, quería que fuéramos buenas personas como él lo era.
El mismo construyó su casa, todo su hogar para la familia, que resultó ser muchísimas veces el refugio de incontables familiares y amigos para quienes también fue su padre, desviviéndose por atenderlos, sin jamás resultarle una carga, siempre lo hizo con gusto y generosidad, autosuficiente para todo. No permitió que nada nos falte. Y no sólo eso, siempre tuvo para los demás y aún sin que le pidieran ayudaba.
Sin duda, todos recordaremos con gratitud y cariño haber recibido “una mano” de papi, o del “Negro”, o del abuelo, o del tío, o de Caamaño, como sea lo que evoquemos.
Impecable, ordenado y prolijo, bondadoso, amable y servicial, hospitalario. Disfrutó de dar de sí mismo para hacernos felices a todos.
Nos hará mucha falta, no hay dudas, pero nos quedan más recuerdos, nos dejó valores que quienes lo amamos, procuraremos atesorar, defender y enseñar como su legado”.
Sus restos, previo velatorio, recibieron inhumación en el Cementerio Municipal.
Cristina Fregossi
Hija de Carlos Fregossi y Estela Beux, Cristina había nacido en Capital Federal en 1936, pero llegó de muy chiquita a Tandil, donde su padre había sido designado gerente de la recientemente inaugurada casa Saint Hnos.
Cuando apenas salía de la adolescencia conoció a Francisco Dal Dosso, un técnico civil de la Base Aérea y reconocido volovelista, con quien se casó y tuvo dos hijos: Marcelo y Pablo. Pero cinco años después una enfermedad incurable se llevó a su esposo.
En los años sesenta ingresó como secretaria al Museo Municipal de Bellas Artes sitio en el que trabajaría durante muchísimos años.
Allí conoció a Jorge Enríquez, notable acuarelista de la ciudad, con quien se casó en 1964 para convertirse, ambos, en una pareja inseparable a la que era frecuente cruzar paseando en bicicleta por los paisajes tandilenses.
Con los años, Cristina se convirtió en secretaria, profesora y directora de la Escuela de Artes Visuales Nº 1, donde se ganó el aprecio de sus compañeros de trabajo y de los muchos niños y jóvenes que pasaron por las aulas como alumnos suyos.
El 1 de enero de 1997, luego de un diagnóstico tan sorpresivo como cruel, perdió a su esposo y gran compañero. Pero ella, habituada a las grandes batallas, decidió no caer.
Así, también, enfrentó varias enfermedades que, lejos de arrinconarla en su hogar, la impulsaron a seguir adelante, siempre coqueta y llena de gestos amables.
Caminaba Cristina veintidós cuadras por día (porque las tenía contadas), recorrió hermosas ciudades de Europa cuando nadie pensaba que podía hacerlo, se emocionó con el viaje soñado por su propia madre, de origen francés; y estableció con decisión el estandarte de disfrutar la vida.
Ese espíritu tan especial también se vio reflejado en sus artículos en la revista Tiempos Tandilenses donde actualmente publicaba los coloridos recuerdos de su vida en el Tandil de los años 40, 50 y 60.
Hace tres años falleció su hijo mayor, Marcelo. Un suceso demasiado difícil de soportar. Pero con ese dolor a cuestas hizo todo lo posible para seguir. Y siguió Cristina hasta donde su desgastado corazón lo permitió. Dio la batalla final el 28 de mayo y se fue como una verdadera luchadora.
Pero su pequeña y hermosa figura, y su dulce manera de ser siempre vivirá entre todos nosotros.
Cristina, la belleza del adiós
La acogedora casa amarilla de la calle Alsina no ha quedado sola. En las salas, en cada habitación, en la cocina, en el patio y en ese enorme jardín, el del sauce prologado por macetones y enredaderas, sigue estando ella, la hermosa Cristina que luchó hasta el final, como siempre y como nos tenía acostumbrados.
Su vida no fue un lecho de rosas, perdió dos esposos y un hijo, pero la empecinada gladiadora era de una dulzura indestructible, algo que se reflejaba todos los meses en esos amables y coloridos recuerdos que publicaba en Tiempos, la revista que la tuvo como colaboradora multifacética desde el vamos, hace diecisiete años.
“No hay que quedarse encerrado”, decía ella frente a las complicaciones, la adversidad y las tristezas. Y cumplía con la palabra. Por eso su pequeña figura, yendo aquí y allá, dando cada paso apoyada en su bastón, se había convertido en cotidiana por las calles de la ciudad.
La infatigable Cristina, que se llevaba tan bien con el arte, vivió la época dorada de los pintores tandilenses, nutrida legión de los años sesenta a la que pertenecía su segundo esposo, el notable acuarelista Jorge Enríquez.
Por muchos años había sido secretaria del director del Museo de Bellas Artes, don Ernesto Valor y por eso también recordaba al viejito Antonio Santamarina cuando se aparecía enfundado en sus pijamas por las salas del museo para vigilar dónde se ubicaban los cuadros por él donados.
Cristina tenía un espíritu joven que, en los últimos años, la engañosa fragilidad de su figura no reflejaba con justicia. Pero, cada día, a las diez de la mañana, luego de pintarse los labios y ponerse dos toques de Flowers, de Kenzo, ella abría la puerta de calle para salir a ese otro mundo de compras y encuentros casuales que tanto disfrutaba más allá del hogar.
Su próxima nota en Tiempos iba a ser sobre los sirvientes que vivían en la planta baja de la casona de Manochi, mientras las niñas del barrio tomaban sol en los jardines de la terraza. “Las chicas iban con sus shortcitos cortos, como se usaban a fines de los años 40”, me anticipó no hace, aún, tantos días.
Había recibido por entonces un llamado telefónico desde Buenos Aires. “Vos no vas a creer quién está hablando”, le dijeron. Era una de las hermanitas Salsamendi, a las que ella había mencionado en su nota sobre Lucía Espósito, la sirvienta de aquella familia que prácticamente crió a las niñas. “¿Sabés que cuando yo era chica nunca entendí muy bien qué era Lucía de nosotras?”, le comentó entre risas Graciela Salsamendi, emocionada por el artículo que acababa de leer. “Te quería decir que Lucía murió muy viejita, a los 91 años y está en la bóveda de la familia Azcue”, le contó Graciela, hermana de Silvia, la mamá de Carlitos Azcue.
Todas estas cosas movilizaba Cristina con sus artículos de Tiempos.
Y eso era posible porque ella era así: una amante de la vida que combatía todos sus dolores y tragos amargos, con gestos amables y dulces sonrisas.
Quizás, también por eso, su pérdida, tan sensible para todos nosotros, pueda contrarrestarse con esa presencia tan cálida, que sólo el alma puede percibir ahora.
“Siempre voy a estar con vos”, me dijo. Y así será, querida, hermosa y dulce mamá que tuve la gran fortuna de tener.
Espero que tus queridos Marcelo y Jorge, y tu propia mamá te hayan recibido felices en ese misterioso espacio en el que algún día nos volveremos a encontrar.
Pablo Dal Dosso
Sobre el autor
Más de 142 años escribiendo la historia de TandilEste contenido no está abierto a comentarios