Néstor Dipaola: “El periodismo me eligió a mí”
En su día, el reconocido periodista -además de historiador- local repasa su carrera y analiza la actualidad de la profesión. Anécdotas por doquier y su visión sobre la actividad que lo apasiona.

Por Fernando Izquierdo, de esta Redacción
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Con motivo de la celebración del Día del Periodista, El Eco de Tandil se reunió con Néstor Dipaola, de fuerte ligazón histórica y actual con este Multimedios, además de autor de más de diez libros de historia de Tandil, incluyendo temáticas culturales como el tango, los carnavales y las fiestas. Y un reciente libro en Uruguay, sobre tango y música popular en el interior del vecino país:
-¿Por qué eligió esta profesión?
-En realidad la profesión me eligió a mí. Te cuento dos hechos concretos de mis primeros años de vida. A los once, se había anunciado un “eclipse total de sol”. Yo ya leía los diarios. En mi casa recibían El Eco de Tandil y Nueva Era. Y eso del eclipse me provocó curiosidad. Tal cual se había anunciado, esa mañana soleada se fue transformando en noche. Salí al patio, a curiosear. Fui hasta el fondo, para observar a las gallinas. Estaban asustadas. Y, cuando se puso como de noche, se subieron a las tablas, donde habitualmente lo hacen cuando oscurece. Me llamó tanto la atención, que en un cuaderno escribí tres hojas en las que narré esas sensaciones. No te das una idea la pena que me da no haber guardado ese escrito.
-¿Y el segundo episodio?
-A los 14. Mi padre me había comprado en un remate de sábado, una antigua máquina de escribir marca Remington. La usé al toque. Me fascinaban los diarios y las revistas. Mis padres me bancaban dos por semana, El Gráfico y Goles. Era un placer leerlas, porque en esos tiempos -década de 1960- los cronistas eran sensacionales escritores, como el caso de Osvaldo Ardizzone, Dante Panzeri, Juan Carlos Pasquato (Juvenal) o Emilio Laferranderíe, que firmaba como El Veco. Entonces decidí sacar mi propia revista, a la que llamé Sport Tandil.

Principios de los setenta, una final tandilense en el estadio de Ferrocarril Sud. De izquierda a derecha, Néstor Dipaola, Julio Varela, Honorio Laxalt (diario Actividades) y Carlos Nai Foino, prócer del referato argentino, que era profesor en el Colegio de Árbitros de Tandil. Detrás, Lucho Mestelán.
-¿Realizada con esa máquina?
-Sí, con esa Remington que todavía conservo como un tesoro. Para la tapa, recortaba una foto de un diario local y la pegaba en el medio. En el interior iba una nota de opinión en la página 3, como en cualquier revista de la época. Y luego, una síntesis de la fecha futbolística del fin de semana en Tandil, los resultados del campeonato de AFA y los titulares más importantes en otros deportes. En total eran 12 páginas, a veces 16. Esto lo hice rigurosamente todas las semanas, por tres años, hasta agosto de 1968 en que empecé a hacer crónicas domingueras en El Eco de Tandil. Hoy tengo todo ese material encuadernado en tres tomos. Yo creía que se había perdido, pero mi madre me los había guardado en una bolsa.
Duro con la Liga Tandilense
-¿Tiene a mano algún registro de esas editoriales?
-Sí, en el primer número, decidí “pegarle” a la Liga Tandilense de Fútbol, que la verdad no daba pie con bola. Todavía no estaba “Lucho” Mestelán. Lo cierto es que mientras la selección de Tandil obtenía los títulos provinciales en 1960 y 1964, el torneo local empezaba a declinar en cantidad de espectadores y en jerarquía. Santamarina y Ferro, muy habitualmente, ganaban por goleada y el interés decrecía. Los dirigentes hablaban de que iban a hacer una reestructuración, pero no sabían cómo. Entonces, en el último párrafo de esa nota, escribí:
-“No se puede concebir que en una ciudad que avanza en otros aspectos, en fútbol estemos por lo menos diez años atrasados. Y por último, nos preguntamos: ¿cómo se va a reestructurar lo que todavía no está estructurado?” (Miércoles 4 de agosto de 1965).
-Si escribió esa revista durante tres años, quiere decir que ingresó en este Diario en 1968. ¿Qué significó El Eco de Tandil en tu vida?
-Yo, por entonces, estaba en la escuela secundaria y más adelante me recibí de profesor, en la Universidad local. Pero realmente El Eco de Tandil, en mi vida, fue otra universidad. Aprendí de todo. Por ejemplo, en mi casa no había teléfono y yo no sabía cómo se usaba. Un domingo, después de hacer la crónica para El Eco, un compañero me pasó el tubo. Me llamaba, sin conocerme, Osvaldo Soriano, que después fue famoso literato. Había trabajado en El Eco y luego pasó a Actividades. Se había enterado de que yo estaba haciendo partidos en Loma Negra, Gardey y Napaleofú. Él no tenía quien viajara. Y así empecé a tener doble “changa”… Pero volviendo al teléfono, ese llamado fue mi debut con esos aparatos…
En el diario aprendí a comunicarme con la gente, a través de las entrevistas que hacemos y que tanto nos enseñan. Yo a esa edad no conocía ni los bares. Los conocí ahí, en el diario, con mis compañeros de la redacción. Y empecé a trabajar en los bares. En la década del ochenta, ya en democracia, yo me obligaba a ir los domingos al bar Ideal porque escuchaba y después escribía. Iban políticos de todos los partidos. Los bares son como otra casa de estudios. Yo los llamo “Unimost” (Universidad del Mostrador). Después me acostumbré a llevar la compu portátil y sigo trabajando en ellos…
-¿Le gusta el trabajo día a día de la redacción o se siente más cómodo en la intimidad y el largo plazo de la investigación histórica que luego genera libros?
-Las dos cosas, aunque son distintas. Pero el chamuyo de la redacción no tiene precio. Y más en esa época, en la que hacíamos de todo. Yo empecé en deportes pero fui simultáneamente corrector, redactor de sociales y necrológicas, reemplazaba a todos los compañeros en períodos de vacaciones. Así que tanto iba a la Municipalidad como a la comisaría para recabar información, entre otros temas. La historia local, aunque siempre me gustó, de alguna manera llegó también gracias al diario. De tanto indagar en qué está pasando ahora, me fue interesando investigar qué había ocurrido mucho antes en este lugar que nos atraviesa.
Dictadura y condicionamientos
-¿Tuvo siempre libertad absoluta para trabajar?
-Sí, pero en tiempos de dictadura sabíamos que teníamos que cuidarnos. Recuerdo dos testimonios contundentes. Cuando Adolfo Pérez Esquivel salió elegido Premio Nobel de la Paz, en 1980, la agencia oficial Télam solicitaba a los redactores brindar el menor espacio posible a dicha información, y con titulares pequeños. Por la época, me tocó cubrir una conferencia de prensa en la que militares lugareños anunciaban un gran desfile que se haría por la avenida España con motivo de un 9 de Julio. Al terminar, como si fuéramos soldaditos, nos dijo el coronel de turno, con voz bien enérgica: “Y mañana quiero ver en los diarios, grandes titulares y muchas fotos anunciando este desfile…”. No me la contaron, yo estuve en ambos casos.

Con la Reina de la Farándula de 1970. “No recuerdo quién era más joven, si ella o yo”, nos dice con una sonrisa…
-¿Referentes?
-Sí, Ovidio Saglul era un buen jefe de redacción, por entonces. En el mes de enero no había nada y nos daba los diarios de la región, previo marcar él las noticias que teníamos que rearmar. Una vez me tocó un diario de Coronel Pringles. Le acerqué diez líneas de la noticia que me había marcado. Y me dijo: “Hacelo de nuevo, pibe. En algún lugar tiene que decir Tandil”. Buenísimo, me marcó. Estaban también Hugo Nario y Ernesto Palazzo. Veteranos como Ambrosio Renis y Juan Antonio Salceda (abuelo del actual médico y concejal) acercaban viñetas y artículos. Se aprendía de estos maestros.
Antes y ahora
-¿Cuál fue la nota más trascendente que hizo?
-Todas. Siempre las disfruté. Pero recuerdo aquellos años en deportes, sobre todo porque en dictadura esas páginas eran las únicas en las que podíamos opinar. Más adelante, un período que disfruté mucho fueron los cinco años en que cubrí el Concejo Deliberante. Hacía la crónica de cada sesión, pero al día siguiente publicaba comentarios que firmaba como “Juan del Recinto”, en los que siempre buscaba una cuota de humor, y se leía muchísimo. Y luego, a partir de 1992, cuando junto con Ana Pérez Porcio empezamos con La Vidriera, me sentí muy cómodo con el periodismo cultural. Por ejemplo la sección Tandilenses con Historia me permitió publicar el libro Bolsita de los recuerdos, en 2010, con cuarenta historias de vida, desde el Padre Actis, en la A, hasta Osvaldo Zarini, en la Z, pasando por Lucho Mestelán, Juan Carlos Pugliese, Laura Frechero, artistas y políticos, deportistas. Tres o cuatro horas en la casa de cada entrevistado. Uno aprende permanentemente con todo eso.

Tandil, 1971, a solas con Joan Manuel Serrat, cuando cantó en el club Santamarina.
-¿Cómo ve el momento actual? ¿Hasta qué punto cree que está corrompido el periodismo?
-No, no, es otra cosa, distinta, compleja y frustrante, al menos para mí. Ya no me dan ganas de leer “la gran prensa”. Nos salvamos en el Interior. No digo que en todo el país seamos “puros y castos”, pero estamos muy lejos de aquéllo. En el Interior seguimos estando, aunque parezca insólito, “al servicio de la comunidad”. Al menos en Tandil, eso ocurre, y es maravilloso. Por todo lo vivido, te agradezco que me hayan convocado, justo para el Día del Periodista. Si habremos disfrutado de esos festejos…

Fines de 2006, con el intendente Lunghi en su primer mandato, para la sección Tandilenses con Historia.