Nos dejó Cesáreo Rodríguez, un apasionado del atletismo
Fue símbolo de voluntad y tenacidad inquebrantables, de emociones enterradas en un ayer glorioso, por su límpida trayectoria de atleta merece el recuerdo como deportista y persona. Cosechó amigos que exhibió como trofeos ganados a través de la vida. Ese fue Cesáreo Rodríguez, nacido en la Madre Patria, aunque también lucía con orgullo su Argentina, desarrollando sus actividades en su Tandil querida.
Fue incansable en su deseo de conocer y recorrer, su llegada al país por primera vez fue en 1950 y se instaló cerca de Capital Federal, en la ciudad de Remedios de Escalada. Su primer club fue Talleres, emblema de esa localidad y su primer entrenador fue Francisco del Valle, y posteriormente tuvo a Juan Conzoglio.
Su actividad y residencia en Buenos Aires continuó hasta 1958, cuando se radicó en Tandil, realizando actividades comerciales como gasista. En su afán de contactarse con el deporte se alistó en el club Excursionistas, vinculándose con Omar Saltalamacchia, logrando una amistad que perduró en el tiempo, con muchos encuentros de pesca. Posteriormente, se acercó al club Ramón Santamarina a través de Jorge Ruda y su presidente, “Pancho” Vistalli.
Cesáreo Rodríguez estuvo al frente del Bar Tito durante once años y desde ese ámbito logró lo que más fácil le resultó en su vida: hacer amigos. El atletismo lo llevó a competir en la zona y tuvo como compañeros a Roberto Fernández e Ignacio Muguruza, entre otros. Cesáreo recordaba con nostalgia su pasado y vio en el Mundial de atletismo un nivel de elite, no solamente en sus atletas, sino también en su infraestructura. Pensaba en la forma en que hicieron atletismo en aquellos tiempos. Da para la reflexión, hace una pausa y florecen las emociones enterradas en un ayer glorioso porque, sin duda alguna para él, la competencia aportó amplias fuentes de enseñanza frente al triunfo y la derrota.
Ultimamente, lo veíamos con muchas dificultades para caminar, le habían colocado un marcapasos, pero su espíritu indomable le hizo frente al paso de los años. Sin lugar a dudas, sin querer contribuyó con su granito de arena para que el deporte de correr, saltar y lanzar siguiera firma en esta ciudad. Gracias, Cesáreo, descanse en paz.
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