Pasa por el diván Walter Martín
-De líder metalúrgico ultra combativo a tipo que reflexiona de madrugada en radio, ¿qué pasó?
-En el 2000 tuve un accidente, perdí un ojo y me fui a cuarteles de invierno de la UOM (Unión Obrera Metalúrgica). Estuve dos años sin encontrar mi lugar. Y me enganché con la radio. Encontré el espacio que llenó el vacío que me dejó la UOM.
-¿No extraña el protagonismo de los tiempos de secretario general?
-No. Me quedé sin energía.
-Igual, no lo deben haber olvidado tan fácil. Si se la pasó haciendo marchas y piquetes más de diez años.
-No, claro. Si me vinieron a ver varios partidos para ser candidato y otras cosas, pero yo les decía lo mismo: `No tengo energía´. La UOM era mi vida, lo tomé así y postergué todo. Porque ahí te pueden permitir que seas blanco o negro, pero nunca gris. Y nosotros también vivimos así, de esa manera.
-O será que fue demasiado combativo y ahora está feliz con esta vida más… ¿apacible?
-No. Odio la tibieza. La sigo odiando; siempre me molestó mucho el que quiere quedar bien con uno y con otro. Porque no se puede. Además siempre tuve claro hacia dónde iba. Y nunca creí en la patronal.
-Pero un día se fue, ¿cuál es la conclusión después de todo?
-Que en Tandil nunca tuvimos una dirigencia gremial-empresaria a la altura de las circunstancias. Nunca vi un solo empresario que bajara su calidad de vida, que dijera `vendo la quinta en Cerro Leones y con eso vamos a bancar seis meses más´.
-No se arrepiente de nada.
-Al contrario: estoy orgulloso. Pero ahora soy feliz con la radio, aunque sé que es algo que te genera poder y hay que manejarlo con criterio, porque atrás de un micrófono es fácil empezar a putear a medio mundo…
-¿No lo hace?
-Sí, lo hago (risas). Porque no me puedo contener…
-No puede con su genio, como en los tiempos de la UOM. La diferencia es que ahora es K, ¿no?
-No sé, yo no soy nada, pero sí defiendo al modelo. Pero el chorro es chorro. No tengo esa cosa de decir `a mis amigos les permito lo que sea y a mis enemigos les cuestiono todo´. Es mi amigo, ¿es un chorro? ¡Entonces es un chorro!
-Hasta ahí llega su adhesión.
-Nunca tuve esa obediencia debida y eso a veces me lleva a enfrentarme discursivamente con algún ultra K. Pero defiendo el modelo, a muerte, porque son las banderas por las que nosotros peleábamos en los 90.
-Y nunca fue peronista.
-Nunca. E insisto: el jodido es jodido, esté donde esté, afuera o adentro. En Tandil nos conocemos todos y sabemos que hay dirigentes del peronismo que hoy se subieron y defienden al modelo y tienen un pasado que… ¡Dejate de joder! Hasta un presente cuestionable tienen algunos, pero yo esos sapos no me los tragaba antes que era pibe y menos me los trago ahora que me siento un inimputable, por edad y experiencia.
-Sindicalista y honesto era una rara conjunción en los ‘90. Y una linda plataforma de lanzamiento, ¿por qué no la aprovechó?
-No sé, porque era un bol…. Capaz que si me pasara hoy no sé qué haría (risas). Siempre hablamos con Luisito (Barrientos, ex secretario administrativo de UOM) porque una vez nos propusieron ir de diputados provinciales. Un día le dije `bueno, pero fijate que nosotros podemos andar por la calle, ir tranquilos´ y él me dijo: `¡Pero ellos también, bol…!´ (risas). Hablando en serio, tenía mucha bronca con la política.
-¿Cuál era el problema?
-No quería ser parte porque la política al sindicalista lo toma de rehén; el `Barba´ Martínez Lastra por ejemplo, cuando fue concejal tuvo algunos posicionamientos contrarios a los laburantes, por organicidad. No digo que hayan lesionado los intereses pero tuvo que ser orgánico.
-¿Nunca va a ser candidato?
-Nunca podría serlo. Si es por mí me pararía en medio del centro y les diría a los que se quejan de las retenciones: `Muchachos ustedes a mí no me voten porque por ustedes no voy a hacer nada. La torta es una sola y si la pelea es por la distribución y para darle a uno tenés que sacarle a otro, ¿a quién le vas a sacar? ¿al que no tiene? ¡Al que tiene!´. Así de simple.
-No explicó cómo fue eso de ir de metalúrgico combativo a locutor un tanto místico.
-Ambas cosas están atadas. No podría haber hecho radio si no hubiera estado en la UOM. Conozco a la gente, del peor momento y los conozco ahora, subidos al carro. ¿Y además sabe qué? Desde todos los ámbitos se puede conseguir lo que uno se proponga, pero desde un medio mucho más y ahora estoy mucho más liberado, no tengo que simular nada, ni quedar bien con nadie más que conmigo mismo y mis principios. u
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FUERA DE SESION
Solo en la madrugada
Paradojas de la vida, él, que desde hace años protagoniza un personaje radial -un duende- que sólo se deja escuchar de madrugada, en sus sueños lo persigue una pesadilla recurrente: como en los viejos tiempos, está en su casa y no puede dormirse. Entonces camina y camina alrededor de la mesa mientras su familia descansa, y él sufre porque a las 6 tiene una asamblea delante de 200 trabajadores que esperan que les dé la solución.
La solución que no tiene.
Y se desvela más aún cuando asume que en cuestión de minutos tendrá que pararse delante de todos y plantearles lo difícil que es hallar la salida en medio de esa crisis devastadora del país y decirles que, de todos modos, ahí nadie podrá bajar los brazos “porque la única alternativa es la de siempre, muchachos: pelear”.
Hoy, a los 50 años, para conjurar esos recuerdos, Walter Martín escribe aquella historia.
“Desde que dejé la UOM estoy escribiendo todo lo que pasó. Y siempre la releo y releo y me llama la atención una parte…
-¿Cuál?
-La que digo `llegué a detestar a los empresarios´. Textual. Y lo que es peor: yo sé que se lo demostraba.
-¿Y a los compañeros de lucha no les guarda ningún reproche?
-Hay de todo. Acá dicen `Lunghi gana con el caretaje´. ¡No! Lunghi gana con los votos de la gente humilde, no se confundan. Para mí todo depende de cómo trabajes como dirigente, cómo estés con la gente. Hay que ir todos los días al frente. Ultimamente he ido a algunas marchas –dejé de ir a muy pocas- y le dije a uno de los que estaban en mi época: `¿Cómo permitieron que tal fábrica se cierre así nomás?´.
-¿Qué es lo que sucede?
-Los laburantes están dormidos, más que antes, porque ganan bien, vienen de diez años de muy buenos salarios y eso achancha. u
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