Pasión por el dólar, parte de la cultura argentina
Verde como el mate y jugoso como el asado, el dólar vive arraigado en la cultura argentina como una de nuestras más sagradas costumbres. La reserva de valor impera con naturalidad en la mentalidad de los ahorristas, que buscan resguardar sus bienes en un país cuya economía fluctúa por las constantes devaluaciones.
Tensa, obsesiva, amorosa. La relación de los argentinos con la moneda norteamericana a lo largo de la historia, ha sido calificada de diferentes maneras por los economistas más renombrados. Y si bien este vínculo ha pasado por distintos estadíos, como explica la milenaria leyenda oriental existe un hilo invisible que nos conecta y por más que se estire, se contraiga o se doble, nunca se rompe.
Recibí las noticias en tu email
Es una comunión de almas gemelas cuya transversalidad se manifiesta a diario con cada cierre del mercado y aunque la capacidad de ahorro hoy se de en pocos ámbitos de la economía doméstica, quienes pueden preservar sus bienes buscan el refugio en el billete verde.
Para los expertos, la influencia del tipo de cambio en la decisión de las empresas y las familias le agrega a la política monetaria una variable fundamental con la que otras economías comparables a las de la Argentina, tienen que convivir en menor medida.
En nuestro país, la particular dependencia genera un patrón de conducta que hemos ido internalizando y que replicamos en las nuevas generaciones. El paradigma que establece que “el ahorro es la base de la fortuna”, sigue siendo inculcado aunque los más pequeños lograron suplir la entrañable alcancía para dar lugar a la dolarización de sus reservas, en mayor o menor escala.
Un dólar en manos de un argentino es un préstamo realizado a Estados Unidos, pero a cero tasa de interés, lo que se conoce en economía como beneficio de acuñación. De esta manera, el país que conduce Donald Trump logró que más del 75 por ciento de los billetes de 100 dólares circulen en la actualidad por fuera del territorio norteamericano.
El inicio del camino se remonta a fines de la Segunda Guerra Mundial. Los economistas coinciden en que éste fue el momento en el que la Argentina empezó a confiar más en el dólar que en su propia moneda, ya que la tasa de interés que las instituciones financieras pagaron por los depósitos en pesos, se ubicaron muy por debajo de la tasa de inflación.
Los estallidos hiperinflacionarios, el plan Bonex de 1990 y el corralito de 2001 complementaron la falta de crédito en la moneda local. Hoy esa sensación persiste ante una economía nacional con falta de inversiones y una inestabilidad política y social que se traduce en la caída de la confianza en la gestión del gobierno.
El asunto, es simple. En líneas generales la contrapartida de que los gastos de afuera resulten accesibles, es que los costos de producción interna se encarezcan no sólo para la población en su conjunto, sino también para el sector exportador ya que las dificultades para funcionar con una moneda nacional apreciada, hace que los costos operativos a precios internacionales queden artificialmente elevados.
La familiaridad que tenemos con la moneda norteamericana es tan indiscutida que cualquier ciudadano conoce, centavos más centavos menos, el valor de referencia de la divisa. ¿Pero por qué seguimos incorporado la necesidad de sustituir nuestra moneda?.
Para dirimir éste y otros interrogantes, El Eco Multimedios, dialogó con el licenciado y magíster en economía, el tandilense Sebastián Auguste.
La dolarización
-¿Desde cuándo y porqué se gestó este vínculo que los argentinos tenemos con el billete verde?. ¿Sucede en otro país?
-La principal razón detrás de la dolarización de nuestras mentes está en la larga historia de inflación de nuestro país y en los episodios hiperinflacionarios. La moneda tiene tres funciones en una economía: reserva de valor (ahorrar), medio de pago (comprar y vender) y unidad de medida (se utiliza para formar precios). Con la alta inflación nuestro peso comenzó a perder valor para el ahorro, muchas transacciones se empezaron a hacer en dólares y pasó a ser la unidad de medida, por ejemplo, con las propiedades o campos cuya tasación es en dólares Esto se va grabando en nuestra cultura y luego es muy difícil de deshacer. Este fenómeno se vio en otros países del mundo, pero la Argentina es una excepción porque ha abusado del uso de la inflación para financiar su déficit fiscal como casi ningún país del mundo.
-En relación a la demanda ¿mueve el amperímetro el ahorro de los ciudadanos en dólares?
-Nosotros los ciudadanos de a pie, movemos también el amperímetro porque colaboramos con la demanda de dólares. En los últimos años del Gobierno de Mauricio Macri, el déficit de dólares que teníamos era exactamente igual al saldo de la balanza de turismo. Es decir, si los argentinos no hubiéramos gastado tanto afuera, no existiría tanta presión sobre el dólar. Colaboramos de manera directa comprando dólares y de manera indirecta al consumir productos importados e irnos al exterior de vacaciones. Obviamente, en el fondo es un tema de precios y expectativas. Este es un dato concreto: para la primera ronda del mundial de fútbol en Rusia ingresaron a ese país 40 mil argentinos y solo 2000 franceses. Esto habla a todas luces que el tipo de cambio no estaba bien sino que era demasiado barato.
-¿Por qué cada aumento se traslada directamente a precios?
-Argentina es uno de los países con mayor traslado a precios de Sudamérica precisamente porque nosotros, los ciudadanos, tenemos nuestras mentes dolarizadas, y porque se usa el dólar como unidad de cuenta (para fijar precios). El argumento de monopolios personalmente no me cierra, porque se sustenta sobre la base de que el traslado se debe por la falta de competencia y el abuso de las firmas. Yo no creo que la Argentina tenga más monopolios que otros países, y sin embargo allí no se traslada tanto a precios. Es algo bien nuestro, que es un problema y no una virtud, porque muchas veces el tipo de cambio se tiene que depreciar como sucede de manera normal en todo el mundo, pero como aquí los precios acompañan, cuesta lograr una depreciación real y esto conlleva a que la depreciación nominal necesaria sea mucho más alta. Por ejemplo, en los últimos dos años todas las monedas de Latinoamérica se han estado devaluando, siguiendo la coyuntura internacional de los emergentes pero aquí, ha sido una catástrofe mayor y el dólar pega saltos abruptos. Para colmo de males, cuando pasa ese ajuste del dólar por el contexto internacional, nosotros los argentinos favorecemos la volatilidad porque dolarizamos nuestros ahorros.
-Cuando se dice que el mercado está atento a las cuestiones electorales, ¿qué mira hoy?
-Más que nada se mira del 2020 en adelante. Por un lado se observa la capacidad de repago de la deuda pública. La Argentina tiene una larga tradición de defaults, y eso no ayuda. A los inversores les da miedo que el país no pague su deuda y empiezan a vender los bonos argentinos, y por lo tanto cae su precio. Cuando cae el precio de mercado de un bono sube el rendimiento de comprarlo (un bono es una promesa de un pago futuro fijo), y esa subida de rendimiento es lo que refleja el riesgo país, que se computa como la diferencia en el retorno de comprar un bono argentino hoy a su precio de mercado con el retorno de hacer la misma inversión en un bono del Tesoro de los EE.UU.
-A nivel macroeconómico ¿el país corre riesgo de caer en default?. ¿De qué depende esta posibilidad?
-El riesgo país y los seguros contra default nos permiten conocer cómo el mercado percibe el riesgo de incumplimiento. Hoy estos dos indicadores muestran que el riesgo de default es muy alto, el mercado está poniendo una probabilidad de casi 50 por ciento que la Argentina va a defaultear en 2020. Esto es grave, porque significa que no tienen credibilidad en nosotros. Esto se debe a varias razones: por un lado no le queda claro al mercado que todas las alternativas políticas que vamos a votar en octubre respetarán el pago de la deuda; por otro, le va a ser muy difícil al país poder pagar su deuda si no recupera el crecimiento y por último, existe mucha deuda argentina en el mercado. Uno de los problemas de nuestro país es que tenemos un mercado financiero interno minúsculo, entonces cuando el Estado necesita emitir deuda, debe salir con bonos en dólares para que los inversores que tienen sus ahorros afuera compren. Los inversores que compran bonos en dólares no necesariamente son extranjeros, por el contrario la mayoría son argentinos, por lo que asociar la deuda externa (deuda en dólares) con inversores extranjeros, no está bien. Al emitir deuda en dólares, tenemos un problema adicional porque la Argentina genera pesos, y cuando la moneda estadounidense se devalúa, como nos pasó en este último año, al Gobierno le cuesta mucho más conseguir esos dólares para pagar la deuda. Esto se refleja claramente en el ratio de deuda a PBI. Si se devalúa el valor de la deuda en pesos sube, y sube este ratio.
-¿Se puede desdolarizar la economía?
-Bueno para eso es necesario generar un mercado financiero interno más profundo. Esto se hace muy de a poco, con estabilidad macro, eliminando la inflación y eliminando los problemas estructurales de nuestra economía que nos han llevado una y otra vez a recurrir a la emisión monetaria, esto es el déficit fiscal. Necesitamos un Estado responsable que maneje bien sus cuentas y de forma creíble. Tendremos que hacer el doble de esfuerzo, porque desde afuera no nos creen.
Una cuestión de confianza
Esta extraña y obsesiva relación que experimentamos los argentinos con el dólar y el seguimiento constante que hacen los ciudadanos de distintas clases sociales, procedencias geográficas o simpatías político partidarias reviste en el fondo un común denominador que es compartido por la opinión pública.
Y es que más allá de ser solo una divisa, tanto el valor de referencia como su danza errática atada a las variables analizadas por el economista, representa el termómetro del país y se convierte en una de las pocas informaciones certeras que nos llegan a través de las pizarras luminosas de las entidades financieras.
Convicción, expectativa y futuro, se resguardan en el billete en cuya estampa, la cara de Benjamín Franklin viene a recordarnos que más allá de ser uno de los padres fundadores de los Estados Unidos, como científico fue el inventor del pararrayos. Perfecto simbolismo, a la hora de seguir buscando refugio para atravesar esta “tormenta”.