Piden entre 15 y 11 años de prisión contra los acusados del asalto a las oficinas de Mirasur
Culminada la etapa de prueba, fue el turno de los alegatos, en los que el ministerio público fiscal, a cargo del doctor Gustavo Morey, no solo mantuvo la acusación sino que fue por más, añadiendo nuevos delitos en la calificación enrostrada.
En efecto, Morey además de ratificar el “Robo agravado por el uso de armas y tenencia ilegal de arma de guerra”, agregó la “privación ilegal de la libertad y el abuso de arma de fuego”, contemplando así un delito más gravoso que le permitió, consecuentemente, pedir las penas respectivas.
A saber, para Pablo Germán Cabrera (34), solicitó que se lo condene a 15 años de prisión, por su carácter de reincidente, mientras que para Roberto Fabián Manrique (43) pidió 11 años de prisión, también por resultar reincidente de hechos de similares características con condenas firmes.
Para arribar a la petición, el fiscal brindó un pormenorizado alegato, hilvanando cronológicamente cómo sucedieron los hechos ventilados y ubicando a los imputados en sus respectivos roles.
A la hora de fundamentar los delitos enrostrados, Morey se paró en los testimonios escuchados a lo largo del debate como las pruebas incorporadas por lectura, que hacen a los peritajes oportunamente realizados en plena instrucción una vez detenidos tras cinematográfica persecución por las calles céntricas de la ciudad entre disparos y corridas.
Así, el fiscal reseñaría lo relatado por la víctima Alfaro y su compañero (por la primera causa contra Cabrera), transportistas asaltados en plena ruta. Para Morey, resultó más que elocuentes y contestes los testimonios de ambos y, especialmente, el reconocimiento que hizo el damnificado sobre los asaltantes. Puntualmente identificando a Cabrera como el que abordó a punta de pistola a su compañero de ruta, mientras al otro que no supo identificar (sí lo hizo en la audiencia pero ya no resultó válida) lo asaltaba a él y lo despojaba del dinero que llevaba, entre efectivo y cheques.
Ya para el segundo de los sucesos delictivos, acerca del asalto en las oficinas de Mirasur unos días más tarde, también el fiscal se pararía sobre la declaración de las víctimas y policías, como del mismísimo Manrique, que confesó su participación en el hecho, aunque con salvedades varias que hacen a su rol y consiguiente gravedad del hecho que se lo acusa.
A propósito del imputado confeso, Morey le dedicó varios párrafos, considerando que su arrepentimiento por lo protagonizado no fue tal, a la vez de subrayar que sus dichos tuvieron visos de realidad como de mentira. Principalmente, arguyó, falacias tendientes a mejorar su situación procesal ante la inminente condena. Por eso, entendió el fiscal, negaría los disparos efectuados en plena huida contra el policía, cuando hay peritajes balísticos que demuestran que, en efecto, hubo disparos de una misma arma y las vainas fueron recogidas en la zona donde el policía relató.
Asimismo, Manrique enfatizaría sobre el botín dejado en las oficinas para afirmar que no se llevaron nada y así calificar el hecho como una tentativa de robo y no una consumación del hecho, por lo cual el fiscal insistió en los celulares sustraídos a las víctimas en pleno atraco.
Sin ánimo de adentrarse demasiado en la cuestión que hace a la denuncia de apremios que los acusados emprendieron contra los efectivos policiales (se corresponde a otra causa en plena instrucción), Morey dijo descreer de aquella situación, incluso se salió del “protocolo” (no está incorporada al debate) y mostró una imagen de Cabrera sacada por la propia fiscalía al momento de realizarse la audiencia tras su detención, la cual no refleja lesión alguna en el imputado.
Lo mismo para con Manrique, aludiría al fiscal, para elucubrar que dicha denuncia era un artilugio más para poner en crisis la labor policial y derribar el procedimiento que terminó en sus detenciones y, en definitiva, que hoy estuvieran donde están.
Tampoco obviaría señalar que al día siguiente de la presunta paliza propinada por los policías, ninguno de ellos, ni sus respectivos abogados dijeron algo sobre el asunto.
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Primeramente hizo un llamado al tribunal para que se aleje de la documentación previa suministrada, a sabiendas que un debate de estas características resultaba utópico pensar en la absoluta oralidad, considerando que de contar con las actuaciones previas era irremontable la situación de su defendido.
Kolbl insistió en la “oscura” como “irregular” intervención del policía Gauna sobre el peritaje realizado a las armas secuestradas en poder de los acusados. Cuestionó la falta de profesionalismo de aquel, como así también la ausencia de la cadena de custodia de las pistolas como de los celulares recogidos, dejando entrever sus serias sospechas que dichos elementos pudieron ser manipulados por la policía en pos de culpar a su defendido y compañía.
El abogado habló de una instrucción irregular y de errores graves protagonizados en plena instrucción, para enarbolar la hipótesis del árbol envenenado (un fruto iniciario podrido, los demás frutos podridos).
Enfatizó además sobre el desafío que tenía entre sus manos el Tribunal, si prevalecía la persecución a cualquier costo o se prevalecían las garantías constitucionales.
Ya adentrándose en las pruebas concretas para con su defendido, rebatió al fiscal sobre la autoría de su pupilo en los disparos contra el policía, reseñando que el dermotest oportunamente realizado dio resultados negativos para los investigadores.
Insistió al respecto que no había pruebas que acrediten que Manrique disparó más allá de los dichos del policía, para luego insistir en que se trató de un robo en grado de tentativa, por lo que pidió una condena, pero a la pena como máximo de cuatro años, tiempo aproximado que lleva el acusado preso.
Aclaró que sobre la privación ilegal de la libertad como el abuso de arma endilgada por el fiscal no iba a aludir, habida cuenta que se trató de delitos nuevos que no fueron anunciados al comienzo del debate, por lo que no podía ser tenido en cuenta.
Sí se abocaría al otro delito que se acusa en la ruta 30, insistiendo también en las nulidades que oportunamente planteó sobre el reconocimiento en rueda que se realizara una vez detenido su pupilo.
A la vez, argumentó que un reconocimiento en rueda era un mero indicio que debe ser contrapuesto con otros elementos para generar una firme convicción sobre un sospechoso.
Así también pondría en duda los dichos de la víctima Alfaro, sobre quien adujo que su reconocimiento para con Cabrera y no para con el que lo abordó a él llamaba la atención y porqué no la sospecha. Más precisamente afirmó que su defendido fue “señalado” antes del reconocimiento por la policía.
Habló sobre la necesidad de los investigadores de endilgarle a Cabrera y compañía más delitos una vez aprehendido por el asalto a las oficinas de Mirasur, y por eso los procedimientos por el asalto en la ruta como también en la ciudad vecina de Rauch, cuyas diligencias dieron resultado negativo para las intenciones fiscales.
Sin más, el letrado peticionó a los jueces que se excluya la rueda de reconocimiento que derivó en la imputación de su pupilo y así arribar a la absolución.
Cabrera, en tanto, también hablaría de arrepentimiento por el atraco a las oficinas de Mirasur, pero negó enfáticamente que tuviera que ver con el asalto en la ruta contra el transportista.
Los hechos
Una vez adentro, empuñando armas de fuego de guerra se dirigieron hacia el lugar donde se encontraban Ricardo Oscar Valiente, Javier Ignacio Legarreta y Juan Marcos “chamaco” Etcheber, obligando a los dos primeros a arrojarse al piso, mientras que uno de los ladrones redujo a Etcheber, colocándole la pistola sobre la cabeza, exigiendo la entrega del dinero existente en el lugar, cosa que la víctima cumplió colocando la plata (entre 10 y 12 mil pesos en efectivo) dentro de una bolsa del tipo de consorcio, a la vez que se apoderaron de los teléfonos celulares de las víctimas.
Por esos instantes, un tercer sujeto que se encontraba en la vereda del comercio cumpliendo el rol de "campana" comenzó a gritar, alertando a sus compañeros: "la yuta, la yuta", en referencia a la presencia policial.
Ante la presencia de un uniformado (identificado como Matías Nicolás Porra) uno de los imputados, previo dejar en el lugar la bolsa con el dinero, pretendió egresar del lugar llevando a Etcheber como escudo a la vez que lo apuntaba con su pistola en la cabeza, acción que el oficial intentó impedir apuntándolo con el arma de fuego reglamentaria, recibiendo como contestación del sujeto la orden de “andate por que lo mato, andate por que lo mato”, en referencia al rehén. Fue así que el policía se vio obligado a bajar su arma y retrocedió. Los delincuentes, entonces, aprovecharon para emprender la huida.
Cuando ambos asaltantes salían de las instalaciones de la ex Tandilco dispararon en un par de oportunidades en plena corrida a otro policía (Danilo Chaile) que circunstancialmente caminaba por la cuadra y fue advertido por un transeúnte de lo que estaba ocurriendo. El efectivo se parapetó detrás de un auto e intercambió un disparo con el maleante aunque igualmente los ladrones lograron fugarse de la escena.
La huida se rumbeó por calle Rodríguez hacia Mitre y por ésta hacia 9 de Julio, donde doblaron hacia avenida España e ingresaron en las cocheras pertenecientes a la Fuerza Aérea. Por los techos alcanzarían la avenida España al 600, donde finalmente efectivos policiales que estaban en su búsqueda los interceptaron, dieron la orden de alto y ambos delincuentes se arrojaran al piso para así terminar aprehendidos.
Ya sobre el segundo delito endilgado solamente a Cabrera, se remonta al 20 de julio, resultando víctima Luis Angel Alfaro.
Aproximadamente las 2.30, Cabrera y otro par de cómplices se trasladaban en un auto por Ruta provincial 30, cuando a la altura del Frigorífico Mirasur, interceptaron la marcha de un furgón conducido por Alfaro, quien era acompañado por Sebastián Jorge Cominetti.
Para lograr detener la marcha del vehículo, uno de los acusados disparó al aire con el arma de puño que portaba en una de sus manos, a través de una de las ventanillas derechas del citado automotor, a la vez que a viva voz le ordenó detenerse en la banquina.
Alfaro detuvo su marcha y el auto referido hizo lo propio delante del camión, descendiendo de éste los dos sujetos, portando cada uno de ellos un arma de fuego. Uno redujo a Alfaro, a quien le exigió la entrega de la totalidad del dinero que llevara encima (8 mil pesos en efectivos, cheques y el teléfono celular).
A medida que se cometía la sustracción, el restante sujeto -se lo sindica a Cabrera- hizo lo propio con el acompañante Cominetti a quien hizo descender del camión, efectuando para ello un disparo a fin de intimidarlo, para luego robarle el celular. Finalmente se apoderaron de las llaves del camión de Alfaro y se alejaron en el auto en que se movilizaban.
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