Se presentó el libro Alas legendarias
El libro relata sus vivencias a lo largo de 70 años dedicados a la pasión por volar. Figura admirable desde la vocación, voluntad y perseverancia, destacado como mecánico, piloto e instructor.
-Nació con ?alas?…
-Sí, yo nací con la vocación de volar. Yo veía los pájaros y quería subirme a uno de ellos para que me llevaran a volar, lo mío fue un fanatismo.
-Y le costó llegar… a su papá no le gustaba la idea…
-No, de aviones no quería saber nada. Antes los chicos no teníamos comunicación con los padres.
-Hasta se escapó de la escuela por un avión…
-En aquellos años, tendría 11 años e iba al Colegio San José… Por aquellos años, en Alem y España había una agencia de automóviles. Yo venía caminando, y un día pasé por ahí, el portón estaba abierto y había un avión armado, ¡me enloquecí! Había un señor, le pregunté y me dijo que lo habían llevado para hacer una reparación. Ese avión se plegaba y se podía traer detrás de un auto; así que siempre que pasaba, espiaba por el portón y un día no lo vi más, pero ese día en el colegio estaba en clase y sentí el ruido del avión que daba vueltas arriba, y al cura le digo ?hermano, me da permiso para ir al baño? y me dijo que sí. Bajé las escaleras corriendo, crucé el patio y llegué a la penitencia, pasé y me fui a la calle y me vio el cura. Corrí hasta la plaza y empecé a hacerle señas al avión. Se corrió la voz ?se escapó un alumno?, me corrieron alrededor de la pirámide y no me pudieron agarrar, me fui para la iglesia y después me escondí frente al colegio, debajo de un Ford A que tenía uno de los padres. Al final me sacaron, me agarraron de la oreja y me llevaron a la penitencia. Me salvé de pupilo, ¡pero me pegaron una paliza!
Recibí las noticias en tu email
Acercamiento
-Empezó su tarea como mecánico…
-Sí, y como mis padres no me daban nada de dinero, me puse a trabajar de distintas cosas; por ejemplo, manejé un colectivo que llevaba una vaca con la máquina ordeñadora y lo llevaba a algunos tambos. Pasaba por el centro y todos miraban, la vaca mugía y sacaba la cabeza. La idea era juntar dinero para inscribirme en un curso de mecánica de copiloto de aviones, donde se acompañaba como copiloto al piloto… ya estaba más cerca…
-En ese momento se conectó con los aviones que dibujan en el aire…
-Sí, un día que vine a buscar unos repuestos me enteré que había venido el avión que escribía en el cielo y que era de Zafac. ¡Para qué! Me fui al hipódromo, volví a la estación de servicio de mi padre y me dijo ?pelandrún, don José Bariffi está buscándolo con un aviador?, me cambié y fui a buscarlo, era Ciro Comi, que estaba de instructor de vuelo en San Fernando, y yo le conté que tenía un entusiasmo terrible por la aviación y me dijo que me iba a ayudar. Al final, me dijo que me iba a llevar con él, pero me pidió que le revisara el avión. Fui a buscar a unos amigos y estaba la policía cuidándolo. Con una escalera subimos, y vimos lo que teníamos que arreglar y nos dimos cuenta que era complicado, de aluminio. Fuimos a ver a un hombre, lo soldó, colocamos la reparación y le avisamos a Comi, que era el dueño. Fui a buscar mis cosas, pero cuando llegaba a casa, vi pasar el avión. Un mecánico del taller me dijo que a Comi se le hacía tarde y que había tenido que despegar, que me tomara el tren, que me esperaba en Juárez. Mi madre lloraba porque decía que se iba a caer el avión… yo me despedí de mi padre y salí acompañado por un amigo, hasta Gardey. Yo seguí hasta Juárez, fui caminando hasta un almacén y me llevaron hasta un campo donde estaba. Acomodé el avión y me quedé toda la noche, hasta el otro día. Al día siguiente levantamos vuelo y seguimos hasta Gonzáles Cháves y después hasta Tres Arroyos. Nosotros hacíamos las propagandas de ?Zafac en el cielo?. La persona que quería viajar en el avión tenía que comprar cinco kilos de yerba y con esos paquetes vacíos, se le daba un vale para volar.
-Y en esa época no había donde aterrizar…
-En esos años no había aeródromos, sólo en los lugares principales, así que donde íbamos, dábamos vuelta, tirábamos un chorro de humo, así que mirábamos un campo que parecía bueno y bajábamos. Lo notable era que la gente corría siguiendo el avión, o nos seguía en bici, a caballo, en zulky.
Nuevos caminos
-Siguió un tiempo más con Ciro Comi…
-Anduvimos mucho tiempo con la gira, yo iba practicando como piloto en el doble comando y eso era una ventaja muy grande, que no todos tienen. Aterrizaba en distintos lugares, navegaba por varios lugares y eso me daba práctica. Tuve que pasar muchos sacrificios por amor a la aviación.
-Y después se hizo piloto oficialmente…
-Comi me dijo que iba a hablar a la dirección de aeronáutica para que rindiera como piloto y me dijo que si me faltaba entrenamiento, podía tomarlo en el Centro Universitario en Buenos Aires, que él me lo iba a pagar. Rendí el examen de piloto, me aprobaron y comencé a volar.
-Y llegó el servicio militar…
-Para ese tiempo yo ya era piloto, entonces me destinaron a la base de Palomar como reserva. Me mandaron una citación y me presenté. Era aviación militar; recién se iniciaba la Fuerza Aérea y era una vida durísima. Estuve a punto de escaparme, pero seguí. En ese momento, se vinieron los sucesos políticos, a Perón lo pusieron preso en la isla Martín García, fue complicado, el asunto no me gustaba nada… y me volví a la vida civil cuando conseguí la baja.
-Y volvió con Ciro Comi…
-Sí, había adquirido unos aviones usados de la guerra y el aeródromo de él fue creciendo. Yo me hice la habilitación de piloto instructor y tenía que probar aviones, dar instrucciones, enseñar en las estancias.
-Pero tuvo que regresar a Tandil…
-Sí, por enfermedad de mi padre. Cuando vine a Tandil se contactaron del aeródromo que estaba en el cruce entre la Ruta 30 y la 74, y ahí me hice cargo yo. Tomé el puesto porque me venía bien para atender las cuestiones de mi padre. En ese interín se hizo la Base Aérea y vino de jefe un oficial que me conocía y me pidieron que fuera a trabajar como piloto. Estaba apareciendo el problema de la tucura y preparamos el avión, uno de los primeros en Argentina.
Control de plagas
-Así llegó al control de plagas…
-Todavía no se conocía. Solamente había un avión que le llamaba El Langostero y viajaba al norte. Había una langosta tan voraz que se comía la tela de los aviones. Eso a mí me quedó grabado.
-Y empezaron a combatir la tucura…
-Sí, había un producto que venía en bolsas. Salimos a hacer el primer trabajo. Yo con tal de volar hacía cualquier cosa, pero era una tarea bravísima y tóxica, tal es así, que en una oportunidad me intoxiqué en un campo de Juárez.
-Eso lo cuenta en su libro…
-Sí, me ardía la vista. Me bajé del avión y había unos gauchos, así que me tiré al suelo y les pedí que me ayudaran. Me llevaron a una bomba, y me echaron agua, me quemaba todo. Uno de ellos trajo una botella de aceite y me lo tiraban en los ojos… ?me dejaron a la miseria?. Les pedí un poco de leche, pero no tenían y me ofrecieron mate. ¡Qué voy a tomar mate!
Fueron varios años de hacer esta tarea. Yo estaba muy relacionado con los grandes estancieros, y uno me ayudó a comprar el avión, que había sido de Carola Lorenzini. Con el tiempo compré otro avión, formé una empresa y volé muchísimo. En tareas de fumigación llegué a volar seis mil horas, muchísimo.
Vivencias
-También fue instructor de vuelo…
-Sí, en el Aero Club, de vuelo particular, en Rauch, en Ayacucho, en Mar del Plata, de muchos estancieros, he volado con infinidad de personas.
-Le tocó participar en la Guerra de Malvinas…
-Yo con la Brigada volaba muchísimo, ayudaba en lo que se necesitaba y me fui haciendo conocido. Mis aviones operaban desde allá. En esa época un hijo mío ingresó a la Fuerza Aérea; él era como yo, muy buen piloto, muy buen muchacho. Se retiró y se puso a fumigar y, desgraciadamente, se intoxicó y murió en un accidente. Cuando llegó Malvinas, yo era reservista y me llegó un telegrama y me incorporaron a la brigada. Ya tenía 58 años y era instructor de los aviones convencionales y transporte de materiales. Volé cerca de 200 horas en ese momento, siempre con respeto, humildad y voluntad.
-Luego siguió enseñando…
-Sí, después instalé una escuela de pilotaje, pero vinieron tiempos malos y era difícil seguir. Se enfermó mi señora, se me murió mi hijo y todo se derrumbó.
El nacimiento de un proyecto
-La idea del libro se gestó en Acelain…
-Un día llegué a Acelain para hacer un traslado hasta San Antonio de Areco y vi que se acercaba un coche hasta donde yo estaba. Paré el avión y se bajó un señor y me dijo ?piloto, vengo con los patrones que lo quieren conocer?. Eran don Enrique Rodríguez Larreta, el fundador de Acelain, y la señora Josefina Anchorena. Me dieron la mano y él me pregunta ?hijo, no tenés miedo de volar con esos aviones?, ?no?, le dije, ?yo nací para volar?. Yo le conté ?si llego a volar por muchos años, a mí me gustaría contar mi historia con la aviación? y me dijo que el mejor libro que podía hacer era relatar fielmente cómo había sido mi vida. Eso se grabó en mí…
-Y se animó…
-Sí, en 1947 tomé un cuaderno y comencé, pero no hay peor cosa que revolver el pasado, así que llegaba a algunas partes duras, se me nublaba la vista y dejaba. Don Andrés Roldán me decía ?hay que seguir el libro? y la gente de la Brigada también me iba alentando, pero a mí se me ponía duro. Recordar todo y escribir un libro no es tan fácil.
-¿Quién le dio el empujón final para concluir el libro?
-Mi señora me ayudó muchísimo, la Fuerza Aérea, todos los pilotos me empujaron muchísimo. Al libro lo terminé este año, lo escribí todo a mano y todos los gastos estuvieron a mi cargo y estoy feliz. Las empleadas del doctor Dames y me pasaron muchas cosas a máquina, y yo tengo todos los manuscritos, estoy muy agradecido a ellos y también a Patricia Dames y al doctor.
Yo no soy escritor y estoy lejos de serlo, sólo relato fielmente y sincero las experiencias de mi vida.
-En su libro demuestra que es un ejemplo de perseverancia…
-Yo por volar dejé todo, he pasado hambre, frío; pero tuve el aprecio de muchísima gente, volé para grandes personalidades. Hoy tengo 85 años y tengo la historia de mi vida en un libro, como le prometí a don Enrique Larreta en 1947. Cumplo con un deseo mío y un pedido de mis camaradas del aire. Este libro también es una manera de agradecer a todos los que me han apoyado.
Este contenido no está abierto a comentarios