Su compañera, Adriana
Adriana Goñi llega a la cita con puntualidad docente. Al fin y al cabo lo es. Verla llegar es la confirmación misma de que la palabra viuda es tan desagradable como inoportuna.
Entonces, Adriana Goñi será a los efectos de esta crónica, la compañera de casi toda la vida de Ricardo Garijo. Es la mamá de sus tres hijos, la mujer a la que amó (?más de lo que yo a él?, diría algunos minutos más tarde), la admiradora incondicional de esa persona maravillosa que fue su esposo.
Estamos en el bar La Vereda y la referencia es oportuna, porque cuenta Adriana que fue en una de esas mesas (en el sector de fumadores, como ahora), cuando ella y Ricardo se sentaron a tomar un café, que no fue como cualquier otro. Sobre la mesa, en un sobre con membrete de algún laboratorio estaba el resultado de un estudio que sentenciaba ni más ni menos que la vida o la muerte.
Un año antes se le había declarado la enfermedad y tras algunas curaciones, su calidad de vida fue buena. Sin embargo, el temor a un recrudecimiento de la dolencia pendía como una carga pesada. Aquella mañana, Ricardo leyó junto a Adriana el resultado.
-?Bueno, ya está?, dice que le dijo en ese momento, tras conocer el peor de los veredictos: la sentencia.
Fue también en ese momento que le confesó que su vida había sido una buena vida, ?que habíamos armado una buena familia, que estaba contento con sus hijos, con la pareja?.
Le pidió que rehiciera su vida, porque era una mujer joven. Y con su humor, tantas veces irónico, le confesó que iba a regresar ?a hacerte cosquillas en los pies?.
Adriana le esquiva a las emociones cuando habla. A veces lo logra. Pero, de tanto en tanto, se saca los lentes y busca a mirada limpia un rincón en el techo que sujete las lágrimas.
?Son treinta años juntos?, repite, de tanto en tanto. Y confiesa que esta ausencia que hoy la rodea, además de angustia a veces también es bronca: ?por qué ?me pregunto en ocasiones- me dejó sola?.
Es el momento de hacer preguntas.
-¿Por qué cree que no tuvo el reconocimiento que se merecía?
-Nos toca vivir a los cincuentones una época del país económicamente mala para lo que es la venta de estas cosas, de comics.
Si hubiera vivido en el exterior hubiera sido otra cosa. Aunque Ricardo trabajó toda la vida para el exterior y oportunidades tuvo de trabajar e instalarse allá. Pero significaba irnos toda la familia y en eso yo no estaba de acuerdo. No es lo mismo que en el caso de mi hijo (Ricardo) que se fue sólo a los 25 años a Madrid. Teníamos que trasladarnos todos y los chicos eran muy chiquitos.
Por otro lado, él lo sentía en su momento y fue real: acá no se le daba mucha bolilla. En realidad, cuando empezó a estar mal empezaron a interesarse los medios en general. Era reconocido en su ambiente, pero no a nivel población.
-¿De cuándo le vino a Ricardo su pasión por el dibujo?
-Desde muy pequeño, a los seis años ganó su primer concurso de dibujos.
-¿Cómo se definía, como dibujante, escritor, historietista?
-Siempre se dijo dibujante, pero en realidad su veta de escritor estuvo escondida. Ya adulto demostró la calidad de su escritura.
-¿Se capacitó en ese don del dibujo?
-Como dibujante nació con ese don, aunque concurrió en la adolescencia a la Escuela de Artes Visuales. Como escritor, la lectura desde muy chico. Leyó todos los libros de Julio Verne; tenía pasión por la ciencia ficción. Le gustaba Cortázar, Borges? También el cine, la música, Piazzolla?
-¿Quiénes eran sus referentes?
-Como dije, Julio Verne. También admiraba a Oesterheld, a Brescia.
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La casa y el trabajo
-¿Cómo era su método de trabajo?
-En relación a la historieta, se levantaba a las seis o seis y media de la mañana. Luego del desayuno se sentaba en su lugar de trabajo, en casa, junto a su escritorio a dibujar hasta el mediodía, que interrumpía para almorzar. Continuaba hasta las tres de la tarde más o menos. Si además estaba escribiendo, por la tarde se sentaba frente a la PC a escribir.
-¿Hacia dónde apuntaban sus historias?
-Las historias tuvieron que ver con su relación de trabajo. Por ejemplo, para Inglaterra, las historietas que dibujó fueron de ciencia ficción y de guerra (la Primera, la Segunda, Vietnam? Para Estados Unidos, Julio Verne. Y la literatura, fundamentalmente con su padre y la Guerra Civil Española y la Segunda Guerra Mundial
Amigos y discípulos
-¿Muchos amigos?
-Sí, muchísimos. Cultivó la amistad. Jorge ?Chicato? Guazzelli, el ?Flaco? Musso, Nacho Lacovara, Ricardo García, Raúl Echegaray. Muchos?
-¿Tuvo sus ?discípulos??
-Sí, te nombro a Ariel Genaro, el autor de la tapa del libro. También de uno de los dibujos del interior de ?Lomax??. Es el presidente de la Asociación de Comic. Hay más pero sería injusta nombrar porque me olvidaría de nombres. Pero su más fiel discípulo fue su hijo Ricardo Adrián. En el libro, en la sección Homenajes, también hay un dibujo de Ricardo Jr.
-¿Hablaba de su trabajo?
-Poco. El dibujo lo veías a diario, pero la escritura hasta que no terminaba, no decía nada. Luego lo daba a leer, a mí o a alguno de sus amigos que te nombré. Y seguro que a Roberto Mouillerón, porque su opinión era muy importante para Ricardo. Tan poco decía sobre la escritura que fue una sorpresa el premio al cuento ?Los trenes?, porque ni siquiera nos había dicho que lo mandaba al concurso.
-¿Cuáles eran sus satisfacciones y sus amarguras en su actividad?
-El reconocimiento, por su puesto, la relación entablada con los extranjeros (Inglaterra, Estados Unidos, España). En cuanto a las amarguras, que en nuestro país la cuestión económica impidiera que el cómic tenga una llegada masiva a la gente.
El compañero
-¿Cómo se conocieron?
-Cuando llegué a Tandil a estudiar en la Universidad (soy de Tres Arroyos), en 1975. Ahí fuimos compañeros un año. Luego no lo vi más. El en el 77 se fue a Europa. A su regreso, en 1978, para el festejo del Mundial nos `encontramos`. Tuvo mucho que ver nuestro amigo el Chicato Guazzelli.
-¿Cómo era en la vida personal?
-Ordenado, observador al máximo, tranquilo, con mucho humor. ¡Humor irónico! Era un apasionado de la lectura y de la televisión, pero de la buena. Se quejaba mucho de nuestra TV argentina. Le encantaba viajar, además.
-¿La relación con sus hijos?
-Excelente, linda. Se divertían mucho con él. Fue un muy buen padre y por suerte, tuvo tres excelentes hijos que pusieron toda la fuerza para acompañarlo en sus últimos meses de vida. Fueron su orgullo. Y para mí también.
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