Sucesos notables en la historia de Tandil
Las primeras fábricas de tejidos
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Por Juan Roque Castelnuovo
El viejo rancho con techo de paja ubicado primitivamente junto al foso que delimitaba el Fuerte -lugar que ocupa hoy el edificio del ex Banco Hipotecario, en la intersección de las calles Belgrano y Chacabuco- dio paso, a fines del siglo pasado, a una construcción de material donde funcionó el almacén y despacho de bebidas de Jacobo Martino, punto de reunión de la colectividad italiana.
Después, allá por el año diez, se instaló allí Valentín De Miguel -español, nacido en Castilla La Vieja- con una pequeña industria textil. La fábrica estaba provista de dos máquinas rectilíneas.
Años más tarde, se instaló en la esquina de Riobamba (hoy Alem) y Sarmiento, sucediéndolo en la empresa Pablo de Miguel, su hijo mayor, quien llevó la fábrica después a la finca de la calle Centenario -hoy Fuerte Independencia- señalada con el número 90.
La casa daba a la calle Constitución, por donde se producía la entrada de los obreros -la mayoría mujeres- y los talleres estaban ubicados en un amplio salón donde funcionaban 28 máquinas de tejer, 11 en la sección costura, una bobinadora de 24 husos y otra de ocho, importadas todas de Alemania, con las cuales tomó gran impulso la empresa, ya que no sólo mejoró la calidad y aumentó la producción, sino que permitió anexar la fabricación de medias de lana tipo “Wesley”.
La sección costura contaba con máquinas estadounidenses, figurando entre ellas una ojaladora que era, a la sazón, la segunda llegada al país y una de costura invisible que produjo, por aquel entonces, una revolución en la industria textil argentina.
De Miguel fabricaba chalecos, boas, echarpes, trajecitos, polainas, sweaters y enaguas de alta calidad, pero su producción se distinguía sobre todo por las tricotas, que eran muy requeridas, no sólo en Tandil sino también en Buenos Aires.
A comienzos de la década del veinte, fueron instalándose otras fábricas similares; entre ellas las de Sanllorenti, Erausquin y Cía., ubicada en Rodríguez 739; de Fernández, Tarafa y Puig, en avenida Santamarina 481; y Carmona Hnos. y Cía., en Belgrano 640.
La primera de las nombradas fue establecida a principios de 1922 y en el primer año produjo 1.600 docenas de tricotas para niños, hombres y señoras. Además, 1.500 docenas de boas para hombres y niños. La fábrica contaba con viajantes para la venta de la mercadería, que era colocada además de nuestra zona, en Zapala, Comodoro Rivadavia y San Juan. Las operarias -19 en total- trabajaban en dos turnos, de 7.30 a 11.30 y de 13 a 17. Se les pagaba por pieza fabricada para incentivar la producción. Las obreras más competentes, llegaban a sacar de 70 a 80 pesos por mes.
Esta empresa, que comenzó a funcionar en 1921, contaba también con máquinas rectilíneas de fabricación alemana.
La Textil Catalana, era el nombre de la hilandería y fábrica de tejidos de Fernández, Tarafa y Puig, que llegó a figurar entre las más importantes de la provincia. Estaba instalada en grandes salones, dos de ellos de 40 x 50 mts. Contaba con 80 operarios, la mayoría mujeres. Aquí también se hacían tricotas, boas, puños, frazadas y chalecos de fantasía; fabricándose, a poco de comenzar su actividad, un promedio diario de 15 docenas de tricotas.
La empresa recibía la lana en bruto de Buenos Aires y en sus instalaciones realizaba todas las transformaciones, incluyendo el lavado. Contaba, asimismo, con dos bibliotecas y una sala de lectura para el personal: un sector, para mujeres y otro para varones. La firma costeaba el 50 por ciento del costo de los libros y revistas que se adquirían, haciéndose cargo los operarios de la otra mitad.
NdlR: Esta nota fue publicada originalmente hace 20 años por El Eco de Tandil.
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