Testigo no pudo esclarecer por qué una de las acusadas estaba cerca de la escena del asalto
La continuidad de la zaga judicial estuvo signada por la culminación de la exposición de la prueba llevaba al recinto, con el comparendo de un par de testimonios. Ahora, a más precisiones, el lunes, resta escuchar los alegatos del ministerio público y los defensores.
Será de sumo interés, entonces, oír al fiscal Marcos Egusquiza quien, en definitiva, armó la instrucción cual rompecabezas permitiendo arribar a un atípico juicio, en el que no está en juego la responsabilidad penal de los autores materiales sino de los intelectuales, quienes -al entender de la acusación- oficiaron de dateras, dotaron de la información que le permitió a los ladrones (aún anónimos) ingresar a la vivienda de los damnificados y alzarse con un cuantioso botín, unos 135 mil dólares, otros tantos pesos más y un par de cheques con un valor de 30 mil pesos cada uno.
Paola Carrosio (hija de la empleada doméstica de la familia damnificada) y Ninosca Arias Agüero, nuevamente se sentaron en el banquillo de los acusados, secundados por sus respectivos abogados, el abogado particular Claudio Castaño y defensor oficial Diego Araujo.
Testigo
Precisamente los dos últimos testimonios que se escucharon en la sala resultaron del entorno de la hija de la empleada doméstica acusada. Otra empleadora y su suegra declararían ante al juez Pablo Galli, aportando más elementos, detalles que, en definitiva, parecieron favorecer más a la hipótesis fiscal que a la defensa.
A saber, primeramente Haydée Bayón dijo ser empleadora de la mamá de la acusada y la propia Paola, quien trabaja en su domicilio del barrio cerrado Country de las Sierras desde hace unos 9 años.
La mujer desplegó las mejores referencias de ambas, incluso recordó que las tomó por la recomendación de su otrora vecina, la señora de Marzocca, que luego las acusaría del robo.
Subrayó que son de su estricta confianza, que de hecho ella buena parte de la semana no está en la ciudad y ellas se encargan del cuidado de su propiedad y nunca le faltó nada.
La testigo intentó conjeturar sobre una conversación que tuvo con Marzocca una vez ocurrido el robo, especulación que le valió la rápida intervención del fiscal y del propio juez a la hora de exigirle mayores precisiones y claridad en sus dichos.
Es que la mujer quiso dejar entrever que su vecina le había comentado que la importante suma dineraria que tenía en el placar de la casa de calle Alsina había sido guardada el mismo día del atraco, lo que permitiría a la defensa descartar que hubo un trabajo de inteligencia previo para cometer el ilícito.
Empero, ante el pedido de aclaración del mismísimo magistrado la testigo desistió de dicha sentencia, y apenas esbozó que se trataba de una percepción que le había quedado a partir de la charla que había mantenido, pero no pudo aseverarlo ni mucho menos.
Luego, insistiría en la confianza que le tenía a la acusada como a su madre, para luego dejar sentada su sensación: si sospechaba que podían haber cometido semejante robo no estarían trabajando con ella en la casa.
La suegra
Mucho más espontánea y con mayor claridad resultó el comparendo de la suegra de Corrosio, Susana Beatriz Fernández, quien vive a escasa distancia de la casa robada, más precisamente en la esquina de Alsina y Sarmiento.
Su declaración resultaba útil para la teoría fiscal, puesto que la acusada dijo que aquel día del robo fue vista por la zona del atraco porque había ido a la casa de su suegra a buscar a su sobrina, que llevaba a danza.
La suegra por esos días se había ausentado de la ciudad para vacacionar. La mujer no pudo ratificar aquella posibilidad que esgrimió la acusada, más bien lo contrario. Si bien no pudo precisar con exactitud las fechas, consideró que a fin de año su hija ya no iba a danza.
Sus dichos sin dudas fueron tomados muy en cuenta por el fiscal, que tomó especial nota de aquellas impresiones. Habrá que aguardar qué impresión y qué validez le dará el magistrado en su veredicto.
Cerrando la jornada matinal de la audiencia, Javier Decruz sería el último de los testigos. Amigo de Ninosca hablaría de su trabajo como “vidente”, tirando las cartas. El hombre también confirmó la amistad que había entre las imputadas.
Sin más, culminó el tercer capítulo a la espera del protagonismo de las partes, a desarrollarse el lunes. El fiscal se denota confiado con lo hasta aquí ventilado en el juicio y ratificará la acusación con el consiguiente pedido de pena (el código prevé condenas de 3 a 10 años de prisión).
Los defensores, en tanto, insistirán en el estado de inocencia de sus pupilas, considerando que lo llevado a juicio eran apenas algunos indicios, dichos de terceros que no cobran semejante contundencia como para condenarlas.
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