Tras el inusual asalto, el Banco Industrial de Azul abrió sus puertas con total normalidad
Pese al sorpresivo atraco sufrido en las instalaciones de la céntrica sucursal tandilense del Banco Industrial de Azul en la mañana del lunes cuando una banda de cuatro delincuentes asaltara 12 cajas de seguridad y se dieran a la fuga, en el día de ayer la entidad abrió sus puertas al público con normalidad.
De esta manera y al igual que todas las mañanas, el banco inició sus actividades desde las 9, cuando sus instalaciones comenzaron a revivir su escenografía habitual, permitiendo el ingreso del personal y de clientes, quienes aún conmocionados, se disponían a comenzar una nueva jornada.
Muchos fueron los jubilados y pensionados que se hicieron presentes para efectuar el cobro de sus haberes, mientras que otros tantos clientes se acercaron para efectuar distintas transacciones, tal vez postergadas por el episodio que tomó protagonismo el día anterior.
Desde la vereda, toda la decoración edilicia del centro tandilense simulaba una jornada pacífica, horas más tarde de que el mismo empedrado haya sido el epicentro de un asalto sin antecedentes en la historia de la ciudad.
La céntricas veredas de la calle San Martín entre 9 de Julio y Rodríguez mostraba el mismo movimiento, aunque muchos curiosos no podían evitar mirar a través del vidrio al pasar por la puerta de la sucursal.
Con el correr de las horas, la fachada del local albergó a muchas personas que aguardaban su turno para ingresar al cajero. Ya no se veían aquellos rostros desesperados, sólo muchas personas que iban y venían de sus trabajos, hacia sus casas, saliendo de la escuela, tranquilas, como si el sorpresivo y amargo episodio hubiera sucedido en sueños.
Cada comerciante de la cuadra procuraba atender con tranquilidad su negocio, seguramente alerta, tal vez aún conmocionado. Mientras tanto, personas de todas las edades salían y entraban del banco. “Menos mal que hoy no pasó nada”, advertía una clienta.
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Accedé a las últimas noticias desde tu emailMientras tanto, en el interior del banco sonaba un teléfono de fondo que nadie atendía. Las oficinas de atención al público estaban en perfecto orden, cada uno de los papeles seguía en su lugar, mientras el personal continuaba su labor luego de una jornada peculiar.
De fondo, entre el murmullo y las espontáneas conversaciones que surgían durante el tiempo de espera, uno de los empleados anunciaba desde la caja “pase el 57”. Es que muchos necesitaban efectuar con urgencia aquel trámite que había quedado postergado.
En este sentido, una larga cola que no cesó en toda la mañana dio cuenta de las transacciones que se vieron demoradas por el increíble atraco sufrido en el subsuelo de las mismas instalaciones.
Las personas mayores aguardaban sentadas su turno, muchos charlaban y otros en silencio rezaban en voz baja que todo siguiera un curso calmo. Dentro del banco, los empleados actuaron cumpliendo sus obligaciones como todos los días y el silencio, se fue dejando en primera plana la incógnita de un terrible comienzo de semana que pareciera no haber sucedido.
Algunas caras, las mismas del lunes, esperaban a que alguien del personal los atendiese. Muchas caras, ninguna voz. Sólo la de un policía que consultado por la prensa informó cabizbajo que “hoy se encargarán de atender uno a uno a los damnificados, luego hablarán con la prensa”.
Pese a que se informara de la presencia en Tandil del gerente de sucursales del Banco, junto a otros directivos de la entidad, y se asegurara que aceptarían algunas consultas de la prensa luego del cierre del horario bancario a las 15, esto no sucedió.*
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