Un cuento en los días previos a La Navidad
Una señora llega al Cielo, parece un poco cansada y descontenta, murmura algo mientras espera parada en una nube a que le abran la gran puerta dorada. Al rato aparece San Pedro haciendo ruido con las llaves y sin abrir la puerta le dice:
-No se la ve nada contenta? antes de entrar tiene que dejar de murmurar, cambiar la cara; de otra forma será imposible que ingrese al Reino de los Cielos.
La mujer lo mira igual de descontenta:
-Mire, no tengo ganas de ponerme a discutir con usted, si me quiere dejar entrar hágalo y si no, no. Me da lo mismo, me quedo acá afuera y listo? o me voy al infierno.
San Pedro abre la puerta, sale y vuelve a cerrarla a sus espaldas.
-¿Por qué está tan enojada?
-No estoy enojada.
-Pues no se le nota la alegría de estar en un lugar como éste, único, sobre todo. De todos modos y como veo que no tiene ganas de conversar, necesitaría que llenara este formulario- dice sacando un papel y una birome Bic de la nada.
-¿Un formulario para entrar al Cielo? Esto es ridículo- exclama la mujer mientras toma el papel y la birome.
-¿Quiere que me quede con usted mientras lo completa?
-Prefiero estar sola?.
-Como siempre.
-¿Qué dijo?
-Nada.
San Pedro la saluda con una sonrisita y desaparece en la nada celestial.
-Un formulario, lo que faltaba? veamos. Describa qué hizo por usted en los últimos años. Eso es fácil, hice un montón de cosas?
-¡Por usted! grita San Pedro.
-¡Ah! (largo silencio de birome en el aire).
Pasado un tiempo se vuelve a escuchar la fuerte voz de San Pedro: -Escriba ?no hice nada por mí? y pase a la siguiente pregunta: ¿qué estuvo haciendo los últimos años en la tierra?
-Trabajé -dijo apurada-, trabajé. Hice mucho, me ocupé de la familia, de mis hijos, estuve pagando cuentas y más cuentas, trabajé, leí menos de lo que hubiera querido? viví preocupada por mi familia? por lo general me sentía siempre cansada. ¡No pienso poner todo eso, son pálidas!
-Noto un cierto resquemor en sus palabras? si quiere la sigo ayudando?
-Por favor ?agradeció-. Y apareció San Pedro de la nada y sentándose a su lado tomó el formulario y escribió: ?Los últimos años en la tierra estuve ocupándome de los demás?. Lo que nos lleva a la siguiente pregunta: ¿Era feliz?
La mujer lo miró con los ojos llenos de lágrimas.
-No era feliz- anotó San Pedro. Veamos qué sigue: -¿Por qué?
-Esto parece un reportaje más que un cuestionario.
-Mire señora tómelo como le parezca, pero tenemos que llenarlo. ¿Por qué no fue feliz en los últimos años?
Ella pensó y dijo en voz alta: -Hay mucha gente que es mucho más infeliz, que no tiene nada, a la que lastiman, gente sin sueños, que ni siquiera ha podido ganar algunas batallas? porque usted me dice en los últimos tiempos, ¿no? Porque también tuve épocas muy buenas en las que fui inmensamente feliz, además mi familia me da mucha felicidad.
-Usted dijo que no era feliz.
-Y es cierto.
-¿Por qué? A ver si contestamos esta pregunta y pasamos a la otra, ¿si?
-No fui feliz porque hubiera querido hacer más cosas por mí y no pude.
-Lo que nos remite a la primera pregunta?
-¡Oiga! No pienso volver a responder todo de nuevo.
-No es necesario, para nada. Como verá, esto es una especie de juego que nos lleva a un círculo- y bajando la voz le susurra al oído: -No diga círculo vicioso o perverso porque acá no debemos decir malas palabras?. Un círculo del que le es imposible salir.
-Y ahora menos que nunca- dijo con sarcasmo.
-No sea tan dura con usted misma, mujer, que a veces ciertas cuestiones tienen giros inesperados.
-No lo entiendo.
-Usted tiene la posibilidad de arreglar las cosas? en la tierra.
-¡Claro!, dígame dónde tomo el ascensor que me lleva a planta baja, o dónde está la escalera de incendios.
-¡Esta mujer testaruda! Dígame, ¿nunca vio una película donde situaciones como éstas se revertían?
-San Pedro, ¿usted está alcoholizado?
El siguió sin darle importancia: ?Y hay una en especial que a usted le gustó mucho?
-¿Cómo sabe tantas cosas de mi?
-Porque soy la mano derecha del Patrón Celestial. Haga memoria, hay una con Warr?
-¡Warren Beatty! ¡?El Cielo puede esperar?! ¡Una de mis películas favoritas! ¿Usted está diciendo que me va a dejar volver?, ir abajo?
-Para que arregle las cosas. A veces nos damos algunas licencias- dijo -porque queremos que los que llegan acá la pasen bien acá y no se queden tras la puerta.
-¿Usted está diciendo que yo podría volver y ser un poquitín egoísta? ¿Qué podría dedicarme a hacer pilates?, ¿a leer con más frecuencia y trabajar menos? ¿Podría ir a fiestas? ¿Conocer nueva gente? ¿Viajar? ¿Decirle a mi marido que me espantan sus silencios? ¿Y a mis hijos contarles todo lo que necesito que sepan de mí? ¿Podría ser auténtica?
-¡Vaya amiga y vuelva cuando sea el tiempo!, por ahora? el Cielo puede esperar.
Dicho esto San Pedro desapareció.
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Accedé a las últimas noticias desde tu emailLa mujer caminaba lentamente, un poco encorvada, como si llevara en los hombros todo el peso del mundo. Suspiró y fue tan ruidoso el suspiro que se dio vuelta para ver si alguien la había escuchado. Se rió, la calle estaba desierta como de costumbre a esa hora, sólo los naranjos habían sido sus testigos.
-Acabo de reíme? ¿de qué?-, se preguntó mientras intentaba acomodar la invisible pero pesada mochila sobre la espalda y en ese movimiento, la bolsa cayó al suelo. Se arrodilló para recogerla pero le fue imposible, tal era el peso que ningún ser humano hubiera sido capaz de cargarla.
-Pero yo la llevaba hace unos momentos, ¿cómo es posible?-.
De pronto se dio cuenta que había desaparecido la eterna contractura, no le dolía el cuello ni los hombros, se sintió ligera, tan ligera que le dieron ganas de ponerse a correr.
-¿Y ahora qué?
El Cielo (¡que loca de dónde sacaba eso!) le había dado una nueva oportunidad y ella no podía desaprovecharla ¿pero cómo hacerlo sin sentirse culpable, abandónica, una mala madre y peor esposa?
Estuvo a punto de largarse a llorar, levantó la cabeza y miró el Cielo brillante: no podré, dijo en voz alta.
-Siempre se puede, habría dicho San Pedro y se largó a reír porque no sabía de dónde sacaba que un santo le hablara.
-Siempre se puede, repitió, pero para hacerlo tendré que ser sincera conmigo y con los demás. Ya no quiero más una permanente tristeza disfrazada de alegría.
Y a partir de allí, la mujer vivió muchos años felices, no los más importantes de su vida, tal vez, ni los mejores. Diferentes, pero felices.
Y arriba, en el Cielo?
-¿San Pedro?
-Sí, Señor.
-Te estás volviendo viejo y sensiblero, es la última persona que mandás de vuelta sin consultarme ¿está claro?
-Sí, Señor? pero estamos en los días previos a la Navidad, tiempo de milagros.
-¡Seguro! Pero soy yo el que los hace y vos te llevás los laureles. ¡Habráse visto!
Sobre el autor
Más de 142 años escribiendo la historia de TandilEste contenido no está abierto a comentarios