Un experto advirtió que la mayor exposición química está dentro de los hogares y no en las fumigaciones a campo
Un bioquímico cordobés contó cómo fue que llegaron a tener la ordenanza de aplicación de fitosanitarios vigente y la importancia de cumplir con las buenas prácticas agrícolas. Señaló la necesidad de aunar las voluntades y dejar de profundizar la grieta. Mientras Tandil trabaja en reformar o crear una nueva reglamentación, indicó que no hay que pensar que todos los problemas pasan por el uso de fitosanitarios.
De un tiempo a esta parte, en el país y en Tandil puntualmente, el término de buenas prácticas ha tomado relevancia al hablar de principios tales como la responsabilidad, el compromiso y la rigurosidad científica a la hora de producir en los campos.
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Este conjunto de normas se ha empezado a establecer y redefinir con el tiempo, adaptándose a la necesidad de generar alimentos y cuidar el ambiente a la vez. Ante esto, el bioquímico experto en la temática, Fernando Manera, compartió la práctica en Córdoba, donde han recorrido un largo y completo camino de trabajo para llegar a la resolución que hoy está vigente.-
En una de las provincias más diversas en cuanto a producción agrícola ganadera, las buenas prácticas se vienen implementando hace mucho tiempo y dando buenos resultados. Si bien el marco de Ley salió en el 2004, las primeras experiencias datan de 1988.
Manera se encuentra en Colonia Caroya, que se destaca por ser zona de quintas por lo que se volvió imperante tener un reglamento para ordenar las aplicaciones de productos ante una amplia diversidad de cultivos existente, para el cuál se usan distintos procedimientos.
El primer tratamiento sobre aplicación y controles se dio en el año 88, que luego se fue modificando en el 92, 98 y 2002, para convertirse en ley recién en 2004, también actualizada recientemente.
El modelo de Córdoba
Fernando Manera se graduó como bioquímico en la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) y desarrolla su actividad en Colonia Caroya, donde instaló un laboratorio dedicado a análisis clínicos, aguas, alimentos y medio ambiente. Ente otras cosas, fue director del Departamento Bromatología y Ambiente, Ex Sub Secretario de Salud y Prevención Comunitaria , miembro fundador y primer Presidente de la Asociación de Bromatología, Ambiente y Zoonosis de la Provincia de Córdoba, y docente de Eco-Toxicología en Diplomatura de Pos Grado en Ambiente, de la Universidad Católica de Córdoba.
Sobre la norma vigente, explicó que marca la importancia de las buenas prácticas agrícolas y fundamentalmente del conocimiento que tienen que tener el dueño del campo, la persona que maneja el equipo de aplicación con capacitaciones cada dos años y maquinaria en regla, a lo que se le suma la receta fitosanitaria que debe ser expedida por un ingeniero agrónomo. En esa fórmula se precisa dimensiones del predio donde se aplicará determinado tipo de producto y su concentración.
Además, debe cumplirse con condiciones meteorológicas o de humedad, temperatura y viento para proceder a la práctica. De chequearlo se ocupan los inspectores y técnicos que van con un dinamómetro a realizar las mediciones.
“A todo esto se suma el Estado, sea Municipio o Provincia, para controlar lo que se está realizando para que se encuadre con lo anterior”, explicó y reveló que las multas económicas pueden llegar a alcanzar un monto igual al de 10 mil litros de nafta súper.
Para constatar el cumplimiento, generalmente se toman muestras del interior del tanque que contiene el producto y se manda a analizar a un laboratorio de Provincia, para equipar la concentración real con la de la receta fitosanitaria firmada por el profesional.
Por la sanción “dura”, ya sea del Municipio como del Gobierno de Córdoba, que cae sobre el productor en caso de no cumplir es que no existe zona de exclusión de aplicación, según dijo.
“También tiene que haber voluntad. El dueño del campo como la persona que trabaja o aplica deben cumplir estas pautas. Hay gente encerrada en sí misma, que piensa que nadie le puede enseñar algo nuevo, es la que termina haciendo cosas erróneas o equivocadas”, expresó.
La salud no es negociable
El experto contó que las leyes fueron consensuadas, también, con la Universidad de Córdoba y profesionales de la salud. Aparte, se armó el Departamento de Salud Ambiental que depende del Ministerio par de la Provincia y del Ministerio de Ciencia, Agricultura Agua y Suelo.
“Hay un número de profesionales, entre ellos ambientalistas de carrera, que cuando hay un inconveniente se traslada a verificar si la denuncia corresponde”, aseveró, enfatizando que “la salud no es negociable”. De todas formas, advirtió que es necesario a la vez tener conciencia de que se requiere de todas las condiciones para poder producir “como corresponde”, donde Argentina es netamente productor de granos y ahora está atravesando una situación difícil, que no es nueva.
“Dependemos de esto, entonces tenemos que controlar y hacer eficiente el sistema en producción, pero sin que traiga consecuencias”, consignó. Para que sea exitoso, insistió en que son necesarias las voluntades y ganas de todas las partes.
Los químicos hogareños, la amenaza invisible
Teniendo en cuenta que Tandil está en un proceso de modificación o confección de una nueva ordenanza para las fumigaciones, también consideró oportuno reflexionar sobre la tendencia en el país en general de “exacerbar los problemas”. “Pareciera que todos pasan por los productos fitosanitarios y se los llegó a denominar agrotóxicos”, dijo.
Planteó la sensibilidad del asunto, ya que muchas personas pueden recibir “una sola campana” y creer que realmente la enfermedad que pueda padecer ella misma o algún hijo es por eso. Lejos de creerlo así, justamente por trabajar con médicos toxicólogos, oncólogos y ambientalistas, explicó que en realidad los procesos para que se desarrolle una enfermedad son “multicausales”.
Según contó, allá por el 2001 el tema de las fumigaciones generó revuelo y hasta “miedo” en la gente, sin embargo lo vio como algo positivo porque dio lugar a que el Gobierno avance en estudios y creara hasta un Comité de Tumores.
Las investigaciones abordaron la gran mayoría de los casos de tumores de Córdoba y lo que ven es una mayor tendencia a presentarlos en los habitantes de la ciudad capital y en menor medida en el interior. “Eso va en contra de lo que normalmente suele trascender y el mundo la tendencia es similar, o sea que las grandes urbes por el smog, la combustión y productos que se usan en el hogar responden más a esos procesos multicausales de enfermedades”, explicó.
Vale destacar que Manera, además, escribió un libro que ya lleva varias ediciones de publicación llamado “Una Amenaza Invisible”, donde también habla precisamente de cómo los productos químicos que se utilizan en el interior de las casas son más peligrosos que los que se utilizan en las fumigaciones en campos.
En sus reflexiones finales, compartió que lejos de alimentar la grieta que existe en el país, en muchos sentidos, es necesario empezar a cerrarla, sin embargo nota que hay quienes todavía siguen cavando para pronunciarla aún más.
“Me preocupa muchísimo, por eso trato de trabajar esclareciendo principios fundamentalistas que no nos llevan a nada”, expresó. “Hoy el mundo, Gaia, está en continua devolución, con lo cual los seres humanos debemos adaptarnos a toda esta evolución y eso conlleva al mundo químico que nos rodea, que hoy es muy grande y hace 80 años no lo teníamos”, aseveró, enfatizando que la mayor exposición en este sentido está dentro de los hogares.