Un trece en el trece
Para el primero de septiembre de 1956 el club Ramón Santamarina había armado con bastante anterioridad su cartelera nada menos que peleando de fondo Eduardo KO Lausse. En el interín ocurrió lo insólito, lo inesperado, en Bahía Blanca. El 10 de agosto, un ?loquito? del ring, enmarañado, extrovertido, provocador, con más fama de guapo que de buen boxeador daba el batacazo al vencer al campeón argentino y sudamericano de los medianos por puntos en un fallo cerrado.
Andrés Selpa, el vencedor, con su triunfo conmovió al mundo del boxeo y varias conjeturas se tejieron alrededor de esta derrota imposible, que no sólo no estaba en los papeles de nadie, sino que tampoco respondía a la lógica. Un corolario de esta debacle fue que ese primero de septiembre al club local, en lugar del campeón subió Andrés Selpa, el vencedor de ?El Zurdo?, frente a Miguel Luchéis.
Aún con la sorpresa latente para los entendidos que hablaban de ?milagro que no volverá a ocurrir?, el Luna Park en un día como hoy hace 54 años montó la revancha entre el ?Cacique de Bragado? y Eduardo Lausse. El estadio se colmó con la esperanza de que el campeón retuviera los dos cinturones que portaba y daban por hecho que la historia no volvería a repetirse. La rivalidad entre ambos era comparable a la de Prada-Gatica y que más adelante recrearían ?Ringo? Bonavena con ?Goyo? Peralta.
Lausse era un verdadero caballero dentro y fuera del ring con estilo elegante de boxeo y una pegada que llegó conocer hasta Gene Fullmer cuando le pellizcó la quijada y lo mandó al suelo. Sus 17 peleas ganadas por nocaut en el primer round lo dicen todo. En cambio Selpa tenía una forma prepotente de comportarse, jugaba con su histrionismo y una desmedida soberbia. Peleador rústico y desordenado, camorrero, tenía una mano pesada. El contraste técnico y de dotes personales me hacen recordar a las diferencias casi calcadas que hubo entre James Corbett y John Sullivan.
Si en aquella oportunidad en 1892 ?Gentleman Jim? pudo sobreponerse a las bravuconadas de su rival venciéndolo por nocaut, a Eduardo Lausse le ocurrió todo lo contrario.
Selpa, que ya venía anunciando que ese sábado ambas coronas cambiarían de mano, desde el inicio de la pelea empleó cualquier tipo de artimañas para poner nervioso a Lausse. Con desplantes, actitudes cercanas a la burla, logró anular mentalmente a su rival, a tal punto que cometió varias infracciones infantiles y sin intención, producto del estado al que lo llevaron las actitudes del de Bragado, que inclusive puso rodilla en tierra por casi dos minutos acusando un golpe bajo.
Lausse lució totalmente desconocido por su falta de agresividad y resolución, estaba sobre el ring como vulgarmente se dice ?atado?. Solamente un pasaje en el noveno round le fue favorable cuando en un descuido de Selpa, que se puso a mirar el reloj, colocó uno de sus mortíferos golpes que volteó a su rival y le hizo pasar por un mal momento. La dureza de que hizo gala siempre ?El Cacique de Bragado? volvió a aparecer y pudo terminar el round recuperado.
El final llegó el round trece cuando Alfredo Porzio arrojó la toalla marcando el abandono del campeón, imposible de continuar al comprobarse la fractura de algunas costillas.
Ocurrió un día trece, y Selpa ganó en el round trece. Nunca le pregunté, pero seguramente era su número de la suerte.
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