Una niña, dos cámaras gesell y una testigo privilegiada que ?la salvó? de los abusos de su papá
Otra historia dolorosa. Otra menor de edad como víctima y más voces de un nuevo caso de abuso que llegó a un juicio oral y público en el Tribunal Criminal 1. En esta oportunidad, con particularidades, actores que se sumaron y aportaron más allá de un delito intrafamiliar que en la mayoría de los casos no cuenta con testigos y sólo prevalece la palabra de la presunta víctima y victimario, además de los indicios complementarios y peritos psicólogos intervinientes.
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Accedé a las últimas noticias desde tu emailEn este caso, se dijo, hubo otra protagonista, una mujer con su propia historia detrás que motorizó la denuncia a partir de lo que percibió y observó en la casa y en la convivencia entre padre e hija, además de lo visto vía Skype (cámara de video por internet).
“Dios me puso otra oportunidad, como si fuera una revancha”, confiaría una mujer perturbada, temerosa por tener que enfrentar la escena de declarar frente a un Tribunal y al denunciado a unos metros, pero a la vez espontánea y concreta como contundente.
Es que la testigo se tuvo que remontar a su propia historia para explicar el desenlace que derivó en una causa penal que llevó a que una menor contara lo vivido por cámara gesell y su padre quedara preso, tras haberse fugado por unos meses al anoticiarse que su hija lo había denunciado por abusos y violaciones.
En efecto, la mujer reseñó que conoció al imputado (se obvia su identidad para no reconocer a la menor de edad víctima) cuando joven, cuando cursaban en la misma escuela. Allí noviaron por un par de años hasta que se topó con la hermana del sindicado, quien le confió que había sido violada por su propio hermano, novio de ella.
Sin más, la adolescente de aquellos días dejó de ver al sujeto, en tanto que se desentendió de la joven que le había confiado aquellos aberrantes sucesos. La culpa la cargaría por años, incluso hasta la fecha. Y allí encontró las razones para motorizar lo de ahora, con el mismo abusador pero con otra víctima, la hija de apenas seis años.
Es que con el paso de los años y ella ya madre de hijos volvió a cruzarse con el aquel primer novio de chica y volvieron a relacionarse desde la amistad (según ella reiteraría ante las insistentes preguntas de las partes si no se trató de un nuevo noviazgo).
Allí se encontró con que el joven aquel también era todo un hombre y padre, quien recientemente había enviudado y tenía a su cuidado una pequeña de apenas seis años.
La amistad fue ganando en confianza hasta que la testigo comenzó a familiarizarse. Tal fue así que de hecho comenzó a ayudarlo en el cuidado de la niña, siendo que cuando el padre se iba a trabajar (remisero) ella custodiaba a la niña. Pocas veces desde la presencia física, pero siempre la observaba desde su casa vía Scype “cual casa de gran hermano”, cuando la niña se quedaba sola en la habitación de una casa precaria (un ranchito con apenas dos dependencias y un baño cual letrina a las afueras).
Sospechas
A partir de aquel seguimiento cibernético y el intercambio de charlas con la menor, la mujer comenzó a percibir actitudes extrañas para con el trato de un padre con una hija, a quien, por ejemplo, la vestía como una chica más grande, con jeans ajustados, a la que le quería pintar los labios y las uñas y delinear los ojos. A la vez, observaba cómo a veces él se cruzaba frente a la cámara –sin advertir que estaba encendida- semidesnudo delante de la niña.
Así, la mujer retomó aquellos recuerdos de la hermana del hombre y la culpa -su sentido de culpa- la volvió a prestar mucha más atención. “Es como que hice mi propia pesquisa”, soltó, aunque a cada aseveración se autointerrumpía con un comentario errante que merecería reproches varios de los jueces que, incluso, terminaron con una tensa situación (ver aparte).
“Yo no vi nada concreto, pero había cosas raras. La nena se desvestía delante de él y éste la miraba con otros ojos, no los de un papá”, sostuvo en su angustioso relato al que volvería a cortar para aclarar que “no quise hacer daño a nadie, no sé qué pasó, solo estoy diciendo lo que vi”, dejando en claro su temor por lo que estaba afrontando.
El sentimiento de miedo ya lo había manifestado en la antesala del juicio, incluso mereciendo la contención de una mujer policía para que se tranquilizara.
“Tengo miedo, cuando salga me va a matar”, sollozaba. Actitud emocional que cargó durante toda su perturbadora exposición.
No sin esfuerzo, el fiscal la volvía sobre lo importante, desentrañar sobre los indicios de abusos, sobre lo que la mujer respondía categóricamente.
Por caso, cuando aseveró que vio a la niña desde la cámara web caminando con dificultad, por lo que ella le preguntó qué le pasaba. “El osito se me metió en la cola”, dijo que le comentó la niña.
En medio de aquellos diálogos la mujer, ya sospechando cabalmente de que la niña podía ser víctima de lo mismo que aquella amiga le confió y se desentendió, le preguntó si su papá le hacía algo. Sobre lo que la niña sentenció: “yo no quiero que mi papá vaya preso”.
“Yo quería ayudarla como no lo hice con la hermana. No quise destruir a nadie”, desconsoladamente la testigo referiría.
También la mujer contó que vio cuando el papá amenazaba a la niña con comentarios tales como “si yo no estoy qué va a ser de vos. Te vas a quedar sola”, recordó de aquellas oídas vía internet.
Saltando a otra escena, otro diálogo entre ella y la nena, reseñó que le preguntó qué quería que le regalase, a lo que la chica le respondió: “me quiero ir a vivir con vos”.
Igualmente la mujer iría a la casa y le regalaría una muñeca a lo que la niña se lanzó y se trenzó en un abrazo para luego explotar en llanto y pedirle que “no le digas nada a papá. Yo no me merezco nada…”.
Otro indicio
La testigo citaría otra escena que se sumaría como indicio a las sospechas llevadas a juicio. Dijo que en una oportunidad fue por sorpresa a la casa e irrumpió sin más, viendo que padre e hija estaban jugando en la cama. El semidesnudo, con apenas calzoncillos. Añadió que el hombre se puso nervioso y la niña también, incluso le esquivaba la mirada.
Al otro día, volvió a la vivienda, pero el hombre ya había colocado trabas a las puertas. No podía ingresar como antes. Ahora debía golpear para poder entrar.
A preguntas del defensor, sobre su encono para con el hombre por una presunta relación sentimental frustrada, la mujer lo negó terminantemente, acotando que “no sé si estaba enojado con él, estaba enojada conmigo”, acerca de aquella culpa que le carcomía por el silencio de aquellos años de chica.
Dentro del desordenado relato, en los que por momentos lloraba en otros soltaba una risotada por algún comentario coloquial, recordaría otra escena cuando ingresó a la casa y aprovechó la ausencia del hombre para mirar la computadora. Allí vio que tenía imágenes pornográficas, de pedofilia, por lo que arrancó el CPU y se lo llevó, para tirarlo en las vías del ferrocarril. La denuncia recién la efectuaría al día después, por lo que motivó la pregunta del defensor: “Ante semejante prueba -las fotos- por qué no las guardó para presentarlas a la justicia”.
La mujer ensayaría su respuesta: “fue un arrebato, lo hice de calentura. Después me decidí por realizar la denuncia”.
Cerrando el particular testimonio, la mujer dejó la sala con la misma angustia y miedo que ingresó, con el sinsabor incluso de haberse cruzado de palabra con un juez. “No le deseo a nadie estar acá en mi situación. Me siento muy mal”.
Es que en medio de su errante alocución generó cierto enojo del juez Pablo Galli, quien alzó la voz para aclararle que estaba bajo juramento y que se trataba de una carga pública, que debía limitarse a responder lo que le preguntaban, sin comentarios ni ironías de por medio.
La mujer volvió a desestabilizarse emocionalmente y amagó con retirarse de la sala, incluso a sabiendas que la podían llevar presa. Finalmente, prevaleció la calma tras un cuarto intermedio y el propio magistrado atemperó la tensa situación protagonizada.
Cámara gesell
Sin más, pasarían a cobrar protagonismo los peritos psicólogos que intervinieron, quienes antes observaron las dos cámaras gesell que se le practicó a la niña.
Es que la historia de la niña también fue cambiante. Cuando aquella mujer hoy testigo, realizó la denuncia, inmediatamente el Juzgado de Familia retiró a la niña de la custodia de su padre y fue derivada a un hogar de contención. Cuando fue indagada por el fiscal y el psicólogo Adolfo Loreal la niña negó cualquier tipo de abuso, diciendo incluso que quería volver con su papá, al que extrañaba.
Meses después, cuando fue dada en guarda a una familia la misma niña pasó a ser otra. En otro ámbito de contención ahora sí hablaría de lo que le hacía su padre. Se lo confiaría a su hermanita adoptiva y su “nueva mamá”. Allí se retomó el caso y fue nuevamente entrevistada vía cámara gesell por el mismo fiscal. Ahora sí contaría sus padecimientos y el odio que tenia para quien ya no llamaba como papá, sino por el nombre de pila.
En dichas imágenes proyectadas en la sala la niña contaría varios de los sucesos abusivos. A veces con palabras entrecortadas, otras tomando dos muñecos poniéndolos en el rol del papá y el de ella para graficar lo que le hacía. Otras, escribiendo en un papel, dibujando posiciones sexuales porque no se animaba a verbalizarlas…
Los indicios
Cerrando la primera jornada y tras observar las dos cámaras gesell, atestiguó la psicóloga Andrea Szczur, del hogar donde la niña estuvo alojada una vez retirada de la casa el padre.
La profesional aludió a la sobreadaptación de la niña, que se presentaba como colaboradora e intentaba agradar al resto. Recordó que la niña realizó algunas acciones que llamaban la atención, como bajarse los pantalones delante de los compañeritos o vestirse como un adulto.
En marzo de 2012 fue cuando le planteó que quería irse a vivir con una familia y en ese contexto le contaría que no quería volver con su papá porque la tocaba. “Me hacía cosas feas”, diría, lo que motivó convocar a una terapista.
Sobre sus impresiones de las dos cámaras gesell, la testigo consideró que la primera la notó nerviosa, limitada, mientras que en la segunda resultó más expresiva, con descripciones en detalles.
Sentenció que la niña nunca fue fabuladora ni percibió mendacidades, como tampoco podía ser influenciada.
El debate
Sobre lo que está en debate, el ministerio público fiscal a cargo del doctor Marcos Egusquiza, trazó los lineamientos de la acusación, detallando que durante el 2009 hasta mediados de junio de 2011 de manera sostenida y reiteradamente el padre abusó sexualmente de la niña cuando ésta tenía seis hasta los ocho años de edad.
El defensor oficial Diego Araujo, en tanto, adelantaría que quedaría demostrado en el debate que se carecía de elementos de prueba para incriminar a su pupilo, por lo que iba a plantear la absolución.
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Más de 142 años escribiendo la historia de TandilEste contenido no está abierto a comentarios