Alumnos de Safa entrevistaron a Márgara Averbach

Como se sabe, en el marco de la cuarentena por la pandemia del coronavirus, las clases continúan de manera virtual en la mayoría de los casos. Así el jueves pasado alumnos de 4to año del Colegio Sagrada Familia entrevistaron por zoom a la autora Márgara Averbach.
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Accedé a las últimas noticias desde tu emailLa actividad fue propuesta como final de la unidad de trabajo en el que se abordó la novela “La charla”, en un momento en el que se interpela a los líderes políticos para que tomen decisiones en pos del cuidado del medioambiente y el consumo sustentable. Porque, como opina una de las profesoras, independientemente de qué teoría se elija acerca del surgimiento del virus, más científica o más “conspiranoica”, lo innegable es que se demuestra que las aglomeraciones humanas, el estilo de vida y consumo globalizado y la explotación de recursos naturales tienen un límite. Los excesos pueden poner en jaque la salud mundial y con ello las economías nacionales e internacionales.
La autora, ahora jubilada, se presentó informando que fue profesora de literatura en la Universidad de Buenos Aires y traductora de literatura del inglés al castellano. “Me gusta traducir novela y poesía” les dijo a los chicos. Y agregó que fue crítica literaria y que a veces publica en Página 12. También estudió la literatura de las minorías étnicas de EE.UU, en la que encontró una forma de decir lo que siempre sintió: “esos pueblos entienden que no valemos más que un insecto, no valemos más que el planeta. Somos parte del planeta”, sentenció.
En cuanto a sus gustos, están el cine y la lectura aunque, como les pasa a muchos intelectuales, en cuarentena se le hace difícil concentrarse. Durante la entrevista, volvió varias veces sobre esto último para recalcar que se aprende a escribir leyendo. Dijo: “leyendo se aprenden los trucos para escribir ficción”. Aclaró que “nadie escribe si no lee ficción”.
Después de la presentación, los alumnos de Safa fueron haciendo sus preguntas a las que la escritora respondió y se explayó hacia otros temas y el resto de sus obras.
En cuanto a la escritura en sí, les dijo que “los nombres de los personajes me los olvido, sí recuerdo los que inventé”. Y agregó que hay dos maneras de escribir: una es planificando, teniendo un esquema previo y otra que es la suya. Ella escribe primero en un cuaderno, empieza con una leve idea y luego va surgiendo la historia.
Teniendo en cuenta que cada uno habla desde su yo, los personajes se diferencian en cuanto al lenguaje. El primer efecto que se busca es diferenciarlos y la autora intenta hacerlo con trucos del lenguaje”, les confesó a los estudiantes. De este modo se puede advertir el uso de la puntuación cuando hablan los árboles.
“La charla”
-Cuando escribiste la novela, ¿cambió tu forma de pensar en cuanto al tema?
-Tuve esa forma de pensar desde chica. De los dos a los seis años viví en el norte de Santa Fe en el campo y en un pueblo con mis abuelos, y amé eso. Me fascino, me encanto. Tenía una manera de ver la naturaleza distinta a la de mis abuelos. Eran muy occidentales, muy europeos en forma de pensar. Veían a la naturaleza como fuente de recursos, una cosa a la que le saco algo, o enemiga. Los pueblos originarios de toda América, Australia, Nueva Zelanda, África la ven como pariente, del mismo valor que nosotros. Eso siempre lo sentí. Es uno de mis temas. No me cambió. lo que me hizo entender mejor el tema es mi contacto con la literatura de los pueblos originarios. Existe la novela porque yo ya pensaba así antes.
-¿Pensaste en hacer una segunda parte?
-No suelo hacer parte dos, excepto que el libro me lo pida. No me pasó con “La charla”, tampoco con “El año de la vaca”, donde la historia cerró.
-¿Utilizaste la política para la creación de algunos capítulos?
– Para mí todo es político. Toda literatura es política porque la política es tu posición. No hablo de la política partidaria. Aunque no sepas o lo niegues tenés una posición respecto de clases sociales, de la salud pública, de la educación pública. Eso está siempre. Soy consciente porque como profesora hago un análisis muy político de las obras. Está mi crítica al uso de la tierra hasta reventarla, a la deforestación, a la contaminación del agua. La política está en todo. Mis libros de fantasy también son políticos.
-¿Alguna vez la política te inhibió expresarte?
-No. Para nada. Soy muy política en todo lo que hago. Lo tengo muy clarito. Hay mucha gente que escribe y cree que no es política. Yo creo que ellos también son políticos solo que no lo saben.
En el colectivo Lij (Literatura Infantil y Juvenil) estamos del mismo lado. Por ejemplo “Sopa de estrellas” de Mercedes Pérez Sabbi, habla de un chico con hambre, es político aunque no aparece el nombre de ningún partido político.
Si escribo “La charla” no puedo estar a favor de la fumigación cerca de los pueblos; sino no la escribo. No aparece lo político pero está ahí.
“El año de la vaca”
Esta novela trata de lo que ahora se llama “bullying” aunque en la época en la que Márgara fue a secundario y lo sufrió no siquiera tenía nombre. Dijo que es difícil sacar la parte autobiográfica de lo que se escribe, por eso trató de separar a “la vaca” de ella misma. A la manera de Saramago que supo decirle en una entrevista “yo soy todos”, ella afirmó “todos son yo”, aunque pretende mantener lo autobiográfico lo más lejos posible, concluyó.
Es otra de sus novelas denominadas “raras” por el mercado editorial, ya que es contada desde muchos puntos de vista, pero no el de la vaca.
Relación con las editoriales
-¿Qué editorial querías para que te publicara “La charla”?, ¿cuántas editoriales se ofrecieron?
-Salvo que seas Liliana Bodoc, mi amiga, y tengas unas ventas espectaculares, nadie te viene a pedir un libro. Uno va y ofrece el libro a las editoriales que puede. Algunas novelas se las ofrecí a 10.
La vida del escritor es placentera en cuanto a escribir, menos cuando no te sale. Te da bronca. Incluso la corrección puede ser placentera. Pero llevar el libro, pedir que te lo lean es feo. No me resulta fácil. En Argentina debería haber más representantes de escritores, porque los que hay aceptan trabajar para los que ya tiene éxito.
A una de sus primeras novelas la escribió muchas veces porque a la editorial no le había gustado la segunda parte, así que volvió a escribirla tantas veces como se lo pidieron hasta que se dio cuenta que ya no era suyo y lo abandonó durante cuatro o cinco años. Cuando lo retomó se transformó en La charla. La misma idea vuelve en “El bosque del primer piso”.
Ciencia ficción
-¿Te considerás incluida en el género de ciencia ficción con “La charla”?
-Sí. Si hacés la división de ciencia ficción entre blanda y dura, estoy en la primera
La ciencia ficción dura me aburre mucho.
Mi libro de adultos que está en preventa que se llama “Los dos ombúes” es ciencia ficción blanda porque yo traté de unir la dictadura con lo de Ayotzinapa, desaparición de un curso de chicos que estaban estudiando para ser profesores de México pasé eso a una Argentina futura muy distópica.
Nunca escribiría ciencia dura, porque tenés que entender las leyes de la termodinámica. Yo no las entiendo nunca las entendí.
Recomendaciones
– ¿Qué libro de los tuyos nos recomendás?
– Por la forma en que anduvo, “El bosque del primer piso”, en el que el territorio es Misiones.
Y “Los que volvieron”, que es una novela sobre lo que pasó en Melincué, algo que leí en el diario. Una profesora de historia les dijo a los alumnos que investigaran por qué había en el cementerio había dos tumbas NN. Los chicos se pusieron a buscar y así se consiguieron las identidades de dos desaparecidos, que no tenían nada que ver con esa ciudad, ni siquiera habían muerto ahí. Con esa historia había leído y olvidado en parte, hablé con el hermano de uno de los muertos y le pregunté si podía hacer una novela que iba a transcurrir en un pueblo inventado, una escuela inventada con una profesora inventada. Y me dijo que sí y me di cuenta que la iba a escribir cuando supe que habría fantasmas. También me costó mucho publicarla, porque es difícil, tiene muchos puntos de vista.