Discapacidad y género, las deudas de la sociedad para la igualdad de derechos
Se realizó en la Universidad Nacional del Centro una charla sobre Género, Discapacidad y Derechos para poner de manifiesto el lugar que ocupan las mujeres que viven con algún tipo de discapacidad. El acceso a la educación y al mercado laboral como ejes de una problemática sobre la que todavía hay que derribar muchos prejuicios.
La Unicen llevó a cabo un encuentro sobre Género, Discapacidad y Derechos, que contó con las disertación de la psicóloga Carolina Buceta, junto a la estudiante Johanna Ureña, ambas pertenecientes a la Federación de Ciegos de la Argentina. Entre los temas abordados se habló de estereotipias, igualdad de oportunidades para el acceso a la educación, al empleo y a los derechos sexuales y reproductivos.
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El Eco de Tandil conversó con las mujeres sobre estos tópicos y acerca de los desafíos de la sociedad actual frente a esos “otros” que considera “distintos”.
Consultadas sobre la construcción del deseo cuando la visión está vedada o reducida, en un mundo que privilegia todo aquello que entra por los ojos, Carolina señaló que “el deseo se construye desde diferentes lugares, pero es cierto que la sociedad actual hoy construye un deseo más inmediato, por eso la visión toma un papel preponderante. Desde otro lugar, lo que se hace es potenciar esos otros sentidos para construir un deseo, eso no quiere decir que aunque esté involucrada la vista no haya otros implicados, pero uno busca el deseo desde otra perspectiva. El sentido de la visión es totalizador y rápido. Yo lo llamo cultura de la sopa instantánea. Construirlo desde otro lugar logra otra trayectoria”.
“En el primer impacto, si hablamos de producto y atracciones, aparecen jugando otro tipo de sentidos, yo escucho mucho. Después, para que haya una atracción intelectual tiene que haber un vínculo. El proceso que hay en conocer otro o un producto, ahí están los tiempos de cada uno”, manifestó Johanna.
Al preguntarles si las condiciones de accesibilidad para las personas con discapacidad están garantizadas en la vida cotidiana, ambas respondieron sin ponerse de acuerdo y al unísono: no. Un no rotundo.
“Cuando uno se choca con las barreras, ahí es donde va trabajándolo y surgiendo propuestas, viendo cómo se pueden hacer más accesible los espacios, infraestructura; en cuanto a lo comunicacional, también va generando propuestas. Pero los espacios en sí, si uno lo plantea abiertamente, no”, destacó Ureña.
Para Carolina, “todos los espacios, los recursos pedagógicos, todo lo arquitectónico, no está pensado desde el vamos con un diseño universal para que pueda ser utilizado por todos. Cuando aparece algún usuario que requiere de esa accesibilidad se tienen que hacer modificaciones; no deberían hacerse si desde la génesis misma se conciben para todos. Ni la Ciudad de Buenos Aires ni ninguna, en mi experiencia, son inclusivas”.
Un mención aparte merecen las formas de circulación del conocimiento. De acuerdo a lo expuesto por las mujeres que sufren una discapacidad visual y trabajan al respecto, los profesores en el ámbito educativo tienen que hacer modificaciones si en el aula tienen una persona con discapacidad visual, debido a que hacen mucha referencia a cuestiones visuales y netamente gráficas. No se dedican a describirlos, cuando en realidad se puede enriquecer la información del gráfico con palabras, porque también se benefician todos los chicos que participan del espacio áulico”, sostuvo la profesional de la salud mental.
Una universidad inclusiva
“Estamos trabajando desde hace pocos años. Nuestra universidad se incorpora a una visión inclusiva de la educación superior un poco tarde, digamos. Con la incorporación de la Convención Internacional de los Derechos de las Personas con Discapacidad, ahí se da un empujón. Lo que buscamos es que sea una propuesta institucional y no de buena voluntad de cada uno, hasta ahora se ha ido solucionando con la buena voluntad de los docentes, de los que trabajan en las fotocopiadoras, de los centros de estudiantes y de los compañeros y de la familia. Queremos darle una respuesta institucional. Que esté pensado desde el vamos, que los futuros estudiantes que se inscriban sepan que van a tener el material disponible en tiempo y forma en el formato que necesiten”, explicó Eduardo Melo, coordinador del área de Discapacidad de la Secretaría de Extensión de la Universidad del Centro.
Melo resaltó que es un proceso que está progresando, pero aún no se ha conseguido al ciento por ciento. “Por el momento que está pasando la universidad nacional se hace tal vez más difícil, pero yo creo que en los momentos difíciles en cuando más tenemos que trabajar para conseguir los derechos. Estudiar es un derecho humano”, puntualizó.
Además, argumentó que el foco no debe estar puesto en la cantidad de usuarios ni en el dinero del que hay que disponer para solventar los gastos de adaptación. Si lo que se solventa es un derecho, no deberían escatimarse plata ni acciones.
El acceso al mercado laboral y la cuestión de género
El ingreso al mundo del trabajo suele ser difícil para cualquier persona, y más todavía para aquellas con algún tipo de discapacidad, porque los lugares no están preparados para ellos y existe mucha desinformación acerca de las posibilidades que tienen de desarrollarse en una carrera o puesto.
“Uno entra a un trabajo y busca que se garanticen las herramientas de accesibilidad, en mi caso los lectores de pantalla, los modificadores, son herramientas que uno necesita para poder desarrollarse en el trabajo, lleva un tiempo y proceso adaptar ese puesto. Desde Faica hacemos adaptación de puestos e incorporación de personas al ámbito laboral”, precisó Johanna.
Por su parte, Buceta añadió que “hay algunas cuestiones que son anteriores al ingreso al mundo laboral. En lo previo hay falta de información en lo que son las ofertas de empleo, muchas personas con discapacidad tienen poca información de cómo buscar empleo, dónde. Si tenemos en cuenta que existen a veces concursos públicos para ingresar en los niveles del Estado, los exámenes carecen de accesibilidad. Hay exámenes que son de múltiple choice, los tiene que leer otra persona, en vez de que pueda leerlo la persona de manera autónoma y en sus tiempos, no se tiene en cuenta la necesidad de cada quien. No se pueden hacer en sistema Braille porque son estrictos en los protocolos que tienen que ver con los servicios públicos de toma de examen y estas barreras no lograron franquearse. Además, hay una clara ausencia de posibilidades para las personas con discapacidad en general para subir de escalafón en los puestos”.
También se hizo hincapié en los inconvenientes que sufren por ser mujeres, hecho que produce una doble exclusión en muchos ámbitos. La brecha salarial y el acceso a puestos directivos son cuestiones por las que el movimiento feminista lucha desde hace décadas y se agudiza cuando las mujeres viven con algún tipo de discapacidad, sea visual, motriz, intelectual, auditiva, etc.
Ureña aportó su experiencia personal en este tema y expresó que “uno queda encasillado en un puesto, no ven la posibilidad en uno de ocupar otro espacio. Tenemos que estar todo el tiempo demostrando que podemos. Particularmente a mí me ha pasado de no poder ocupar un puesto por ser mujer. El puesto estaba adaptado, no había una barrera en cuanto a eso, estaba superado, pero me dijeron que nunca una mujer había ocupado ese lugar. Entré con otra chica, y cuando me hicieron la primera evaluación de desempeño, el supervisor me dijo que estaba sorprendido porque no pensó que iba a lograr ocupar ese puesto. Por discapacidad y mujer tenés una doble lucha”.
“El salario es 30 por ciento menor para las mujeres, y si es una mujer con discapacidad es aún menos si no está absolutamente regulado”, expuso Carolina.
Demoliendo prejuicios
El prejuicio sigue operando y lo que suele hacerse es hablar de lo políticamente correcto, pero a la hora de actuar se notan los prejuicios es muy difícil de trabajar, “lo que nosotros llamamos las barreras actitudinales”, señalaron.
Ellas han recibido las consultas y cuestionamientos más insólitos a la hora de interactuar con los demás. En el imaginario colectivo suelen haber muchos prejuicios que operan en las relaciones que se establecen con quienes cuentan con alguna discapacidad. ¿Cómo te bañás?, ¿pueden tener hijos?, ¿cocinás?, ¿cómo vas al baño?, son algunas de las preguntas que les han formulado a lo largo de los años.
“Un compañero de trabajo me preguntó si iba a bailar y pagaba entrada. Está toda esa cuestión de que todo debería ser gratuito”, relató Johanna. Entre risas, Carolina refirió una situación personal y contó que le llegaron a preguntar si tenía descuento en los albergues transitorios. “Tal vez se imaginan que uno tarda más tiempo en desvestirse”, se río.
“Hasta en las familias pasa que hay cosas que les llaman la atención. Cuando me mudé, mi tía me decía ‘¿te vas a quedar sola?’. Y sí, ¿qué tiene?”, afirmó la joven.
Sentidos perfectos
Hay una película extranjera titulada “Perfect sense” que plantea un futuro distópico en el que un virus afecta a los humanos eliminando uno a uno sus sentidos. De a poco, los hombres y mujeres van siendo afectados por esta epidemia y van perdiendo paulatinamente las diferentes maneras de aprehender y conectarse con el mundo. Si se parte de la base de que ninguno de los cinco sentidos aporta una visión totalizadora del entorno sino que lo que percibimos es una construcción y suma de todos ellos, las entrevistadas fueron puestas a elegir uno de los sentidos por preferencia.
“A mí me pasa que el olfato es el más intenso, los olores me resultan muy interesantes, o me gustan mucho o me desagradan mucho. Aunque también el tacto, antes hablamos de la importancia del sistema Braille, el hecho de tenerlo como preferencia de lectura logra que uno desarrolle el tacto y disfrute de otra manera”, confesó Carolina.
Johanna, por su lado, confirmó su preferencia por lo auditivo. “Me quedo con lo auditivo, me pasa que puedo escuchar muchas cosas, escucho las conversaciones de la mesa de al lado, puedo estar en muchos lados, no me llevo bien con el tacto, no me gusta tocar cosas. Con el olfato me llevo mucho mejor, pero desde chica me costó tocar objetos o personas”.
Johanna y Carolina son el claro ejemplo de que se puede vivir de múltiples maneras y de que hay opciones para una vida plena, independientemente de que vivan con una discapacidad visual. Con empuje, inteligencia y alegría, luchan por una sociedad más equitativa y justa para todos. Que así sea.