El Colegio San José celebró los 110 años con un día recreativo y mediante una misa encomendando el ciclo lectivo a su patrono
Allá por 1908 los hermanos llegados de Uruguay y pertenecientes a una congregación francesa dieron forma al Colegio San José. La primera clase de aquel incipiente curso tuvo lugar un 9 de marzo. Desde allí esa fecha quedó marcada como el nacimiento de un nuevo establecimiento educativo.
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A 110 años del memorable hecho la celebración fue por partida doble. Como para la fecha exacta del aniversario las clases no habían comenzado en su totalidad, lo que hicieron fue organizar una jornada recreativa en la Quinta San Gabriel con la participación de docentes y alumnos de jardín de infantes, primario y primer año del secundario. El acto principal y la misa se llevaron adelante el pasado lunes 19, que coincidió, además, con el día de San José, Patrono del Colegio. Allí la intención fue poner en sus manos el año lectivo que está comenzando. Del multitudinario evento participaron el intendente Miguel Angel Lunghi (exalumno), funcionarios municipales, la inspectora jefe región XX, Ana Isern, las inspectoras de Diegep de los niveles Inicial y Primario, autoridades de la Unión de Padres de Familia (UPF) y del centro de exalumnos, directivos y docentes de los distintos niveles, exdirectivos y exdocentes, familias y alumnos de los niveles Primario y Secundario.
Luego de entonar las estrofas del Himno Nacional, se leyó el mensaje del hermano provincial Néstor Achigar, y se escuchó la palabra del director general, José Passucci y del intendente Lunghi, quienes destacaron la importancia del acontecimiento.
Por último, en nombre de la comunidad religiosa y educativa, de la UPF y del centro de exalumnos se descubrieron placas conmemorativas mientras se escuchaba el himno del colegio.
Por otro lado, el día al aire libre reunió a los alumnos en una propuesta de juegos y recreación. A su vez compartieron una merienda con torta y velitas prendidas, acompañados por la Banda Municipal para poner un poco de sonido al evento, que sumó para darle más ritmo al canto de feliz cumpleaños.
José Passucci además de ser el director general, es también el representante legal del Instituto, pero antes fue alumno y docente. Comenzaba a transcurrir el año 1961 cuando ingresó a transitar sus doce años de estudiante.
Veinte años después volvió, esa vez como docente, para seguir acumulando lindas historias dentro de esas paredes.
“Me parece que el Colegio, como toda institución educativa, ha tenido cambios en el tiempo como parte de variaciones del contexto, pero que no han afectado a la esencia, ya que se mantiene un estilo que no se ha modificado demasiado”, distinguió. “A veces más apegados a la forma que al estilo”.
Esta estructura empezó como un lugar chico, con un solo nivel, único para varones. El paso del tiempo le jugó a favor y hoy los niveles son cuatro, con casi 1700 alumnos, además de ser mixto desde la década del ‘80.
En aquellos inicios arrancó siendo una institución animada casi exclusivamente por la comunidad religiosa, pero que a partir de la década del ‘60 fue incorporando a los laicos gradualmente, y ahora está gestionada solamente por laicos. Ya no tienen comunidad religiosa estable desde 2015, aunque sí cuentan con la orientación y presencia frecuente de los hermanos.
El traslado mismo del jardín de infantes a la Quinta San Gabriel en 2011 fue otra de las modificaciones, doblando la cantidad de edificios con todo lo que eso implica. “Hay algunos cambios que hacen que ya no sea el mismo que al inicio, siempre beneficiosos, además de haber una marcada continuidad que se mantiene de base”, sostuvo el director.
La habilidad de
perdurar en el tiempo
Los hermanos que fundaron el Colegio San José se trasladaron a Tandil en 1907 y empezaron las obras que se realizaron en muy poco tiempo. Para el año siguiente inauguraban su establecimiento. Vinieron de Uruguay. Más precisamente de una congregación francesa que se había instalado en el país vecino dos décadas antes, siendo la primera fundación en continente americano y fuera de Francia que perdura en el tiempo.
Había una onda laicista en esa época, de acuerdo al relato de Passucci. Los fundadores ya tenían más de un colegio en el lado oriental, y con el miedo de tener que irse como les había ocurrido anteriormente, empezaron a buscar la posibilidad de instalarse en Argentina. La oferta llegó por las tierras de Tandil. Después de algunos intentos de comprar una escuela que ya existía, terminaron optando por construir la propia y al poco tiempo ya estaban inaugurando ese primer día de clases, que hace 110 años sigue en pie y creciendo. El edificio original solamente ocupaba el sector dispuesto en la esquina de las calles Fuerte Independencia y Maipú, donde hoy está la primaria. Esa edificación con subsuelo, planta baja y primer piso, tenía solo cinco salones de clases, un dormitorio, seis piezas para los hermanos, un comedor y cocina.
El primer camino hacia la ampliación se logró diez años después a través de la adquisición de la casa contigua, transformando sus habitaciones en aulas. A partir de allí la expansión siguió su curso hacia diferentes sentidos, más salones para diversas utilidades, dormitorios y baños. La capilla también llegó y el lugar que le dieron fue justo en el corazón de la institución, donde había un patio de arena con algunos cerezos.
Todo comenzó con el objeto de brindar escolaridad elemental, aunque ya en la década siguiente fueron incorporando formación profesional, llamados entonces “cursos de comercio”. Esto sigue siendo una tradición del Colegio, de formación para el trabajo vinculado a las actividades contables de las empresas locales, instalado tempranamente como un complemento a la actividad primaria.
Alcanzada la década del ‘20 se abre el bachillerato, donde se formaba a los alumnos que luego rendían examen en los colegios nacionales de Mar del Plata y Azul, ya que por aquel entonces todavía no existía esa diferenciación entre educación pública y privada. Para fines de los años ‘50 se cumple el ideal de comenzar a dar títulos propios, y por ese mismo tiempo los “cursos de comercio” se transformaron en lo que ahora se denomina perito mercantil. Según contó Passucci, ese esquema de dos orientaciones en el secundario se mantiene sin grandes variantes.
Las adhesiones se fueron acelerando, ya que para el ‘70 se crea el profesorado y apenas cinco años después logran sumar el Nivel Inicial, conformándose para siempre la estructura de los cuatro niveles.
“Los cambios que surgen a partir de allí son los típicos sufridos a raíz de las reformas educativas a nivel país”.
Educando en comunidad
Cuando los hermanos llegan traen un método, un estilo. Estos cimientos impulsan a darle mucha importancia a los vínculos y a las relaciones que se construyen. “En los términos de alguno de los documentos que nos orientan decimos que el Colegio educa en comunidad para que cuando uno salga de ahí pueda construir comunidades fuera”.
Detrás de esto hay una fuerte impronta eclesial. “Nosotros creemos que la Iglesia es fundamentalmente una comunidad de seguidores y discípulos de Jesús, entonces vemos los espacios de aprendizaje y de desarrollo personal como extensión de construcción comunitaria”, explicó el director. Por eso la institución, el aula, los equipos de conducción, los docentes y las familias son pensados y vistos de esa forma. Se podría decir que allí se encuentra la fortaleza del Colegio San José. El punto fuerte.
Desde esta base lo que procuran es llevar adelante una educación con calidad, que trate de formar de la manera más completa e integral posible atendiendo las distintas dimensiones, tanto en los saberes como en personas íntegras, lo que supone también educar en la espiritualidad. “Este es para nosotros un punto clave”.
Esta práctica se concreta desde una regla que resulta básica. Los hermanos, las orientaciones últimas del instituto o la Asociación de la Sagrada Familia lo plantean en términos del estilo de Nazaret, lo que significa recrear los vínculos, las relaciones cotidianas, las formas de enseñanza y aprendizaje de la manera en que la Sagrada Familia lo hacía. Se trata de poner el acento en tres sostenes que son la oración, el trabajo y el amor. Que son justamente los pilares inscriptos en el slogan de su escudo, que además agrega la paz.
“Es una manera de tener presente en lo cotidiano que lo importante son las relaciones familiares y fraternales que tenemos con los otros”, enfatizó José Passucci.
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