El don de aprender a ayudar generando trabajo y donando tiempo, así avanzan en Cadena de Favores
Es un grupo conformado por más de 20 mujeres que desde hace cinco años se dedica a que los que más necesitan puedan tener vivienda propia. Sin asistencialismo, sin regalar nada, sino haciendo que cada familia trabaje para lograrlo. Ya van más de 20 casas levantadas y la lista de espera es cada vez más larga. Amor, tiempo, compromiso y transparencia son las bases.
Hace cinco años eran solamente tres las que dieron en puntapié inicial de unir sus fuerzas y tiempo. Así Nuria Cobeaga, Lucila Esponda y Yanina Fraifer se acercaron a la casa de “Yesi, la de las botellas”, con la propuesta de hacer un baratillo con cosas donadas para que se puedan ganar su dinero. En esa primera experiencia se dieron cuenta de que la mujer podía encargarse de la venta y con el dinero obtenido adquirir materiales para que el hombre pudiera autoconstruir.
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Aunque todavía no se llamaban Cadena de Favores, ya la esencia de lo que serían estaba diagramada. Con el tiempo se fueron sumando cada vez más chicas con ganas de brindar, nada más y nada menos que su tiempo, ya que todas tienen hijos y trabajos. Así es que hoy, este grupo que no tiene figura legal sino solamente las ganas de ayudar, ya supera la veintena de colaboradoras.
En todos estos años, gracias al compromiso de las propias familias que quieren lograr tener su vivienda propia con condiciones dignas, ya han levantado más de 20 casas en barrios como La Movediza, Villa Aguirre y La Unión, entre otros. Es que no se trata de regalar nada, sino de que aprendan a ganárselo y hacerlo con sus propias manos, con el grupo como guía motivador.
Al principio salían a recorrer para elegir el lugar más carenciado, donde más chicos vivían y las necesidades resaltaban a simple vista, pero hoy ya las conocen y los pedidos llegan a ellas, así que cuentan con una lista de aproximadamente entre 70 y 100 personas en espera.
“La idea es contagiar, abrir el juego, generar oportunidades”, reflexionaron.
El poder del logro propio
Según contaron Nuria Cobeaga y Valeria Zubiaurre, decidieron construir y no dar de comer u otro tipo de ayuda, porque se encontraron con que en las familias había mucho “desorden”, desde todos los puntos de vista posible. Desde contar con un solo cuarto para todos, como falta de techos o pisos, sin mesas o sillas para comer, incluso vale destacar que ninguna de todas las casas que han levantado contaba con baño. Advirtiendo que todas estas precarizaciones podrían generar otra serie más de conflictos en el funcionamiento del hábitat, como que los chicos no fueran al colegio por haber llovido y no contar con ropa seca, es que apuntaron directamente a lograr viviendas dignas de habitar. Además, vieron lo elemental de dividir a los chiquitos de los grandes a la hora de dormir, que cada cual cuente con su habitación.
“Todo se empieza a desarticular cuando uno va y ve cómo viven, entonces para nosotros fue fundamental organizarlos desde la construcción, que conlleva también a que tengan muebles apropiados, vajilla, colchones, sanitarios, heladera, cocina y todo lo necesario”, describieron.
Por añadidura supieron que al construir su propia casa, una persona se empondera, se enorgullece y, por ende, la cuida. Aseveraron que el cambio en las personas es notable, porque ellos pudieron y a partir de ahí, sienten que pueden lograr cualquier cosa.
“Ese chiquito que no iba al colegio de repente puede invitar a sus compañeros a jugar, porque ahora tiene una casa, y sobre todo ve que sus padres pudieron levantar ese hogar”, indicaron, destacando que en la totalidad de los casos están hablando de tres generaciones de gente que no trabaja.
Como ya lo habían aclarado, ellas no regalan nada, pero sí se encargan de recibir donaciones para que luego cada jefa de hogar pueda hacer el baratillo que les dará sus ingresos para adquirir los materiales, a partir de los cuáles edificarán con sus propias manos. Hoy por hoy se han sumado plomeros, electricistas y gente con otros oficios a ayudar.
Además, gestionan con madereras, corralones y casa de materiales de construcción, entre otros comercios para que los precios sean más accesibles. “Acá, asistencialismo cero”, remarcaron. “Nosotros no juzgamos, solamente vamos a dar a esas familias una oportunidad y trabajo”, consignaron. Así que por un lado está la generación de una ocupación para la mujer, con las ventas, y la autoconstrucción como trabajo para el hombre o todos los integrantes del núcleo.
El gran milagro
“Todo lo hacen ellos”, aseguraron las chicas, advirtiendo que ellas se encargan de recibir y llevar las donaciones, y con lo recaudado de los baratillos, conseguir los materiales a un buen precio. Pero eso no es todo, porque también les enseñan a hacer huerta. Y mientras dura el proceso de edificación, que generalmente es entre nueve meses y un año, generan un vínculo tal que terminan participando de los cumpleaños o de cualquier evento importante en la familia, de hecho también se ocupan si es que alguien necesita ser llevado al médico o con el apoyo escolar.
Como lo que más le importa a este grupo son los más chicos, además a principio de cada año les completan las mochilas a todos los niños que fueron conociendo, que serán alrededor de 70 ya, para que no les falte nada. Asimismo, para Pascuas le garantizan los huevos de chocolates a todos, y así la cadena de favores nunca para.
Pero cabe destacar que para acceder a esta ayuda las familias deben comprometerse con ciertas exigencias. En primer lugar, entender que serán ellos los que tendrán que trabajar y que nada vendrá de arriba, siempre haciendo hincapié en la responsabilidad y transparencia de todo. Para esto, se les pone un plazo para que demuestren con el baratillo su compromiso y a partir de ahí avanzar con lo demás.
Por otro lado y es condición fundamental, es que los chicos cuenten y respondan con el 60 por ciento de asistencia a clases, por lo tanto se mantienen en contacto permanente con los directivos de las instituciones a las que concurren, e incluso se ocupan de llevarlos si es que por alguna razón los padres no han podido. De esta forma, trabajo, educación y colaboración se amalgaman.
Pero en los comienzos eso costó, porque no todos entendían o aceptaban las condiciones, pensaban que se les tenían que regalar las cosas. “Ahora nos conocen y se acercan a nosotras los que realmente tienen ganas de hacerlo”, revelaron.
Describieron que lo les queda en el corazón es emocionante. “Vamos para adelante, en busca del otro y lo bueno es que nuestros hijos están viendo algo que lo van sumando a sus vidas, que es dedicarle el tiempo al otro sin esperar nada a cambio”, dijeron orgullosas.