EL BALANCE DE LA COMUNIDAD EDUCATIVA
Estudiar en aislamiento provocó incertidumbre, pero aumentó la solidaridad y el trabajo conjunto
Para muchos alumnos, no asistir al edificio de la escuela fue muy difícil. Costó perder el contacto con los pares, docentes, directivos y encontrar organización para cumplir con las tareas en tiempo y forma. Sin embargo, muchos pudieron capitalizar la experiencia, ser solidarios con sus pares y reconocer el esfuerzo de sus familias y docentes y, finalmente, completar el año de estudios.
Por Carolina Cordi (*)
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Entre los más chiquitos, Ulises, de quinto grado de primaria, sintió que “la escuela desde casa fue aburrida, pero esta experiencia nos ayudó a apreciar lo que teníamos antes”.
Uriel Martínez, que este año iniciaba su primer año de primaria, contó que “las tareas en primer grado me aburrieron, preferiría haberlas hecho en la escuela, las clases de Zoom no me gustaron mucho, porque para mí es mejor hablar en persona, eso me parece, lo mismo que hacer las tareas en la escuela”.
Helena, alumna de segundo año de primaria, comentó que “para mí la escuela este año fue aburrida, no me gustó, me gustaba más antes”.
Felipe, que este año comenzaba primer año de primaria, expresó que “extrañé la escuela y estar con mis compañeros”. Aunque sólo compartió la presencialidad una semana, entiende que el contacto le hizo falta y que era difícil aprender en casa, pero con ayuda de su familia y docentes, pudo salir adelante.
La necesidad de contacto
Jerónimo Hidalgo, estudiante secundario, pasó “un año muy malo, no sólo por perdernos cosas esenciales que nos da la escuela en lo emocional, sino también de conocimiento. Las deficiencias en las plataformas virtuales trajeron muchos problemas para estudiantes y docentes. Sin embargo, los jóvenes y adolescentes que estudiaban este año pudieron acostumbrarse o adaptarse a este cambio tan abrupto, yo creo que lo logré, pero los daños colaterales existieron: la pérdida de rutina, compañerismo y amistades me afectaron bastante”.
Yael López López, alumna del último año de secundario, creía que el aislamiento sólo iba a ser por un mes. Cuando se dio cuenta de que iba a ser más largo, “me empecé a sentir mal, me estaba dando cuenta que a causa de la pandemia perdía mi último año, sin poder compartirlo con mis compañeros y profesores”. Para ella, fue muy difícil la incertidumbre que vivieron, pero “por suerte mi familia y los profesores me ayudaron y acompañaron para poder sobrellevar el año y pude tener los trabajos al día, era lo único que me distraía de la cuarentena”.
Bautista Guida, alumno de quinto año, considera que “dentro de lo que se pudo, se notó el esfuerzo de los docentes para que nosotros pudiéramos adquirir contenidos, pero queda claro que el aprendizaje no es el mismo que siendo presencial. Yo me sentí cómodo, pero reconozco que el aprendizaje presencial es otra cosa”.
Keila Martínez, alumna de secundaria, comentó que “durante las clases virtuales me sentí muy desmotivada, ya que me resulta más llevadero desde la presencialidad, sin embargo, pude llevarlo bastante bien, aunque debo admitir que este año no logré adquirir tantos conocimientos como me hubiese gustado”. Más allá de todos los obstáculos que se le presentaron, en la mayoría de las asignaturas pudo resolver dudas y en otras no, “por el hecho de que hubo poca comunicación con algunos docentes y se hizo más complicado en esos casos. Aun así, destaco la muy buena predisposición por parte de ellos. Me hubiese gustado que se pautara una organización más clara, me encontré con requisitos distintos para la aprobación y eso me dejó dudas”.
Karen Rezola, estudiante de quinto año de secundaria, vivió una experiencia diferente y con muchas sensaciones encontradas, por un lado, “no compartir con nuestros pares y docentes, como en otros años típicos, y por otro lado, la experiencia de adquirir conocimientos nuevos, de una manera diferente y ver que, a pesar de la adversidad, se puede continuar con algo tan lindo que es el aprendizaje”.
La búsqueda de interacción
Juan Midey, alumno de primer año en terciario, asumió nuevos desafíos porque el aula, lugar físico en el que habitaba el conocimiento, la interacción humana y el apoyo en momentos difíciles, ya no estaba. Durante este año, “el edificio fue el propio hogar, no sólo los estudiantes integrábamos la clase, sino que, diariamente asistían nuestras madres, hijos, mascotas”.
Según Midey, todos contribuyeron a que el ambiente fuera el más propicio para el desarrollo de la clase: “El esfuerzo fue compartido, al igual que las gratificaciones y desilusiones. Sin embargo, tristemente no todos tuvieron la oportunidad de superar este nuevo desafío. Pese a la distancia, los vínculos se fortalecieron, ya que estudiantes y docentes enfrentamos la misma adversidad y fue gracias a la empatía, la solidaridad y el trabajo en conjunto, que logramos vencerla. No sólo se garantizó nuestro derecho a la educación, sino a una educación de calidad”.
Para la alumna de tercer año de educación terciaria, Paz Ferrario, fue un gran desafío tanto para docentes como alumnos estudiar en pandemia desde la casa. “Hay algo de la presencialiadad que se pierde. A pesar de eso, destaco como positiva la ayuda de todos los profesores que acompañaron para que fuera más interactivo y se lograran abordar todos los contenidos. Espero que el año que viene se vuelva a lo presencial, porque muchos estudiantes que este año no pudieron continuar la modalidad virtual por diferentes razones y realmente lo necesitan”.
Lo positivo y lo negativo
Adriana Castillo, alumna de terciario, pudo armonizar sus horas de estudio y trabajo; y contó con la buena predisposición de los docentes cuando necesitó su ayuda. La dificultad más grande que se encontró fue no contar con conectividad. Para solucionar su problema, pidió ayuda a sus vecinos, que demostraron su solidaridad en todo momento.
Beatriz Ferreira, alumna de terciario, vio cómo docentes y estudiantes tuvieron que adaptarse a una modalidad que no se compara con las clases presenciales. Expresó que “creo que todos comprendimos un poco mejor lo que significa trabajar colectivamente, aprecio el acompañamiento de los profes que fueron comprensivos y solidarios a la hora de brindar sus clases. Considero que, más allá de la situación, pudimos aprender mucho contenido del que estaba previsto”.
Sabrina Arabí, al iniciar el último año de su carrera terciaria, pensó que estudiar en casa iba a ser más cómodo, pero comenzó la experiencia desorganizada y en soledad: “Enfrentarme a textos, a diferentes autores y a las primeras consignas por cumplir, fue un gran desafío”. También le resultó complejo tener que estar frente a la computadora por horas, prestando atención, tomando notas, pidiéndole a su familia que guardara silencio, “porque ahora mis compañeros de cursada eran ellos”.
Con el transcurso de las clases todo se fue acomodando y logró una organización propia en la que encontró el momento de estudio. También afianzó el vínculo con sus compañeras. “A cualquier hora y en cualquier momento alguien contestaba en el grupo de Whatsapp si una necesitaba algo. Eso es lo que rescato de esta situación, que nos sirvió para crear lazos más fuertes entre nosotras, futuras colegas comunicadoras”, resaltó.
Camila Pifano, estudiante del tercer año del profesorado de geografía, pudo llevar adelante la carrera y aprobar las cursadas, pero “siento que no lo hice en las mejores condiciones para aprender”. Ella, como otros alumnos y docentes, “pudimos hacerlo y nos adaptamos, pero estoy convencida de que aprendemos a través de la socialización y eso lo extrañé, tanto como ir al instituto, eso de poder estar ahí, charlar, intercambiar”.
Para concluir, expresó que “no puedo decir que fue una experiencia mala, pero no se dio en las mejores condiciones. Este año no pudimos realizar la práctica profesional y muchos no tuvieron las herramientas necesarias para atravesar la situación. Otra dificultad que encontré es el inconveniente de dedicar tiempo y espacios exclusivos para estudiar estando en casa”.
(*) Docente, comunicadora y periodista.