Mariana Enriquez llega a Tandil para compartir con el público su increíble mundo literario
Como parte de la programación extendida de la 17ma. edición de la Feria del Libro, la autora se presentará gratuitamente este martes a las 19:30 en el Teatro del Fuerte. La periodista y escritora, que en 2019 ganó el prestigioso premio Herralde por su novela "Nuestra parte de noche", se entregará a un diálogo abierto con Magadalena Cheresole y Nahuel Ríos, para desgranar sus universos y obsesiones, que van del terror al rock sin escalas.

Mariana Enriquez habla suave y pausado, su voz del otro lado de la línea en la nota que le concedió a El Eco de Tandil, transmite una gran tranquilidad aunque esté hablando de fantasmas, tumbas y de crisis, temas que alimentan su literatura de terror. Luego de que se cancelara por motivos personales su presentación en la Feria del Libro, evento que iba a cerrar el domingo 21 de agosto, rápidamente pudo rearmar su apretada agenda -que la lleva por todo el mundo- para visitar Tandil por primera vez.
Recibí las noticias en tu email
Accedé a las últimas noticias desde tu emailEditora desde hace años del suplemento Radar del diario Página 12 y una de las escritoras argentinas con mayor proyección internacional, supo construir mundos durante toda su vida que hallaron resonancia en la escritura y en un montón de otras personas, que la siguen con gran entusiasmo y con quienes le gusta mucho conversar. La masividad le llegó en 2019, tras convertirse en ganadora del premio Herralde de novela, un galardón literario concedido por la Editorial Anagrama de España a un texto inédito en español.
Pero antes y después, Mariana siguió escribiendo, porque en ella es una pulsión vital. Bajar es lo peor, Este es el mar, Los peligros de fumar en la cama, Las cosas que perdimos en el fuego, Alguien camina sobre tu tumba, La hermana menor, un retrato de Silvina Ocampo y Nuestra parte de noche, entre otros textos, forman parte del universo literario que construyó y que continúa en expansión, como un bollo de masa cuyos bordes se alejan cada vez más del centro para llegar a otros lugares, o como estirar el brazo para tocar con la punta de los dedos algo que no deja de llamar la atención.
-Hay algo de rockstar en vos, te gusta el encuentro con el público. No es algo tan habitual que la gente llene espacios o vaya a teatros para ver a un escritor y conversar con él. ¿Qué te convoca de eso?
-Lo haría más si tuviese tiempo, lo que pasa es que tengo que hacer muchas cosas, pero me gusta hablar con la gente, me gusta viajar, me gusta ir a lugares chiquitos. Este año viajé mucho por Europa porque tenía pendientes muchas cosas tras la pandemia, porque el libro (Nuestra parte de noche) salió en muchos idiomas. Me gustaría mezclar más con hacer acá, pero no se puede, así que esta oportunidad la agarré al toque.
En España hice gira por ciudades muy chicas de Galicia y me interesa esa relación, charlar con la gente. No tengo una visión de la literatura demasiado solemne; escribo porque me gusta a mí, cosas que me gustan a mí, y escribo para que me lean, entonces me gusta ese intercambio con el que me lee. Aunque te vaya más o menos bien, para mí sigue siendo un espacio relativamente chico. Vos me decías que soy una rockstar, pero no, van 60 mil personas a un show y no se puede hablar con la gente. Lo que tiene de interesante la literatura es que sí podés y es manejable. Es como una suerte que lo puedas hacer, que venga gente que tenga ganas de hablar con vos, y es relativamente raro que la gente quiera escuchar al escritor por fuera de los libros. Por ahí más en un ámbito académico, pero a mí me gusta hablar de cualquier pavada.
Yo la paso bien, no tengo prejuicio, hablo de cualquier cosa y me encanta escuchar a los lectores. Por ejemplo, en mi Instagram (@marianaenriquez1973) subo todo el tiempo los dibujos que me mandan, que me encantan y que es algo que yo haría si supiese dibujar. Tal vez no es tan común que pase y cuando pasa, me gusta aprovecharlo, aunque no siento que me saque tiempo ni nada por el estilo. Cuando necesito tiempo para escribir, me desaparezco y ya.
-¿Te sorprendió encontrar tanta gente que resonara con tus gustos y tus mundos?
-No me considero una persona especial en ningún sentido, pero sí me parecía que algunos gustos que tenía eran raros, porque me gusta el ocultismo, pasear por cementerios, cosas súper oscuras y hasta algunas bastantes desagradables. También es cierto que las películas de terror son muy populares y que Stephen King es una súper estrella internacional. Hay un público de gente a la que le atraen ese tipo de cosas, pero nunca pensé que eso se iba a trasladar a mí. Yo también tengo una cuestión medio rockera y de poesía que me interesa, me gusta también el cómic, entonces tengo una mezcla de intereses que de alguna manera son diferentes. Con algunos lectores hablamos de cómics, con otros hablamos mucho de cine porque soy fan de David Lynch y de David Cronenberg. Hay lectores más literarios y otros con los que me divierto en Twitter hablando de chicos. Tengo un abanico grande de obsesiones y van resonando de distintas maneras. Compartir mundos es bastante peculiar y a lo largo de la vida es como medio de fandom, yo circulo por lugares así, el fandom de David Bowie, por ejemplo. Y que eso se abra y se convierta en gente que me sigue, no lo esperaba, para nada, porque no me veía en esa posición. Para mí, la gente que admiraba era muy lejana. No me lo esperaba y está bueno, y fue bastante reciente, además, porque la época más intensa ocurrió en pandemia con todos encerrados. Después salí al mundo y un montón de gente quería que le firme libros y yo decía ¿de dónde salieron?
-¿Por dónde pasan tus obsesiones actuales? ¿Se reflejan en la escritura en este momento?
-En este momento estoy muy enganchada con el fenómeno de ser fan, de hecho escribo sobre eso un texto que va a salir posiblemente en Chile. Se trata sobre mi fanatismo por una banda que se llama Suede, y estoy muy deprimida porque van a tocar con otra banda, de la que también soy fan, Manic Streeet Preachers, en Estados Unidos, y justo ese mes voy a estar en Australia porque decidimos con mi marido seguir la gira de Nick Cave y es una especie de drama de devociones.
También hay algo con los fantasmas que no sé por qué me obsesionan últimamente, hay algo ahí. Estuve estudiando el espiritualismo del siglo XIX, los médiums, las casas embrujadas, y se me engancha este tema -más que con la Dictadura que a veces se asocia a eso- con las crisis económicas de Argentina. Me interesa mucho pensar la cuestión social y política, y estoy pensando en lo que te forma como ser humano. Haber atravesado las crisis, ya atravesé como cuatro en mi vida, cómo te forma como persona en cuanto a vivir en esa incertidumbre. La crisis siempre vuelve, como el fantasma que siempre aparece.
Hay ahora una continuidad de temas que me obsesionan, que me sacan un poco de lo que fue trabajar en Nuestra parte de noche, que fue más bien de dioses paganos, ocultismo, tarot, del poder de una familia, esto pasa por otro lado, por lo traumático que tiene de alguna manera la historia de terror y que la figura del fantasma encarna. Lo vivencio como ciudadana de un país de gente traumatizada por un millón de cosas. Ando en eso, aunque todavía es muy prematuro.
-Hay algo en las crisis del temor a perder, de la carga mental que implica la dimensión material de la vida y que obtura otras posibilidades.
-Sí, absolutamente. Yo nací en CABA, pero mi juventud y adolescencia las pasé en Lanús y La Plata. Empezás a ver esa cuestión de Conurbano y ciudad universitaria, tus compañeros de clases que vienen de la provincia, cómo con los años no pueden alquilar. Nosotros vivíamos alquilando, ver de cerca ese deterioro era crecer en esa sensación permanente de no futuro, era medio punk. No había demasiado lugar a donde ir y sentías que nada iba a terminar valiendo la pena, es muy raro ser joven, tener todo el futuro por delante y no tenerlo.
No estoy en esa situación en este momento de mi vida, pero no te la podés sacar de encima, el miedo a perder es una cosa que pasa. Cuando nos mudamos de Lanús a La Plata no teníamos ni casa para alquilar, vivíamos en lo de una amiga de mi mamá. Mi mamá es médica pero no le alcanzaba la guita y después, alquilamos una casa muy chiquitita, yo dormía en el sillón. No lo digo dramáticamente, le pasaba a la gente de clase media. Repuntamos un poco y después nos fuimos al diablo de nuevo. Yo de hecho sigo trabajando en el diario porque siento que una vez que logré algo que es más o menos seguro, no lo voy a soltar ni loca, pasé demasiados momentos de incertidumbre como para sumar una más, además de que me gusta hacerlo y es grato.
-Como justo lo mencionaste, ¿todavía esperás que vuelva Richey Edwards? (N.d.R.: era el guitarrista de Manic Streeet Preachers y desapareció sin dejar rastro. Mariana escribió sobre él en una crónica publicada en Alguien camina sobre tu tumba).
-A Richey Edwards ya no, asumí que no volverá, tristemente, pero lo asumí. Igual sigo haciendo locuras de ese tipo, cada vez menos porque estoy cada vez más grande y cuesta. Ahora me voy a ver el mundial a Australia a las cuatro de la mañana porque quiero ver a Nick Cave de gira por su país y me voy a seguirlo (ríe). No es una cosa de millonaria, mi marido es australiano y tenemos otras cosas que resolver, pero ya que estamos me voy a dar ese gusto de verlo a Nick.
-Tu literatura escapa bastante de la autoficción, no es algo que te interpele.
-No voy mucho por ese lado, pero porque estoy muy acostumbrada al periodismo que te exige lo de trabajar con datos y ciertos límites. En la literatura quiero salir de ese corset que te pone el periodismo, quiero irme lejos, que sea desaforado. Y no tengo ganas de hablar de mí, me parece aburridísimo.
Cuando lo hago en el libro de los cementerios, es a partir de algo, canalizo las historias que me cuentan esos espacios. Pero no es porque tenga algo en contra de este tipo de literatura, personalmente no es un registro que me resulte grato para escribir, ni para compartir tampoco.
Esto de hablar con la gente que te decía antes, tiene que ver con que mi ficción es muy ficcional, si ese personaje fuese yo, no me interesaría. Soy bastante más pudorosa de lo que parece y no me pasó nada muy extraordinario para contar tampoco. Me gusta leer la autoficción, hay mucha que está bien hecha. A veces parece que si no lo hacés es porque no te gusta o estas en contra de eso, pero no lo hacés porque estás en otra, tu registro es otro y lo que te gusta hacer es otra cosa, sino estaríamos haciendo todo lo mismo y es un plomo.
-Para cerrar, ¿conocés algo de Tandil? ¿Qué planes tenés por acá?
-Estoy como en pequeña comunicación con Patricia Ratto, que me va a pasear y me parece una escritora muy interesante . Algunas cosas conozco, claro, tengo un libro de la matanza de Tata Dios, por ejemplo. Es mi primera vez, creo que alguna vez fui de muy chica, tipo niñita de dos años, pero no tengo registro de ningún tipo.
Uno de los problemas en general en este país es que tenemos cosas tan cerca de las que sabemos tan poco. Me lo perdí a Tandil en mis paseos por la provincia, porque a mí me gusta mucho (Francisco) Salamone y Tandil no tiene obras de él. Y conozco Rauch, por ejemplo, porque tiene el Castillo de Egaña y esa municipalidad de Salamone, con ese mobiliario espectacular, y me entró por ese lado. Soy muy paseandera y a veces me muevo por obsesiones. Me voy a quedar unos días en Tandil aparte del día de la charla, así que voy a aprovechar para recorrer.
Cómo escribe
“La vi cuando estaba a punto de cruzar la avenida. Estaba entre un montón de basura, abandonada sobre las raíces de un árbol. Los estudiantes de odontología, pensé, esa gente desalmada y estúpida, esa gente que sólo piensa en el dinero, empapada de mal gusto y sadismo. La levanté con las dos manos por si se desarmaba. A la calavera le faltaban la mandíbula y la totalidad de los dientes, mutilación que me confirmó el accionar de los protodontólogos. Revisé alrededor del árbol, entre los residuos. No encontré la dentadura. Qué pena, pensé, y fui hasta mi departamento, apenas a doscientos metros, con la calavera entre las manos, como si caminara hacia una ceremonia pagana del bosque. La puse sobre la mesa del living. Era pequeña. ¿La calavera de un niño? Lo ignoro todo sobre anatomía y temas óseos. Por ejemplo: no entiendo por qué las calaveras no tienen nariz. Cuando me toco la cara, siento la nariz pegada a mi calavera. ¿Acaso la nariz es cartílago? No creo, aunque es verdad que dicen que no duele cuando se rompe y que se rompe fácil, como si fuera un hueso débil. Examiné la calavera un poco más y encontré que tenía un nombre escrito. Y un número. ‘Tati, 1975’. Cuántas opciones. Podía ser su nombre, Tati, nacida en 1975 o su dueña podía ser una Tati parida en 1975, o el número quizá no era una fecha y tenía que ver con alguna clasificación. Por respeto decidí bautizarla con el genérico Calavera. (“Nada de carne sobre nosotras”, Las cosas que perdimos en el fuego, 2016)".
“Juan pensó en salir, subir al auto y abandonarlo ahí, en esa proveeduría perdida. Sería lo mejor para vos, hijo, pensó. Lo imaginó creciendo, atendiendo detrás del mostrador o, a lo mejor, hasta manejando la jangada. Si lo abandonaba, iba a ser un hombre rabioso y callado, pero había muchos hombres así. Como odiaba esas películas y telenovelas con los enfermos heroicos que soportaban calados el sufrimiento y les daban ánimos a los demás. Él conocía lo suficiente los hospitales y la enfermedad como para saber que la mayoría de los enfermos eran mandones y malhumorados, y que intentaban lograr que los demás se sintieran tan mal como ellos.
-Eso hasta tiene un nombre: la paradoja de no sé quién, no recuerdo. Te estás haciendo una pregunta que no tiene respuesta todavía, me parece. O a lo mejor ya lo descubrieron y yo no lo sé. Hay algo llamado materia oscura, que empuja a las estrellas, por eso están cada vez más lejos. Tres cuartas partes del universo son oscuridad. Hay mucha más oscuridad que luz sobre nosotros”. (Fragmento de Nuestra parte de noche, 2019).
Presentación en Tandil
Mariana Enríquez participará de una charla abierta con Magdalena Cheresole, de Librería Hola, y Nahuel Ríos, este martes 20 de septiembre a las 19,30 en el Teatro del Fuerte (Fuerte Independencia 360). El ingreso es libre y gratuito pero sujeto a la capacidad de la sala.
Las entradas pueden retirarse en la boletería del teatro o en Librería Hola (Sarmiento 739). La actividad funciona como parte de la programación extendida de la 17ma. Feria del Libro de Tandil, organizada por la Asociación de Libreros, la Unicen, el Municipio y la Cámara Empresaria de Tandil.