Falleció Alberto Luis Basso, el cafetero más famoso de Tandil
Alberto Luis Basso residía en el geriátrico que sufrió el brote y estaba internado en el Hospital desde la primera semana de septiembre. Ayer por la mañana, autoridades de Salud confirmaron que falleció con Covid-19. El 1 de marzo pasado, unos días antes de que la pandemia transformara la vida de los tandilenses, el cafetero más famoso, recordado por su pregón “café, café”, había cumplido 89 años.
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Vendedor ambulante por más de 45 años –empezó en 1962-, supo trasladar 19 termos a pie o en bicicleta, por las calles de la ciudad. Vendió café, sándwiches y medialunas en las canchas de fútbol y en los intervalos de cine, pero además deambulaba por las oficinas de la Municipalidad, del Concejo Deliberante y del exbanco Hipotecario, como así también por los comercios. Muchos lo conocían, lo querían y lo esperaban. “Creo que en el único lugar donde no he vendido café ha sido en el cementerio”, contaba en una de sus últimas entrevistas con La Vidriera de El Eco de Tandil.
Nacido en Entre Ríos, en 1948 se incorporó a la marina y hasta 1958 recorrió el mundo en buques de guerra. Cuando dejó la fuerza, se radicó en Tandil, donde formó su familia.
Por lo menos dos generaciones y media disfrutaron de sus distintas preparaciones, ya que más allá del café, llevaba en los termos chocolate, té de diferentes sabores, jugos, que eran acompañados por sus famosas medialunas y pebetes de jamón y queso.
De joven, Basso fue mozo, primero en los altos de la recordada confitería Norma, después en la Rex, en El Trébol, Flamingo y Grisby. Y cuando se retiró de la venta ambulante, el 19 de diciembre de 2007, ofreció sus servicios para hacer papas fritas en asados y peñas de grupos de amigos.
Le gustaba mucho tocar la guitarra y tuvo dos conjuntos musicales, uno de ellos se llamó Los Troveros. Ya de grande, enganchaba sus acordes en reuniones familiares, en alguna fiesta o en peñas.
Amante del folclore y el tango, ya jubilado disfrutaba de algunas salidas nocturnas, y también de la música de Luciano Pereyra. Otro de sus pasatiempos era jugar a las bochas en el club Rivadavia, donde tuvo muchos amigos.
“Soy un hombre sencillo y hago lo que me gusta, me siento acompañado”, decía sobre el vínculo con su hija Silvia y sus dos nietas Julieta y Virginia, a quienes definía como “la luz de mis ojos”.
En aquella entrevista, Silvia Basso contaba que la actitud de su padre frente a la vida lo llevaba a decir que era un hombre feliz. “Siempre fue positivo, nunca tuvo mal genio, su característica cuando trabajaba era entrar a los negocios silbando y la gente ya sabía que había llegado Basso. Siempre fue una visita bienvenida, lo esperaban”, expresaba.
El retiro
Cuando optó por retirarse, Basso lo anunció a través de un comunicado que expresaba: “Cuando encontré mi camino, lo hallé difícil, pero no quise otro. Al cumplirse 45 años de estar recorriendo las calles de Tandil, comunico que me retiro de mi actividad de vendedor ambulante. Sólo tengo palabras de agradecimiento hacia todos mis clientes, amigos y proveedores de todos estos años, no podría enumerarlos individualmente, ya que seguramente de alguien me olvidaría, porque tal vez la memoria me falle. Son ustedes los que hicieron posible mi permanencia, mi felicidad, mis ganas de cada día al entrar a cada lugar y colmarme de sonrisas, chistes, buena onda y toda esa energía que me transmitieron, y con la que crecí día a día. Los llevaré siempre en mi corazón y seguramente nos encontraremos compartiendo deportes, eventos, guitarreadas y en las calles de nuestro Tandil. Les agradece por siempre: Basso café, café. El más rico de los cafés. Lo tomo yo, lo toma usted, de frente y de perfil, lo mejor que hay en Tandil”.
Basso fue un personaje de la ciudad que siempre estará en las crónicas urbanas y en los comentarios de los memoriosos que vivieron con él otros tiempos. El vio pasar, mientras circulaba a bordo de su bicicleta, los cambios de la ciudad que amó y que fue su lugar en el mundo.