Recordaron a Eduardo Olivero y a Juan Roque Castenuovo
El Instituto de Estudios Aeroespaciales recordó que hoy se cumple un nuevo aniversario del fallecimiento del piloto tandilense, pionero de la aviación. Además, el 11 de marzo se cumplió una año de la partida de Juan Roque Castelnuovo, periodista y socio fundador de la entidad.

El Instituto de Estudios Aeroespaciales “Mayor Eduardo Olivero” recordó que hoy se cumple un nuevo aniversario del fallecimiento del tandilense pionero en la aviación, que se registró el 19 de marzo de 1966. En consonancia, el sábado 11 de marzo fue el primer año de la partida del periodista e historiador Juan Roque Castelnuovo, socio fundador de la entidad.
Recibí las noticias en tu email
Accedé a las últimas noticias desde tu email“Queremos recordarlo juntamente con este legendario aviador, del cual Juan Roque destacó su límpida y honrosa trayectoria que hizo vivir a Tandil, a la Argentina, a las alas de Iberoamérica y al mundo entero jornadas de júbilo y proezas de epopeya”, manifestó Hugo H. Martino, presidente de la institución.
Una vida legendaria
“El mayor Eduardo Olivero, quien fue aeronauta argentino (tandilense), nos ha inspirado para la creación del Instituto de Estudios Aeroespaciales que lleva su nombre, consagrado a mantener viva la flama de su gloria y su ejemplo. Al cumplirse el 19 de marzo de 2023 un nuevo aniversario de su fallecimiento, inicia su vuelo final hacia el Señor. Revivimos su vida la cual está plagada de proezas y epopeyas”, expresaron.
Eduardo Alfredo Olivero nació el 2 de noviembre de 1896. Cuando recién llegaban (en 1910) los primeros aviones a la Argentina, contaba con sólo trece años de edad. No obstante, respondiendo a una incontenible fuerza interior, se propuso aprender a volar y voló, aunque no le dieron la licencia por ser menor de edad.

Como no lo autorizaban y él quería venir en vuelo a su pueblo natal, se apoderó de un aparato de la escuela de aviación que dirigía el francés Pablo Castaibert en Villa Lugano y salió en vuelo rumbo a Tandil, dándose el gusto de ser el primer aviador que voló sobre la ciudad donde nació, el 14 de julio de 1914.
Cuando en 1915 Italia entró en la Primera Guerra Mundial, Olivero abandonó de nuevo su casa y viajó a defender como voluntario la tierra de sus padres. En la península, le ofrecieron el grado de oficial a cambio de nacionalizarse italiano, pero él prefirió alistarse como soldado raso y seguir siendo argentino, para lucir la cinta azul y blanca que llevó siempre en el bastón de mando de sus aparatos de combate. Llegó así, por méritos propios, a integrar la escuadrilla de los ases comandada por el Conde Francisco Baracca, al cabo de numerosas hazañas que fueron prendiendo en su pecho las más importantes condecoraciones otorgadas al valor militar.
Al regresar Olivero a Tandil, cargado de gloria, lo recibió todo el pueblo, llevándolo por las calles en andas. Volando poco después aquí acompañado por Guillermo Teruelo, tomó fuego su avión a 1.400 metros de altura sobre la Plaza Independencia, circunstancia en la que, quemándose, alcanzó a llegar a la pista de aterrizaje.
Sufrió en aquel momento graves quemaduras. Y cuando al cabo de varios meses se repuso de las mismas, apenas abandonó el hospital, siguió volando. Batió el récord mundial de altura con pasajero. Intentó después otro récord de altura (el récord sudamericano) envolviéndose con papel de diarios atados con piolín para soportar el frío de las alturas, atadas a sus manos, incapaces de aferrar el comando y el acelerador, con cinta aisladora. Desvanecido, cayó entonces desde 8.000 metros, aterrizando en una tropa de ganado, sin hacerse (milagrosamente) nada.
Con Bernardo Duggan y Julio Campanelli, realizó después en el hidroavión bautizado “Buenos Aires” el primer vuelo en la historia entre Nueva York y la capital argentina. En treinta y siete etapas increíbles, al cabo de 81 días también increíbles, que incluyeron un acuatizaje de emergencia y una odisea en la selva amazónica, siendo rescatados al cabo de una semana, por la lancha de pescadores “Juruna” al mando de Josinho Cardoso.
Al cumplirse cincuenta años del primer vuelo sobre Tandil (en 1964), realizó aquí otro vuelo, esta vez, evocativo.
Falleció en Buenos Aires, el 19 de marzo de 1966, poniendo fin a una vida de epopeyas por las rutas del aire de América y de Europa.