Cultura
Suor Angélica, en Santa Ana
Crítica sobre la ópera del Conservatorio de Música "Isaías Orbe".
Por LEJ
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Con más de un año de preparación para tamaño desafió, el Conservatorio de Música Isaías Orbe presentó el jueves 5 de octubre, con el adecuado marco de la Parroquia Santa Ana, la ópera Suor Angélica, de Giacomo Puccini con libreto de Giovacchino Forzano.
No sería la noticia tan relevante si no fuera que la obra constituye, al menos para quien escribe, un acontecimiento histórico para la ciudad, atento que en la oportunidad pudimos disfrutar de una ópera completa, con su correspondiente subtitulado en pantalla.
Puccini concibió el Trittico, como una colección de tres óperas en un acto, Il Tabarro, Suor Angélica y Gianni Schicchi, todas desarrolladas en un acto y relacionadas con la Divina Comedia del Dante, transcurriendo un viaje por el Infierno en Il tabarro, el Purgatorio en Suor Angélica y el Paraíso en Gianni Schicchi. La obra tuvo su estreno mundial en el Metropolitan Opera de New York (el viejo Met), el 14 de diciembre de 1918.
En el comienzo, en una tarde de primavera en el jardín de un convento (la obra está originalmente ambientada en un monasterio del siglo XVII) se encuentra Sor Angélica (Georgina Esposito). Suor Angélica es una monja, pero una monja diferente de las otras. Hija de una noble familia florentina, ha tomado el velo para expiar su pecado: una pasión ilícita cuando era joven tuvo como resultado el nacimiento de un hijo ilegítimo. Han pasado siete años y no logra olvidar a su niño, a quien vio sólo una vez. Sus profundas convicciones religiosas no la liberan de un anhelo terrenal: poder ver o al menos, saber algo de él, pero siempre dentro de las observancias que la clausura impone. El drama personal y secreto de la protagonista y su culpa expiada, representan al Purgatorio.
Pero la tragedia cobra un alto voltaje con la llegada de uno de los pocos personajes escritos para mezzosoprano, el de la Zia Principessa (Estefania Murrone), el rol más efectivo de los concebidos por Puccini para esta cuerda. La anciana princesa tiene para la sobrina, a quien ella misma ha enclaustrado para castigarla, palabras sin misericordia, aun cuando le anuncia que su otra sobrina, hermana menor de Angélica, está por contraer matrimonio. Pero Angélica sólo desea saber una cosa, dónde está su hijo, el que le fue arrancado de sus brazos. La anciana se niega a decirlo, pero la madre, usando su derecho, la obliga. Al fin sabe la escalofriante verdad: el niño ha muerto hace dos años. La destacable participación de Murrone, portadora de la noticia funesta y cruel desde el punto de vista moral, su canto parlato y seco de este personaje colosal y brutal, creó un clima de enorme tensión con la protagonista. Sin duda, la Zia Principessa es una de las mejores creaciones de Puccini.
La religiosa cae al suelo sollozando. Luego, y permaneciendo sola en las sombras del atardecer, evoca tiernamente a su hijito en una apesadumbrada plegraria.
Al drama intenso e irreparable se agrega ahora un último episodio: el milagro. En un momento de exaltación, Suor Angélica bebe el jugo de una planta venenosa, pero al darse cuenta de que ha cometido suicidio y que por ser un pecado mortal no podrá ver a su hijo en el más allá, presa del arrepentimiento pide clemencia a la Virgen. Todo cuanto rodea a la moribunda se transforma, ahora, en una visión mística y reconfortante.
Esposito, soprano de tinte dramático, cumplió a lo largo de la opera con una más que destacada actuación, especialmente en las partes más tocantes, cual es el aria “Senza mamma, bimbo”.
También son de enfatizar los personajes de Maestra de Novicias y Abadesa del Convento (Carla Ekeroth), Sor Genoveva (Abril Donalisio), Hermana Celadora (Moira Devereux), Hermana Enfermera (Milagros Rodríguez), Sor Osmina (Inés Olazábal), Sor Dolcina (Sol Villanueva), Primera conversa (Valentina Castronovo) y Sor Locila (Clara Poloni).
La orquestación de Suor Angélica es fabulosa y es fundamental en el desarrollo del drama para reflejar los ambientes, la caracterización psicológica y el estado de ánimo de las protagonistas. Si bien la orquesta es un elemento esencial en la historia, la reducción para piano en manos del maestro Alejandro Fernández ofreció las preciosas melodías que actúan como verdaderos leiv motivs, pero con un significado distinto al leiv motiv wagneriano. Esto es verismo, como el de I Pagliacci y Cavalleria rusticana, aunque a diferencia de Leoncavallo y de Mascagni, Puccini no incluye en Suor Angélica personajes masculinos.
Para finalizar, vayan los elogios para la Maestra de Canto Evangelina Carruitero, para Belén Errendesoro por su puesta en escena, y para todos aquellos que desde sus lugares contribuyeron a tan magno hecho artístico.