Tandil hace escuela en el tratamiento biológico de tucura y marca tendencia en el control sin químicos
La intención es reducir la población de este depredador sin la utilización de métodos químicos. El controlador biológico es específico para este insecto y actúa debilitándolo fisiológicamente. La prueba piloto se realizó en un campo de la zona de De la Canal mediante el laboratorio de Sanidad Vegetal y en febrero se verificará su eficacia.
A un año de haber inaugurado el laboratorio de Sanidad Vegetal, pusieron en marcha en el partido de Tandil la prueba piloto del control biológico para la tucura a través de un método inédito denominado biocontrolador.
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Las especialistas Teresita Irastorza, de la Comisión de Lucha contra las Plagas de la ciudad; María Laura D’wisyki, encargada del monitoreo anual de tucuras; y el director de Asuntos Agropecuarios del Municipio, Ignacio Diribarne destacaron la importancia del hecho y sentaron las expectativas de seguir ampliando su uso.
La necesidad de controlar la plaga fue cubierta en principio con la creación del laboratorio que tuvo su primera experiencia para tres partidos, Tandil entre ellos. En este marco, los expertos finalizaron esta semana la prueba piloto a campo sobre cien hectáreas del establecimiento La Clelia, ubicado en el Cuartel Xll en la localidad de De la Canal, asegurando que la idea es ir aumentando la cantidad de áreas para lograr naturalizar el controlador.
“Es un proyecto muy importante para nosotros, que va marcando la tendencia de lo que debe ser ir hacia lo biológico. Esperamos que a partir de esta práctica se sumen otros productores. Nosotros vamos a hacer escuela dentro del partido”, aseguró Irastorza.
Cabe recordar que, para llevar adelante este novedoso proyecto, el Ministerio de Agroindustria provincial firmó convenios de ensayos piloto con los municipios de Coronel Pringles, Coronel Suárez, Laprida, Olavarría y Tandil. Asimismo, es importante resaltar que la cartera puso en marcha en 2017 el “Programa Provincial de Prevención de Tucuras”, con el objetivo de actuar en la detección precoz de la plaga y el control.
Campo de acción
Contemplando que desde de 2009 se empezaron a registrar cada vez daños más importantes provocados por esta especie de langostas, explicaron que la idea desde un principio fue disminuir sustancialmente las aplicaciones masivas y recurrentes de insecticidas de síntesis química, reduciendo el impacto ambiental que esto genera y aumentando el rendimiento productivo.
Comenzaron entonces con la cría de tucuras que al inocularlas se va logrando el controlador llamado “Paranocema Locustae”, que se utiliza en el terreno sobre una base de hojas de salvado que luego se aplican por diferentes métodos. Por lo tanto, en los lugares donde se utilice este método, no debe usarse ningún tipo de control artificial, por lo que hay que tomar una serie de recaudos.
“Siempre insisto con los productores que deben monitorear los campos porque las condiciones que se vienen dando son óptimas para el incremento en la población de tucuras”, advirtió D’wisyki.
Recapituló que este controlador biológico fue aplicado entre 1978 y 1980 en distintos lugares del país y logró recuperarse de la mano del doctor Carlos Lange, habiendo ya sectores donde está naturalizado. Según contó, a partir del 94 empezaron a ver que en esas zonas no había picos de explosión poblacional.
Sin embargo, advirtió que este no tiene un efecto directo inmediato de reducción de poblaciones a niveles bajos, porque al actuar a nivel del tejido graso lo que hace es disminuir la voracidad, la longevidad y otros cambios fisiológicos en estos insectos.
Concretamente, la finalidad del plan es producir esporas del patógeno para luego dispersarlo en los lotes con tucuras. Este lleva al insecto a un estado de desnutrición, dando lugar a inactividad, menor tamaño y disminución de las funciones vitales.
Para ello, es condición necesaria reproducir el patógeno en cantidad suficiente para llegar a escala de producción a campo, para lo que se requiere criar y reproducir insectos sanos e inocularlos. Finalmente, se extraen las esporas de los enfermos y se almacenan para su posterior aplicación.
La langosta, una plaga milenaria
Ignacio Diribarne, por su parte, alertó que cada tucura infectada provoca una hectárea de reinfección. “Entonces, con tan sólo cinco insectos en cien hectáreas, la posibilidad de expansión es enorme”, insistió.
Para poder generar la conciencia necesaria, asumió que es su tarea como funcionario empezar a difundirlo y habló de las exitosas experiencias ya demostradas en China o Estados Unidos. “Es tarea de todos los profesionales y desde el Municipio la concientización”, sostuvo.
Argentina lleva más de cien años lidiando con la langosta, que es una plaga milenaria que necesita de estrategias y abordajes regionales para su manejo. Tiene un gran poder migratorio y no reconoce fronteras. En un día, una manga puede trasladarse hasta 150 kilómetros y, por ejemplo, cruzar de un país a otro en muy pocas horas.
Puede afectar a la actividad agrícola en forma directa y a la actividad ganadera de forma indirecta, alimentándose de los recursos forrajeros y producir daños, también, en la vegetación nativa. Es una plaga rural que se convierte en urbana llegando a pueblos y ciudades, donde persiste el recuerdo de mangas de langostas de la década del 40 del siglo pasado. No obstante, es necesario destacar que es un insecto que no afecta a la salud de las personas.
El área endémica de esta plaga comprende la región sudoeste, sudeste y algunos partidos del centro de la provincia de Buenos Aires, en un área de casi 30 partidos que, dependiendo de las condiciones ambientales puede ampliarse o reducirse.