Temas y lectores
Carta abierta al intendente Miguel Ángel Lunghi y al director del Hospital Ramón Santamarina, doctor Fernando Adolfo Fernández
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Señor Director:
Escribo la presente para manifestar mi disconformidad con la atención recibida por mi hijo Guillermo Maldonado, en el hospital público de nuestra ciudad hace ya tres meses, y que le costara la vida.
Desde hace muchos años, y como gran parte de la población de nuestra ciudad, hemos elegido con mi familia al Hospital público Ramón Santamarina para atendernos y resolver nuestros padecimientos físicos; obteniendo siempre una humana y adecuada resolución a nuestras enfermedades; pero no así la última vez. Considero sinceramente que no se le dio la importancia y atención que merecía desde el primer momento que Guillermo se acercó a la guardia. Concurrió al servicio el día 29/03 porque no se sentía bien, y le indicaron medicación para fiebre y gastroenteritis.
Al no presentar una mejoría ostensible, asistió nuevamente y lo internaron. El diagnóstico en esta segunda oportunidad fue Trombocitopenia (plaquetas bajas), también le realizaron una radiografía de tórax sobre la cual la profesional médica de turno expresó: “No está muy bien, en cuanto haya una cama lo trasladamos al piso”.
Estando a la espera de su traslado, no me dejaron ingresar ninguna vez a ver a mi hijo. Insistí durante toda la madrugada, hasta que una vez que pude conversar con la doctora para interiorizarme acerca del estado de salud de mi hijo es que me dijo que lo medicarían con antibióticos y pedirían una interconsulta con un hematólogo. Mientras que Guillermo continuaba afiebrado y recién a las 15 horas lo trasladaron al piso.
Me dirigí a verlo, y constaté que no le estaban suministrando el antibiótico que la profesional había prescripto; consulté con la enfermera que allí se encontraba las razones por las cuales no estaba siéndole proporcionado a lo que me contestó: “no tiene nada indicado”, por lo que debíamos esperar hasta el día siguiente.
El día 2 de abril fue feriado y no había médicos en el piso. Por lo pronto a Guillermo solo continuaron suministrándole antitérmico y protector gástrico, al tiempo que él seguía descompensándose claramente aún más.
Solicité a la enfermera de turno y a la supervisora, que la médica de guardia del día de la fecha lo asista, y me comunican que la doctora no subiría al piso y que lo trasladarían, nuevamente, a la guardia para observarlo y ofrecerle mejor atención. Siendo las 13.15 aproximadamente lo bajan, y luego de esperar cuatro horas, pude ver a mi hijo. Lo encontré con oxígeno y dos tipos de antibióticos, le realizaron nuevos análisis y otra radiografía. La doctora me dijo, en este caso, que se trataba de una neumonía atípica. Una vez que hablé con ella, me retiraron de la sala nuevamente.
Por la tarde mi marido asistió al hospital para poder ver a Guillermo, y debió insistir con intensidad para que le permitan estar con él. Una vez que lo vio me comunica que no se encontraba nada bien, por lo que pedí también de poder estar con él nuevamente y no nos lo permitieron más. No tuvimos otra alternativa que comunicarnos vía mensajes instantáneos de whatsapp, directamente con él. El día 3 de abril alrededor de las 7.40 mi hijo me envía un mensaje con el texto “Mamá, si podes veni ya al hospital”. Al llegar fui comunicada que Guillermo se encontraba en Terapia Intensiva.
Subí, me atendió el médico terapista, me explicó todo lo que iban a hacerle a Guillermo y me dijo que se trataba de un cuadro muy grave. Estuve con mi hijo unos minutos, y todas las veces que me fue permitido en horarios de visita; mientras los profesionales médicos eran recurrentes en que el diagnóstico fuera una neumonía.
Luego de verlo por última vez, y al retirarnos, nos comunican de su fallecimiento. Mi hijo falleció ese 3 de abril; pero hasta el lunes siguiente (8 de abril) no volvieron los profesionales médicos a comunicarse con nosotros; día en el cual nos dieron a conocer la causa real de su fallecimiento: Hantavirus. Siendo que en ningún momento se le había comunicado a nuestra familia la posibilidad de que pudiera tratarse de dicha enfermedad.
Una vez que supimos de que se trató, pedimos una reunión con los representantes del nosocomio, nos recibió el Director del Hospital, y en la misma pude expresar las falencias, que a mi entender, hubo en las atenciones recibidas por parte del personal, el destrato, la falta de consideración hacia la familia, hacia una madre que sólo pretendía acompañar a su hijo, no por gusto, no por molestar, son situaciones que uno no elije vivir.
Atento a mis cuestionamientos, respondieron que iban a interiorizarse en lo ocurrido, interpelando al personal involucrado. Pasado un tiempo prudencial, me convocan nuevamente, el Director y personal médico de atención al paciente. Me informan que, habiéndose comunicado con el personal interviniente en el caso (enfermeras de turno y médicos de guardia) entienden que los procedimientos fueron los correctos, que sentían mucho lo ocurrido y se encontraban muy consternados.
Quedamos en shock; continúan pasando los días, han transcurrido más de tres meses, y al no tener consuelo de esta gran pérdida, decidimos hacer público nuestro dolor y nuestra impotencia al recordar cómo se desarrollaron los hechos; mi hijo ingresó a la guardia con fiebre, vómitos y en sólo tres días el desenlace fue el menos esperado, el peor.
Nuestra única intención es dar a conocer cómo ocurrió realmente, haciendo un llamado a la reflexión a las autoridades responsables de la atención y cuidado de todos nosotros. La calidad de asistencia debe incluir y considerar un abanico más amplio de diagnósticos, con médicos a la altura de las circunstancias, desde lo profesional como desde lo humanitario, y la garantía de que se respetarán los derechos de los pacientes tanto como de sus familiares.
Para que no haya un Guille más…
Gladys Alicia Alonso y familia.
DNI 13.320.979
Reclaman mayor apertura a la
comunidad por parte del Museo
Señor Director
En la sección “Tandil hace 20 años”, del domingo 14 de julio, en el apartado “Cambios”, refiere que dos artistas plásticos (en ese entonces desempeñando funciones en el Museo de Bellas Artes) proyectaban cambios para el segundo semestre del año (estamos hablando de 1999). En la parte final de la nota dice: “Además, formularon un interesante replanteo sobre la necesidad de una apertura amplia hacia la comunidad”.
”¡Apertura amplia hacia la comunidad!”¡Igualito que ahora! ¡Qué hace casi dos años que estoy intentando—en esta parte final de mi vida- mostrar, aunque más no sea por siete días, todo mi trabajo pictórico sobre Tandil! ¡Y nunca hay lugar para mí!
Al decir cuadros sobre Tandil, me estoy refiriendo a famosos almacenes, que ya no están más. Casas viejas, lo mismo. Sobre el aspecto ferroviario también; esquinas que han cambiado por completo de fisonomía y otras cosas más.
Varios propietarios de algunas obras, entusiasmados, me las han facilitado para el evento, -para el supuesto evento- ¡y ya no sé qué decirles! Lo mismo a quien me facilitó los más de veinte cuadritos explicativos de cada obra, no sé qué decirle. Hace 47 años que resido en Tandil, tengo nueve nietos tandilenses y dos bisnietos. Pertenecí a la Comisión del Museo varios años. Pinté siempre aspectos sobre Tandil. Doné uno de estos cuadros a fin de qué sea subastado y recaudar fondos para el Hospital de Niños y alcanzó un alto valor, cosa que me llenó de orgullo. Aquí en Tandil ejercí y me jubilé de odontólogo. Colaboré con la Comedia Tandilense; fui co-fundador del Conjunto Municipal de Bandoneones; traje para Tandil el primer “Martín Fierro”, por mi actuación en Radio Tandil donde estuve por más de treinta años. Por varios años di charlas mensuales sobre cine, tango y habla popular en la Biblioteca Rivadavia. He publicado, además, algunos libros de relatos varios.
Creo que algo hice por Tandil, lugar que amo. Tal vez, las nuevas generaciones pueden no saber quién soy, pero un desconocido, no creo serlo. Todo mi sentimiento afectuoso por el viejo Tandil está en esos cuadros. La gente lo sabe, porque me lo dicen con frecuencia en cualquier lugar que me encuentran y quieren verlos en el Museo aunque sea por unos pocos días.
Perdone usted lo quejoso de mi carta, pero sentí que debía hacerlo cuando leí “la nota del ayer” su diario y recordé, allá por los ochenta y pico—por ejemplo y entre otras cosas- los Salones Estacionales (cuatro por año) abiertos a todo el público y cuantos pintores novatos y aficionados mostraban sus obras con legítimo orgullo y la importante cantidad de gente que asistía a los mismos. ¡Eso sí que era amplia apertura hacia la comunidad!
Osvaldo Luis Fornaro.
La hormiga y el elefante
Señor Director:
Así como la hormiga del conocido cuento y su romance con el elefante me sentí yo en estos días, frente al suceso que paso a narrar. Los protagonistas: “organización Veraz S.A. empresa proveedora de supuestamente fidedignos datos crediticios para clientes, “Direct tv” televisión por señal satelital, y el que suscribe, un ciudadano de los pasible de ser calificado con “de a pie”. La época, el pasado mes de enero, cuando empujado por el entusiasmo de efectuar reparación a parte de la vivienda que habito, concurro a la sucursal local del Banco de la Provincia para solicitar crédito. Dando curso al mismo, y amparado por un impecable historial que abarca más de seis décadas de mi vida, en los que fui ejecutivo bancario y gerente general de la Sociedad Rural local hasta mi jubilación, todo parecía marchar bien, es decir como debería ser. No fue así.
Al apersonarme en la sucursal del Banco de la Provincia de Buenos Aires para consultar sobre la resolución del pedido del crédito me informan que registro condición de deudor moroso informada por “organización veraz”, ello por un deuda a la firma “Direct tv”. Insólito y a la vez emocionalmente impactante para quien como el que suscribe, no está acostumbrado a tener deuda alguna, máxime cuando en el colmo del absurdo, yo nunca he tenido vínculo alguno con “Direct tv”, es decir para que quede claro, nunca fui cliente ni siquiera pise uno de sus locales. Consecuencias: denegatoria de crédito, tener que recurrir a asesoramiento para lograr solo que silenciosamente, como “perro que volteo la olla” al decir criollo, Veraz me sacara de su registro, y quedar a la espera de una nunca llegada explicación o disculpa por alguno de los involucrados, los que mantuvieron y mantienen un silencio que hace ruido. Ahora solo queda promover el juicio de daños y perjuicios, en el que se ha realizado la audiencia de mediación, donde sendos letrados invocando representación de los involucrados y falta de instrucciones no dejan otra alternativa que transcurrir las etapas de un proceso judicial indemnizatorio y de borrado de antecedentes, con todo lo que ello conlleva en tiempo, dinero y desgaste emotivo en nuestra querida patria. Así estamos.
Jorge Luis Iribarren D.N.I. 5389222