Una tandilense más: la historia de Melchie, la haitiana que eligió Tandil como su hogar
Llegó desde Haití a Tandil hace casi dos décadas, por amor, y terminó echando raíces profundas. Melchie Delerme construyó su lugar en el mundo entre idiomas, afectos y compromiso comunitario.

Por esas vueltas inesperadas de la vida, Melchie Delerme llegó desde Haití a Tandil en 2006. Lo que comenzó como una historia de amor, se convirtió en una historia de arraigo, de identidad, de comunidad. Hoy, a sus 38 años, se siente parte de la ciudad que la abrazó y en la que cría a su hijo con profundo compromiso por la educación y los vínculos que supo construir.
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Accedé a las últimas noticias desde tu emailMelchie nació en Les Cayes, una pequeña ciudad del sur de Haití, a orillas del mar Caribe, donde fue criada por su madre, docente, junto a sus dos hermanas. La educación fue un valor central en su infancia, y lo sigue siendo hoy en la crianza de su hijo Melchor, tandilense de 18 años.
Tenía 19 cuando conoció al padre de su hijo, un militar tandilense que participaba de una misión de paz de Naciones Unidas en Haití; los Cascos Azules. “Nos enamoramos y él tuvo que volver a Argentina. Vine con él y desde entonces nunca me fui. Esta ciudad me recibió con los brazos abiertos y siempre digo que soy una tandilense más”, contó en diálogo con este Diario.
“Haití es un país que es muy castigado. En 2006, hubo muchas inseguridades. Naciones Unidas envió ayuda de muchos países como Argentina, Uruguay y más. Y también creo que Haití tiene un afecto con Argentina en lo personal y en el tema de fútbol también nos une. Porque allá siempre me recuerdo que cuando iba al colegio, cuando había un partido de Argentina, todo el mundo vestido celeste y blanco. No entendíamos nada de lo que decían en el himno nacional, pero somos muy fans. Y también eso es súper importante para nosotros. Mi exesposo estuvo allá seis meses y luego tenía que volver, pero nos enamoramos”, compartió.
Argentina, mon amour
Cuando le hablaron de la posibilidad de venir a Argentina, no lo dudó demasiado. “Voy a conocer, a visitar”, pensó. Sabía muy poco del país: apenas que era la tierra de Maradona. En la escuela, la historia de Argentina casi no se estudiaba, así que llegó con muy poco conocimiento.
Su llegada a Tandil fue un cambio rotundo. Todo le resultaba distinto: la ciudad, la cultura, la comida, las costumbres. Y además, se encontraba con una realidad inesperada: en ese momento, casi no había personas de raíz afro en las calles de la ciudad. La confundían con otras nacionalidades y no hablaba español, lo que dificultaba aún más su adaptación.
A poco de llegar, quedó embarazada y cuando nació su hijo empezó a integrarse de a poco en la sociedad. Habla cinco idiomas y aprendió el español de forma autodidacta, con esfuerzo y constancia. Ya hablaba francés —uno de los idiomas oficiales de su país—, y también había estudiado latín durante cuatro años, lo que le dio una base sólida. Además, dominaba el inglés, lo que le permitió encontrar puentes para comunicarse y conectarse con los demás.
Estudió turismo y trabaja actualmente para una empresa belga como analista. También trabajó en el sector hotelero local, y participa activamente en la comunidad, especialmente en la Unión de Colectividades. De hecho, hasta donde sabe, es la única haitiana que reside en Tandil y ha traído embajadores de su país a conocer la ciudad.
El corazón mirando al sur
Su familia está dispersa por todas partes. Su madre aún vive en Haití y se visitan mutuamente. Tiene un hermana en Buenos Aires, parientes en Estados Unidos y otros países.
“Me encanta invitarlos, que vengan a Argentina. Y esos tres últimos años, todos los fines de año vienen cuatro o cinco, y para mí es un placer que conozcan Tandil, viajamos al sur de Argentina, es un país tan lindo”, señlaó.
“Soy muy sentimental”, se describió a sí misma Y no es raro que se emocione al hablar del grupo de personas que la acompañan, que la quieren y la hacen sentir parte. “Después de tanto tiempo, contar con amistades así es algo que valoro muchísimo. La gente acá me abrió las puertas de su casa, de su corazón. Tengo muchas amigas, ‘mamás adoptivas’, como las llamo. No tengo familia directa acá, pero Tandil me dio eso: una familia elegida”, expresó.
Aunque extraña Haití —especialmente los domingos, cuando imagina estar comiendo pescado a orillas del mar—, Melchie está profundamente arraigada en Argentina. “Después de mi casa en Haití, Argentina es mi casa. Y Tandil, mi lugar en el mundo”.
También recordó con dolor las catástrofes naturales que afectaron a su país, como el terremoto de 2010 y el huracán de 2016 que destruyó la casa donde creció. “Haití es un país muy castigado, pero como haitiana nunca hay que perder la fe ni la esperanza”.
Por último, cerró agradeciendo “a la vida, a Dios, a las oportunidades” y a la gente que encontró en el camino. Y dejó un mensaje para quien quiera oír: “La vida es corta, hay que vivirla y tratar de ser buena persona”.