El sol brillaba en el cielo tandilense y un puñado de jóvenes estudiantes iniciaba una recorrida por el centro, por clubes y por balnearios para entregar tarjetas y pases gratis. Se palpitaba la fiesta, se avizoraba una gran noche.

Horas más tarde, el salón se acondicionaba, las barras se preparaban, las luces se atenuaban y una proyección en pantalla gigante le daba paso a una nueva velada inolvidable. Yamó era, una vez más, el escenario de grandes encuentros.

Con un ambiente único y una atmósfera mágica, el boliche emplazado en la avenida Alvear vio nacer grandes amores, como así también fue testigo de la rotura de otros tantos corazones.

El empresario gastronómico Franco Cabrera, quien por los años 90’s trabajó como encargado de la disco, recibió en el Bodegón del Fuerte a El Eco de Tandil para rememorar aquellas épocas en las que los vehículos se dejaban aparcados sin llave sobre Alvear.

“Yamó en ese momento era lejos. Y me acuerdo que les pedíamos a algunos amigos que fueran temprano así la gente veía autos y sentía que había público”, recordó.

Yamo - 10 — En el mismo lugar en el que estaba Yamó hoy se encuentra Chapeaux Multiespacio.

Los inicios

-¿Cómo fue tu llegada a Yamó?

-Empezamos en noviembre de 1992, justo cuando hubo un cambio de personal. Quedó un grupo de dos o tres personas de antes y después éramos todos jóvenes estudiantes.

Se había publicado un aviso en El Eco y se formó una cola terrible, interminable. Llegaba hasta la calle Fugl, y era doble ¡Mirá la cantidad de gente que quería trabajar!

-¿Por qué eran tantos los que querían entrar a trabajar ahí?

-Por dos cosas: Primero, lógicamente por trabajo; y segundo, porque te divertías, o pensabas que te ibas a divertir bastante.

-¿Eran todos chicos?

-Sí, teníamos todos 19 o 20. El más grande de los que entramos tendría 25, no más.

-¿Y efectivamente se divertían?

-Sí, era muy lindo. Pero se trabajaba mucho.

-¿En qué puestos arrancaron?

-Empezamos todos a lo que fuera. Yo arranqué de lavacopas, después a la barra, a la puerta, encargado…

-¿Cómo era el trabajo en ese entonces?

-Yo comenzaba a las 12 a cargar los freezer y de ahí nos íbamos a las piletas a tarjetear. Después, a las 19, nos veníamos al centro, a dar la ‘vuelta del perro’ y entregar más tarjetas. Teníamos liberados y descuentos.

También teníamos una combi con un parlante en la que bailábamos y entregábamos otras tarjetas.

De ahí me iba a hacer unos sándwiches de miga que se daban a la noche, y a las 23 arrancábamos para el boliche, que abría sus puertas.

Algunos tenían que volver al centro, que en ese momento el Golden era furor, y a la 1.30 retornaban a Yamó, porque ya a las 2 y pico arrancaba a llegar la gente.

-¿Yamó, para ese momento, era lejos?

-Claro. Me acuerdo que les pedíamos a algunos amigos que fueran temprano así la gente veía autos y sentía que había público. Si no veían ninguno, no pasaba nadie. Incluso las entradas eran gratis hasta las 2. Eso obligaba a que, el que no quería pagar, tenía que ir temprano.

Yamo - 1 — Franco Cabrera recordó la época en la que trabajaba como encargado de Yamó.

La noche tandilense de los 90

-Tenían una labor de marketing muy importante…

-Sí, la movida de marketing era muy grande. Se hacían cosas que hoy no se ven: chocolates, lapiceras, llaveros, remeras… De todo.

Había mucho trabajo de diseño también. Casi todos los fines de semana había una fiesta diferente.

Y después, había una presentación que se cambiaba cada 20 días. Se abría la pista y era como un cine: una pantalla gigante, un proyector que se traía de afuera, un tema y animación, con imágenes de un VHS. Y la gente la aplaudía.

-Qué diferente sería todo hoy con el tema de las redes sociales ¿no?

-Yo hoy la veo a mi hija, o nosotros mismos. Publicamos algo y en dos clicks ya llegó a cuatro mil seguidores. Antes había que trabajar, íbamos a las casas, a los complejos… Era otra cosa, mucho más personalizado.

-¿A cuánto vendían las entradas?

-Había deflación en ese momento, entonces la entrada costaba diez dólares. Y para los estudiantes la dejábamos a seis o cinco.

Después fue bajando, se fue un poco bastardeando el mercado porque todo el mundo empezó a regalar.

Y el dueño nos decía: ‘Tienen que tener cinco amigas acá, que no paguen nada. Pero que estén’. Y eran las que primero estaban.

-¿El negocio era rentable?

-Sí, se gastaba mucho en producción pero el negocio era rentable. A nosotros nos tenían muy bien, ganábamos un sueldo de jornada completa por trabajar solo los fines de semana. Con ocho días o nueve, ganabas un sueldo completo. Y eso, para un estudiante, estaba muy bien.

-¿El ambiente era tranquilo?

-Sí, era un muy buen ambiente. Pero había de todo. Había peleas, aunque mucho menos de lo que fue después.

Es una época en la que quedan recuerdos muy lindos.

-¿Y cómo era el tema de las consumiciones?

-Había chequeras que te iban cortando mientras ibas consumiendo. Y al final pagabas todo ¡Era un peligro!

Algunas se perdían, eran muy pocas. Y si el barman veía que estaba muy llena, te daba otra. Pero si después no la pagabas, no podías entrar más.

Y a la salida teníamos una sola caja para 1200 personas.

-¿Había promociones?

-Siempre la entrada era con una consumición. Y, por ejemplo, si vos te tomabas tres whiskies, el cuarto era gratis.

-¿Qué se tomaba en esa época?

-Era todo muy primitivo. Había un solo whisky, un solo gin… Había poco importado. No tenías como hoy variedades de botánico.

Nosotros también inventábamos tragos, porque los chicos volvían de viaje de egresado y nos contaban qué tomaban allá.

-Y más allá de algunas cuestiones que mencionaste ¿qué tenía de diferente Yamó?

-Lo primero que tenía era una situación de escala de seis boliches, entonces a la larga podían invertir muchísimo.

Tenía una pista de acrílico y abajo todos neones. No sé exactamente cuánto medía, pero debería tener más de 500 metros. Porque aparte era uno azul y uno rosa.

Los pilares eran de pana, las barras y las tapas de las mesas eran de bronce, había espejos y estaba todo alfombrado. El mantenimiento era enorme.

Se compraba música también. Era otra época en la que se trabajaba mucho. Hasta un barman era famoso.

Yamo - 6 — El boliche organizaba diferentes fiestas durante los fines de semana.

La nocturnidad de hoy

-¿Qué diferencias notás entre lo que era la noche de aquellos tiempos y lo que es la de hoy?

-Yo ya estoy grande, salgo poco. Pero lo que veo es que, sacando el fenómeno de Sol Tropical, los boliches no duran tanto; se perdió el boliche bailable. Ahora son pubs y bares. Pero pasa algo fantástico, que vas a una cervecería y a las 20 está lleno. Y se mezcla todo el público, gente de 50, de 20, de 30. Antes, a una persona de 40 años la miraban mal, se tenía que ir a otro lado. Hoy se integra mucho más.

Pero ya no hay boliches que metan 1200 personas. Hoy se atomiza mucho más, hay muchas fiestas en quintas. Y eso es gracias a las redes.

Ya nadie se atreve a invertir en un boliche. Porque vos lo ponés y al otro día te hacen una fiesta privada y te quedaste solo.

-Ya no hay boliches bailables como en otras épocas

-No, la era de los boliches bailables que conocimos nosotros por ahora está dormida. Tendría que volver algo, pero va a tardar.

-¿Antes no existían las fiestas privadas?

-Te las cerraban. Los inspectores que había y los comisarios de esa época, si estuvieran hoy, hacen una matanza. Era en plena democracia, pero eran más estrictos. Incluso los vecinos también lo eran.

-¿Creés que en un futuro los boliches pueden volver a ser como eran antes?

-Creo que va a ser muy difícil. O sea, como los mató una ley, los debería reconvertir una ley. Para mí, para el Estado es mejor tener mil personas todas juntas y no discriminadas por cualquier quinta, por cualquier lugar. Pero va a tener que ser una decisión del Estado y cada cuatro años te cambia.

Entonces no, yo no creo que vuelva a ser como antes. Pero igualmente los chicos hoy se divierten distinto y se aburren más rápido.

Yamo - 15 — Miles de tandilenses disfrutaron de las noches de Yamó.

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