1992

Que una intelectual sea la protagonista de los programas de chimentos de la tarde habla un poco de la licuadora en que se ha convertido la realidad de este país. Estuve tentado de rememorar el tango Cambalache. Afortunadamente, lo pensé nuevamente y llegué a dos conclusiones: por un lado, me evité caer en la escasa originalidad de la metáfora remanida. Por otro, y más importante, esto no es un cambalache. En los versos de Discépolo se ven la Biblia, el calefón, el sable sin remache, Don Chicho, etc. Entreverados, desordenados, polvorientos, pero se los puede distinguir.
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Accedé a las últimas noticias desde tu emailEn el país que transitamos en estos tiempos todo parece ser una masa de textura similar, color marroncito –como cuando éramos chicos y enchastrábamos el pincel yendo de agujerito en agujerito de acuarelas-, del olor poco feliz que Rodríguez Larreta se animó definir. Pero sobre todo, indeterminado, sin distinción. Todo más o menos lo mismo.
Decíamos: la “polémica” instalada mediáticamente es por la herencia del departamento que dejó Beatriz Sarlo. El portero del edificio dice que es de él, porque así fue el deseo de la escritora. Pero también apareció el exmarido, de quien nunca se separó, a reclamar su legítima propiedad.