Caras

Hace algunos días me crucé por la calle con un viejo compañero de escuela. Lo reconocí casi inmediatamente a pesar de que hacía años, quizás décadas que no lo veía.
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Accedé a las últimas noticias desde tu emailTiene, mi viejo compañero de escuela, esos rostros que no pasan desapercibidos a pesar de los años y los intentos de disimulo. De hecho, ahora lleva un bigote amplio y generoso y unas arrugas que sugieren copiosas risas. Así todo, es inequívocamente el mismo rostro adolescente que durante gran parte de la secundaria estaba ubicado detrás de mí, siempre en los últimos bancos del salón.
Un rostro que tampoco -ni en ese tiempo ni ahora- puede disimular una marcada personalidad. Mi viejo compañero era -no sé si seguirá siendo- un flor de atorrante. Y su cara no hacía otra cosa que anunciarlo; en ese sentido, una persona honesta: tenía cara de vago y era vago.