Desvelos

En mi casa no hay aire acondicionado. Probablemente sea por una razón económica. Pero como con tantas otras carencias, me gusta fundamentármelo de otra manera: no me llevo muy bien con los aires acondicionados.
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Accedé a las últimas noticias desde tu emailEn días como estos me digo que soy un estúpido por pensar esas cosas; tampoco me llevo bien con la contaminación ambiental y ahí ando de un lado para el otro con mi auto (al que nunca le prendo el aire acondicionado). “Son males necesarios”, me resigno en estos días de calor y me discuto: “en Tandil cuántos días al año tenés de calor extremo, ¿15, 20?”. Sí, pero en esos 15 o 20 días el aire se torna imprescindible.
El problema no es el aire acondicionado ni siquiera el calor, que –grados más grados menos- siempre existió: el tema es el tipo de construcciones. Las “casas de antes” se hacían de dimensiones, alturas y con materiales que permitían soportar estos sofocones airosamente. Hasta tenían cámaras de aire debajo de los pisos. Hoy dormir del lado de la pared a la que le dio todo el sol de la tarde es como poner la cama junto a un horno pizzero. Más que aire acondicionado, hay que convocar a los bomberos o a las fuerzas de choque de la Federal para que enfríen la mampostería con un hidrante. Y ni hablar de los techos altos. El habitante de un dúplex, tiene la chapa del techo a cuarenta centímetros de la cabeza.