HOY, MARTES
El mercado

Dejé pasar 24 horas. Un tiempo prudencial. Pero intentar asociar prudencia con mi amigo El Gordo no parece la conjugación más fácil. Igual, me siento en la obligación de llamarlo y preguntarle lo que ya sé –cómo está- y exponerme a un extenso rosario de insultos o de lamentos. O directamente, lágrimas. Ojalá le haya pegado por el malhumor, (me) deseo.
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-Mirá. Si es para compadecerte, evitame el trámite; si es para mofarte, empezá a correr. Y si es para hablar de cualquier estupidez, no me hubieras llamado. Como sea, de un momento a otro empiezo a insultarte, porque no pienso ponerme triste. ¿Para qué me llamás?