El último retrato

Murió en Asunción, lejos de su país y más lejos aún de su leyenda. Los médicos le habían recomendado un clima más cálido y seco que el de Buenos Aires. Y hacia allí partió Domingo Faustino Sarmiento.
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Accedé a las últimas noticias desde tu emailEn un país de muertes, destierros y expulsiones –circunstancias que en muchos casos lo tuvieron como protagonista- el suyo fue un exilio terapéutico.
La muerte, según los partes oficiales, fue serena. No hubo un último discurso, ni siquiera una frase, como la que se le asigna a Manuel Belgrano. Tampoco una tiza cayendo al suelo, ni un epílogo de esos que después se imprimen en bronce. Solo el silencio de un cuarto paraguayo y el cuerpo de un viejo que, por una vez, no discutía con nadie. La muerte, en todo caso, lo habrá escuchado sin prestarle mayor atención. Como lo hace con todos.