El vigilante

Pegado a mi casa hay un sauce muy grande. Lindo y generoso en sombras y otras bondades, como todo sauce. Pero una de sus ramas llega hasta mi techo, que es de chapa. De manera que en las noches de viento se pone molesto el asunto.
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Accedé a las últimas noticias desde tu emailNi bien llegue a esta casa, no era molestia lo que sentía sino miedo. Para una mente fértil en fantasías terroríficas, una noche de viento y lluvia con ruidos en el techo constituían un flor de peliculón (de esas que no miro por razones obvias). Con el tiempo, como todo, me acostumbré.
Sin embargo, anoche, que no hacía mucho viento, comencé a sentir ruidos. Y no eran los característicos de la rama dando repiqueteos en el cinc. Me sonaban a cadenas (insisto con esto de los miedos y las fantasías). Así las cosas, no me quedó otra que asomarme por la ventana y tratar de ver qué pasaba allá arriba.