Escapadas

Me llega un mensaje por whatsapp de mi amiga la Rubia, que anda por Córdoba. Dice que está por almorzar en una fonda de Yacanto o Calamuchita o alguno de esos lugares de ensueño entre las sierras. “Un lomo a la plancha con papas fritas”, especifica. Acá son poco más de las dos de la tarde y supongo que allá también. Yo comí hace un rato algo que sobró de anoche. Eso no es comer: es no quedarse con hambre. Me tienta lo del lomo a la plancha.
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Accedé a las últimas noticias desde tu email-Mandame una foto-, le pido. Porque si voy a flagelarme por no haber hecho un almuerzo como me merezco, lo voy a hacer en serio.
-¿Una foto del lomo, de Calamuchita (o Yacanto o lo que fuere) o de qué?-, su pregunta me da la oportunidad de reivindicarme conmigo y no evidenciar tanta envidia. Y también con ella misma: nadie pide una foto de un plato de comida cuando el otro está de viaje. Se piden fotos de paisajes, por ejemplo. Para todo lo demás, está Instagram.